El Pulso, 8 de mayo de 2015
Opinión

Bergoeing: «No podemos esperar que el sector público empuje sostenidamente la actividad en el país»

Raphael Bergoeing Vela.

Completo y profundo es el análisis hecho por el académico de ingeniería industrial de la Universidad de Chile, Raphael Bergoeing, al actual escenario económico que vive el país. Apuesta a que el estímulo fiscal entregado por el Gobierno para mayor crecimiento no puede ser algo “sostenido” en el tiempo, por lo que el factor privado debe volver a dinamizar el crecimiento de Chile.

El también investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP) apuesta a la productividad para mejorar distintas falencias de las sociedad, ya que esto ayuda al mismo tiempo a emigrar de la calificación de ingreso medio que tenemos y ponernos en la parte alta en ese ítem. En materia de inflación, el economista cree que se debe poner atención a factores hoy no asumidos en su totalidad por la autoridad monetaria, y apuesta a una mantención de la tasa de interés en 3% este año.

¿Esperaba el 1,6% de Imacec de marzo?
Este Imacec tiene tres mensajes principales: la recuperación observada durante el cuarto trimestre de 2014 se está enfriando; la inversión sigue sin despegar y que probablemente ha seguido cayendo el primer trimestre de este año; y la proyección del IPoM de marzo del Banco Central, con una estimación de crecimiento para el año en rango 2,5 – 3,5% que resulta demasiado optimista. Hoy, lo más probable es que el crecimiento 2015 termine más cerca del piso que del techo de ese rango.

¿En ese sentido, qué le parece que el gasto público sea el principal amortiguador de la economía el primer trimestre?
Es indudable que la expansión actual es liderada por el gasto público. Esto no debiera preocuparnos en la medida que está sujeto a la regla fiscal estructural, que tiene por objetivo precisamente suavizar los ciclos económicos con un gasto fiscal financiable. Sin embargo, no podemos esperar que el sector público empuje sostenidamente la actividad agregada en nuestro país. Si la inversión privada no se recupera pronto, durante el segundo semestre veremos un crecimiento del PIB apenas superior al alcanzado el año pasado.

¿Es sostenible que durante el año el gasto público sea el contenedor?
No lo es. El problema de la economía chilena tiene hoy dos fuentes principales. Una, de corto plazo: la incertidumbre y desconfianza que ha generado el debate en el contexto de las reformas económicas. Otro factor es el estancamiento en la productividad agregada. En 2014 la productividad total de factores contribuyó negativamente al producto. En una economía sana, ésta variable debería aportar al menos dos puntos de crecimiento por año. Nuestro desafío, además de mejorar el actual clima de negocios, consiste en recuperar las ganancias de eficiencia que Chile alcanzó durante las décadas previas. Las reformas laboral y a la libre competencia son una oportunidad para ello.

¿En términos de señales, ve ya mejoras en las expectativas de consumidores?
Pensé que a fines del año pasado, tras la reforma tributaria, las expectativas habrían mejorado ya a esta altura. La evolución de la inversión y del consumo durable, sin embargo, muestra que ello aún no sucede. La mirada optimista es que cuando esto ocurra, Chile podrá crecer con rapidez un par de punto más. Pero la mirada realista obliga a reconocer que aunque eso ocurra, exige recomponer confianzas y dar garantías a los inversionistas y consumidores de que las reformas en proceso serán, en el proceso legislativo, ampliamente debatidas y mejoradas gracias al aporte del mundo técnico y sectorial, y hasta el momento esto no ha ocurrido.

¿Y acá cuál es el desafío de la autoridad?
Para la autoridad es doble: por un lado diseñar buenas reformas en ámbitos complejos, ejemplo es la reforma tributaria, y segundo es que incluso en un escenario óptimo al definir una reforma, hay grupos de interés que van a tratar de impedir que estas reformas necesarias para el país en el largo plazo, signifiquen trastorno en el corto plazo. Acá la autoridad económica tiene que tener mucha fortaleza, convicción, claridad de objetivo y apoyo técnico para validar socialmente estas políticas e implementarlas adecuadamente, de forma tal que terminen siendo buenas para el país.

¿En ese sentido, cómo ve la discusión de la reforma laboral?
Una mala reforma en lo laboral, no sólo puede terminar impidiendo que el país avance hacia nuevos niveles de desarrollo económico gracias a ganancias de productividad que mejoren a empleadores y trabajadores, sino que puede terminar desvirtuando la conveniencia de hacer reformas en el futuro, llevando al país a que se termine estancando en un nivel de desarrollo de lo que algunos llaman la trampa de ingreso medio.

¿Y cómo hacemos entonces para avanzar?
Cada país debe hacerse cargo de su propia realidad, por eso los desafíos son distintos. Y en el momento actual de Chile, los conceptos son competencia y flexibilidad, pero ambos generan preocupación en grupos de interés, porque exigen cambiar lo hecho hasta ahora. También, más allá de estos dos principios, lo que falta es el concepto de liderazgo que permita a la autoridad, con convicción, implementar éstas políticas. El gran problema y desafío institucional es que tenemos gobiernos de cuatro años, tiempo escaso para desarrollar determinadas reformas, tomando en cuenta además que las reformas son complejas, requieren tiempo para diseñarse, implementarse. Enfrentar los grupos de interés en cuatro años, es una tarea titánica.

Habla de liderazgo, ¿ha visto falta de esto en el gabinete económico del gobierno?
Tengo una opinión matizada, porque hay que incorporar las restricciones que está enfrentando el país. Este Gobierno desde la campaña decidió impulsar reformas bien profundas, las que comparto casi en su totalidad. Era esperable entonces las discusiones y dificultades para llevarlas a cabo. En este escenario, el Gobierno debió haber previsto y haber sido cuidadoso con las necesidades de que éstas reformas se pensaran y comunicaran de la mejor manera. El Gobierno de alguna manera está sufriendo por haber llevado mal el proceso de implementación de sus reformas. Ahora, es responsabilidad del Gobierno también estar preparado para enfrentar tamaño desafío, porque lo no queremos es que se desprestigien éstas reformas y después estamos dos décadas sin poder discutir estos temas.

Critica eso entonces.
Mi crítica fundamental a este proceso es que si eran reformas complejas y siendo esperable el rechazo de algunos grupos, el gobierno tenía la responsabilidad de diseñar una estrategia para implementarlas de manera adecuada. En la reforma tributaria, por ejemplo, hubo errores garrafales; no sólo miopía sino también torpeza, porque se debió entender que el apoyo que ésta reforma tenía era frágil por los impactos inmediatos. Esto generó un desgaste para el Gobierno y un desprestigio de la reforma misma que ha dificultado las reformas que vienen después. Una reforma que pierde prestigio en el proceso, es una mala reforma, aunque sea necesaria.

En materia de inversión, ¿ve que Hacienda este haciendo los esfuerzos suficientes para que se reactive?
Es evidente que el Ministerio de Hacienda el año pasado salió golpeado de la situación económica y no dejando contento a la mayoría con la Reforma Tributaria. Entonces, ciertamente tenemos un ministerio que perdió poder, está golpeado y teniendo más dificultades para ejercer un liderazgo. Espero que los próximos meses vaya aclarándose y el ministerio recupere el mensaje para que los actores tengan claridad de lo que ocurrirá hacia adelante.

En este golpe, ¿cuanto influye el ministro Arenas?
No lo sé, pero sí se que el responsable es el ministro sea por acción u omisión.

Respecto a inflación, ¿cómo ve la trayectoria?
Se han ido generando señales en los últimos años que exigen, por prudencia, incluir a la discusión inflacionaria algo que el Banco Central no ha hecho con claridad. Cuando uno analiza los costos de la economía, uno observa cuatro factores para entender el por qué desde abril del 2014 haya estado cada mes, en términos anuales, sobre 4%. El Central las ve como transitorias (petróleo o salarios), pero yo veo otros elementos de largo plazo. Uno es productividad, ya que esta permite producir más a un costo menor, pero si está estancada esto no se da. Segundo, energía. Y luego dos variables más recientes y que pueden justificarse, pero podrían generar presiones: la reforma tributaria, porque se financia fundamentalmente desde el capital, y la reforma laboral, que espero termine teniendo un componente de adaptabilidad. Esto da una mayor probabilidad a que al inflación se demore más en volver a su meta. Cada día existe riesgo de que las expectativas inflacionarias se desanclen y con ello, el Central sacrifique reputación, algo no fácil de recuperar.

¿Eso implica subir las tasas, cuándo?
Si bien el mercado está esperando que eso ocurra sólo el próximo año, todavía hay bastante razones para pensar que podría ocurrir este año, más si la Fed empieza a normalizar su tasa los próximos meses. Todo depende del próximo dato de inflación, porque si tenemos dos meses consistentes con la meta del Central, la probabilidad se carga a que el cambio de rumbo sea el próximo año.

Nuevo gabinete: «Un cambio de personas sólo puede ayudar»

El cambio de gabinete anunciado, ¿genera modificaciones en el énfasis de las reformas planteadas?
Todo cambio genera incertidumbre, y afecta, aunque sea durante un período breve, las decisiones de inversión y de consumo durable, que se postergan. Eso no significa que estos cambios sean inconvenientes; sólo que las buenas reformas deben ser impulsadas con claridad para ser entendidas por la ciudadanía; y con convicción, para mantener su implementación a pesar de sus costos de corto plazo. Es necesario un cambio profundo que reconstruya la confianza en torno a que la discusión se llevará a cabo de mejor manera. Así, más que cambiar las reformas y los objetivos que las justifican, es clave cambiar a alguna de las personas que las están liderando.

¿Cree que debería cambiarse a todo el equipo económico o parte de él?
No creo conveniente cambiar todo el equipo económico. Es importante no sobrerreaccionar. Las políticas públicas también requieren continuidad, y una discusión amplia y diversa. En la medida que la Presidenta instruya a los ministros para que la agenda tenga el tiempo para desarrollarse adecuadamente, muchos de los temores se despejarán y la discusión volverá a ser la que siempre debió ser: donde visiones, técnicas y políticas, participen del debate enriqueciendo el resultado. Basta mirar al resto de la región y a nuestro propio pasado para recordar los costos de imponer políticas públicas profundas sin suficiente deliberación.

¿Debe salir el ministro Arenas?
No sé qué hará la Presidenta. Soy economista, y malo para hacer proyecciones. Sin embargo, sí pienso que el cambio principal debe ocurrir en el equipo político. Por ello, las prioridades están en otros ministerios. De hecho, durante los últimos meses Hacienda ha vuelto a asumir su tarea recordándonos la importancia de resguardar la confianza para poder crecer más y sostenidamente. Sin crecimiento, todo se cae.

¿Estos cambios qué representan para la economía y los inversionistas?
Dado el nivel de desconfianza y descontento generado entre los inversionistas, un cambio de personas, al menos en el corto plazo, sólo puede ayudar. Luego es esencial que los errores cometidos durante este primer año de Gobierno no vuelvan a cometerse. Por ello, miro este profundo cambio con buenos ojos y comparto su necesidad.

Pero el anuncio, ¿puede dar más certidumbre a la inversión o puede generar un efecto contrario?
Lo importante es mantener el foco en el largo plazo. La obligación de las autoridades es comunicar con claridad los cambios que pretende impulsar y convocar a todos los que tienen algo que aportar para que estas políticas resulten lo mejor posible. Los inversionistas entienden esto. El gran responsable de mantener un clima dialogante y constructivo es el Gobierno y si el ambiente mejora, las condiciones estructurales de la economía chilena seguirán inalteradas, deberíamos ver una recuperación rápida de esta variable.