El Mercurio, 13 de septiembre de 2018
Opinión
Urbanismo y ciudad

Arriendo e integración

Slaven Razmilic.

Mecanismos de subsidio a la oferta en arriendo en zonas demandadas son opciones atractivas si se busca integrar de manera sostenible. Por lo pronto, los proyectos que ha estado viendo el alcalde Lavín recientemente en Boston operan en esa lógica, algo que él y el Minvu debiesen considerar para futuras iniciativas.

Dos informes recientes del Centro de Investigación Social de Techo-Chile han contribuido al debate sobre integración social surgida a raíz de la idea del alcalde Lavín de construir viviendas sociales en la Rotonda Atenas.

Uno de ellos daba cuenta del sostenido aumento en la proporción de arrendatarios, la que no superó el 20% entre 1990 y 2010, y que ahora se empina a casi 25% según la Encuesta Casen. Hay varios factores que pueden incidir en esto, entre otros, la reducción del tamaño del hogar, la postergación de la decisión de tener hijos, la migración, la preferencia por áreas centrales y por más movilidad (laboral y residencial) en generaciones más jóvenes. El reporte también alerta sobre la carga financiera del arriendo para las familias más vulnerables, pudiendo superar el 50% de sus ingresos. Dos antecedentes a considerar también en esta discusión.

Sumemos un tercero: la existencia de barrios con altas proporciones de población vulnerable, con una razonable cobertura de equipamiento público, pero con poca mantención y calidad. Agregue a ello bajos niveles de actividad económica y escasas oportunidades laborales. Entonces, pareciera que la demanda por localizaciones centrales o en comunas de alto ingreso no solo busca infraestructura, sino que tiene relación directa con las oportunidades laborales y de consumo que ahí hay. Como esas zonas son más caras, las familias vulnerables ni con los subsidios del Estado logran integrarse a ellas.

¿Qué tienen que ver el arriendo y la integración con esto? Pues mucho. Las zonas más atractivas son caras porque muchos queremos vivir en ellas. La construcción en altura es la forma que hemos encontrado para compartir dichos espacios. Esto también corre para la vivienda social y es en este contexto donde subsidiar formas de arriendo cobra mucho sentido. Por varias razones.

La vida en departamento implica costos de administración que invitan a pensar en esquemas más sofisticados, idealmente con un solo dueño, público o privado, que aborde esta tarea. En tanto, el arriendo ofrecido en suelos públicos, ya sea por un privado regulado o un municipio, asegura que dicha localización se mantendrá en el tiempo.

Mecanismos de subsidio a la oferta en arriendo en zonas demandadas son opciones atractivas si se busca integrar de manera sostenible. Por lo pronto, los proyectos que ha estado viendo el alcalde Lavín recientemente en Boston operan en esa lógica, algo que él y el Minvu debiesen considerar para futuras iniciativas.