La Tercera, domingo 3 de junio de 2007.
Opinión

Abastecimiento eléctrico: luz al final del túnel, hoyos en el camino

Alexander Galetovic.

Los apagones de 1998 y 1999 oscurecieron el final del gobierno del Presidente Frei y desde entonces el abastecimiento eléctrico nunca ha salido de los titulares. Los ánimos siguen el vaivén de la hidrología, pero todos los años, más o menos en abril o mayo, se acaba el agua de los deshielos. Y cuando las lluvias se atrasan comienza la búsqueda de culpables. En esta columna trataré de romper con la lógica de buenos y malos. Porque si el abastecimiento eléctrico en Chile central se analiza con cuidado uno se lleva un par de sorpresas.

Vayamos por parte. No es fácil proyectar el abastecimiento eléctrico en Chile central, porque la hidrología es muy variable. ¿Cuánto? Las estadísticas históricas indican que durante un año muy húmedo el agua genera casi el 80% de la electricidad, pero en años muy secos tales como 1968 ó 1998 apenas algo más que 25%. En promedio, alrededor del 55% se puede generar con agua. Así, para evaluar el abastecimiento es indispensable incorporar esta variabilidad, y esto se puede hacer calculando la probabilidad mensual de déficit.

El gráfico muestra estas probabilidades desde junio de este año hasta marzo de 2012 (note que la escala vertical del gráfico es de 0% a 10%). Éstas son muy parecidas a las que eran habituales antes de la crisis del gas y bastante bajas, pues nunca superan el 5%, generalmente son menores que 3% y durante muchos meses casi cero. También es cierto que cuando se simula suponiendo un corte de gas total y permanente, las probabilidades son casi iguales (conclusión: desde el punto de vista de las probabilidades de déficit ya no dependemos de los argentinos). Por último, a medida que vayan entrando las centrales hidráulicas y carboneras que se están construyendo, lo que debería ocurrir entre 2008 y 2010, el costo de generación debería caer bastante. Esto completaría el ajuste a la crisis del gas -la luz al final del túnel.

¿Por qué ha mejorado el panorama del abastecimiento eléctrico? La respuesta es muy simple: generadores y consumidores han respondido al aumento de precios que permitió la Ley Corta 2 de mayo de 2005. Éste refleja el cambio de condiciones después de la pérdida del gas natural como tecnología de expansión del sistema eléctrico. Por el lado de la oferta, el aumento de precios estimuló la instalación de turbinas, la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas y la conversión a diésel de casi todas las centrales que operan con gas natural (de ahí que los cortes argentinos no afecten la probabilidad de déficit). Al mismo tiempo, el aumento de precios moderó el crecimiento de la demanda, efecto equivalente a contar con una central más. Y la licitación de contratos con distribuidoras, también introducida por la Ley Corta 2, destrabó las inversiones. Por supuesto, es desagradable pagar más por la electricidad, pero la realidad rara vez es agradable.

Las malas noticias son que si se retrasan apenas seis meses las centrales que deberían entrar entre 2008 y 2010 o la demanda crece un poco más rápido que lo proyectado por la Comisión Nacional de Energía (7,5% al año contra 6,8%), las probabilidades de déficit se triplican. Más importante, seguimos siendo vulnerables a una sequía extrema. Si se repite una como la de 1968 o la de 1998 habría racionamiento hacia fines de este año, probablemente con cortes de suministro. Y si, tal como en 1998, la sequía coincide con la falla de una central térmica, el resultado es desastroso: durante el próximo verano el déficit sería entre 10 y 20% del consumo.

Por cierto, que ocurra un déficit en años muy secos, cuando desaparece más o menos la mitad de la energía hidráulica normalmente disponible, no es nada nuevo. En un mercado común y corriente el precio subiría un poco, el consumo caería un poco (los apagones de 1998 y 1999 se hubieran evitado si el consumo hubiese caído 3 ó 4%) y ese sería el fin del problema. Pero en el mercado eléctrico, tal cosa no ocurre, porque la regulación obliga a cobrar el mismo precio llueva poco o mucho. Por eso, hoy la única manera ordenada de racionar es lograr que todos disminuyan el consumo por parejo. Eso se hizo hábilmente en 1989 y la luz no se cortó. Diez años después, en 1998 y 1999, el regulador fue incompetente y en esas condiciones los apagones eran inevitables.

La Ley Corta 2 otra vez contiene la solución, porque le permitió a los generadores ofrecer incentivos al ahorro de energía. Así, en vez de que el precio aumente, se puede pagar para que empresas y personas ahorren. Las estimaciones indican que si el regulador diseña bien este mecanismo, los déficits se superarían eficientemente y sin problemas. Más aun, mecanismos similares han funcionado muy bien en California y Brasil. Sin embargo, para que se pueda aplicar se necesita un reglamento. Han pasado dos años y el gobierno todavía no produce el reglamento indispensable. De manera similar, nada se ha hecho para crear un mercado que permita usar la abundante generación distribuida durante una escasez, que equivale, a lo menos, a media central más. Por último, la maraña regulatoria, que retrasa y entraba a los proyectos eléctricos, sigue intacta.

Y así, se puede decir que hemos vuelto a la “normalidad” previa a la crisis del gas. Lamentablemente, en esa “normalidad” las probabilidades bajas de déficit conviven con un problema conocido por casi diez años, pero que ningún gobierno ha resuelto, a saber que no hay mecanismos eficaces y eficientes que estimulen las reducciones de consumo durante un déficit. Por eso, hay hoyos en el camino. Y si San Isidro nos pone uno grande y, tal como en 1998 se cae una central térmica, el accidente va a ser muy interesante.

(*) Alexander Galetovic es profesor en la Universidad de los Andes e investigador del Centro de Estudios Públicos. [email protected].

(**) Esta columna se basa en el estudio “Abastecimiento eléctrico en el SIC 2007-2012: ¿luz al final del túnel?”, que escribí con Juan Ricardo Inostroza y Cristián Muñoz, por apareceren la serie Puntos de Referencia del Centro de Estudios Públicos. Ese trabajo fue financiado por AES-Gener, pero las opiniones en esta columna son de mi exclusiva responsabilidad.