El Mercurio, 25 de junio de 2018
Opinión

Adopción y realidad

Lucas Sierra I..

La columna de Daniel Mansuy sobre la reforma de la Ley de Adopción apunta a cuestiones interesantes, pero su argumento es insuficiente.

Dice que el principal criterio en la adopción es el interés superior del niño. Este, agrega, se alcanzaría al «recrear las condiciones que se asemejen lo más posible a aquellas que el menor hubiera tenido de no requerir la adopción». Pues con la adopción «queremos recrear aquello que existe», sin «reconstruir enteramente la realidad».

Ya que se quiere reconstruir la realidad, arguye Mansuy, se ha aceptado la adopción por parejas heterosexuales y por personas solas. En el caso de las primeras, porque recrearían el contexto de la gestación del menor. En el de las segundas, porque, «de hecho, existe la monoparentalidad». ¿Toda esta argumentación para qué?

Para excluir la adopción por parejas homosexuales, porque sería «reconstruir enteramente la realidad». ¿De qué falta de realidad habla? ¿No existe, de hecho, la homosexualidad? ¿No hay, de hecho, parejas homosexuales? ¿Ninguna pareja homosexual cría, de hecho, a un niño?

Quizás está pensando en la realidad de los hechos y del Derecho. En la primera, la situación de niños criándose con un adulto, con una pareja heterosexual y con una homosexual, es análoga en cuanto todos estos casos existen, se dan en la realidad. Y la pregunta por cuál de esos menores está mejor es empírica, no tiene una respuesta a priori.

La realidad en la que difieren es jurídica: las dos primeras son reconocidas por el Derecho, la tercera no. Por esto se está discutiendo el Derecho, para ver si la diferencia con que trata la realidad es correcta o no. Decidido esto, se podrá ver la manera de garantizar el interés superior del niño.

Mansuy cree que la diferencia es correcta. Para convencer, sin embargo, necesita un argumento adicional a la realidad.