El Mercurio, viernes 29 de abril de 2005.
Opinión

Alvear y Bachelet

David Gallagher.

El debate mismo fue bueno para la Concertación, porque demostró espíritu democrático. Pero tampoco fue malo para Lavín, porque ninguna lució una brillantez inalcanzable.

Grande fue la expectativa. ¡Tanta rayada de cancha! ¡Tantas especulaciones! ¿La Alvear tomaría riesgos para cerrar la brecha? ¿Rompería sus hábitos robóticos? ¿Cómo haría la Bachelet para mantener su imagen de mujer universal, de mujer transversal que se salta todas las barreras que nos encasillan en Chile, de mujer que se siente cómoda con la extrema izquierda, con los militares y con los empresarios? Chile necesita que se rompan esas barreras, pero es muy difícil hacerlo sin romper huevos, sobre todo en una campaña donde suponemos que no se le permitirá a los candidatos el lujo de la vaguedad permanente. En general, ¿las candidatas se jugarían en el debate? ¿Acudirían al llamado de los obispos, a que este reality show político no fuera una pura guerra de estilos, que fuera también un intercambio de ideas?

En fin, cuatro millones de chilenos nos preparamos para verlas, con estas y otras preguntas en la mente. Al acercarse la hora había mucho suspenso, como antes de una corrida de toros, donde la lucha es desigual pero donde siempre puede haber una fulminante sorpresa. A las 10 en punto de la noche, nos mostraron los podios vacíos, como cadalsos a la espera de una ejecución. Habló Bernardo de la Maza. Atolondrado por tanta femineidad, dijo que la meta de «ambos» candidatas era La «Monedo». Y allí el debate empezó.

Los primeros rounds van para la Bachelet. Es que las preguntas a la Alvear son muy agresivas. ¿Por qué compite, si no puede ganar? ¿No es su candidatura una catástrofe para la DC? ¿Su partido la apoya? ¿Por qué no está su marido? ¿Y las defensorías penales? La Alvear se desconcierta. Mientras tanto, la Bachelet, de a poco, aclara que es muy probable que suba los impuestos para combatir la desigualdad. La noticia apenas es percibida por los periodistas, mientras acorralan a la Alvear. O la Bachelet logra con su encanto que parezca una noticia buena. Pero, de allí, la Alvear crece. Anuncia que más bien bajará los impuestos «de la clase media». Dice que no puede ser que una planta de celulosa mate a cisnes de cuello negro. Cuando llegamos a la pausa comercial, a constatar cómo L’Oréal combate las arrugas, la Alvear ha remontado lo suficiente para lograr un meritorio empate.

Después de la pausa, la Alvear sigue mejorando. Le preguntan cómo recaudará, si piensa bajar los impuestos. Con más desarrollo económico, contesta: ¡Creciendo al 7 por ciento! Mientras tanto, la Bachelet sujeta demasiado sus opiniones a comisiones que ha de crear en el futuro. Promoverá un «diálogo social» para resolver el tema de los impuestos y para decidir sobre las pensiones. Habrá más «participación». Pero, ¿quién elige los «participantes»? ¿Quién estará en la mesa de diálogo social? Son cosas que la Bachelet nos tendrá que explicar, si quiere convencernos de que con ella no habrá un rebrote de corporativismo. Por su parte, la Alvear habla demasiado de sus «valores». Habrá «desarrollo con valores», dice, con la clara intención de marcar diferencias con su adversaria. Me parece que éste es un camino que le puede rebotar.

¿El resultado? El debate tuvo una audiencia masiva, y la Alvear, viniendo tan de atrás, lo empató, en mi poco compartida opinión. En todo caso, las dos candidatas dieron tranquilidad de que pueden gobernar bien el país, lo que es una gran noticia para Chile. El debate mismo fue bueno para la Concertación, porque demostró espíritu democrático. Pero tampoco fue malo para Lavín, porque ninguna de las candidatas lució una brillantez inalcanzable. En fin, todavía es temprano para predecir quién gobernará el próximo año.