La Segunda, 14 de noviembre de 2017
Opinión

Amistad cívica

Sylvia Eyzaguirre T..

Todo indica que quienes más necesitan un Plan de Formación Ciudadana son nuestros ‘honorables’ políticos, para estar a la altura de lo que la ciudadanía demanda.

En 2016, nuestros honorables parlamentarios establecieron, a través de la Ley 20.911, la obligatoriedad de contar con un Plan de Formación Ciudadana para todos los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado. Con ello, se busca brindar a nuestros niños y jóvenes una formación integral, promoviendo una ciudadanía crítica, responsable, respetuosa, abierta, fomentando la valoración por la diversidad social y cultural, además de cultivar una cultura democrática, ética, tolerante y plural.

Condición de posibilidad para la democracia es reconocer que no existen dogmas, que no existen verdades absolutas, de ahí la necesidad de establecer como criterio de decisión para asuntos políticos la mayoría ciudadana. Así, el sistema democrático se funda en los valores del aprecio y cuidado por la diversidad, y el reconocimiento y respeto por la opinión del otro. Los políticos, en la medida en que son parte de la institucionalidad democrática, debieran ser los primeros en encarnar estos valores y ser así un ejemplo para el resto de la ciudadanía. Pero, ¡qué lejos estamos de eso!

Triste espectáculo nos ha brindado nuestra clase política. Durante estos cuatro años, marcados por una profunda crisis política, hemos visto deslealtad y oportunismo, especialmente en la coalición gobernante. Asimismo, la campaña presidencial ha dejado en evidencia la falta de espíritu democrático de gran parte de sus contendores, donde priman las descalificaciones e insultos, la estrategia del combo y la patada. Todos los chilenos hemos sido testigos de una pelea sucia, que da vergüenza y lástima, que enloda la noble tarea política y que en nada ayuda a salir de la crisis de confianza en que nos encontramos.

Urge recuperar la confianza de la ciudadanía en esta actividad. Es evidente que esto es tarea de la clase política en su conjunto y no de cada partido o coalición por separado. Creer que se puede lograr a costa de denostar a los adversarios es ser ciegos ante el hecho de que el prestigio de esta actividad depende no de unos pocos, sino de todos. Para superar esta crisis es necesario primero recuperar la amistad cívica, que consta del respeto por el otro y el buen trato, algo que hoy ha quedado en el olvido. Esto por supuesto no significa anular las diferencias, pero sí aceptar su legitimidad y aprender a convivir con ellas. Así, todo indica que quienes más necesitan un Plan de Formación Ciudadana son nuestros «honorables» políticos, para que estén a la altura de lo que nuestras instituciones democráticas necesitan y la ciudadanía demanda.