El ex regulador enfatiza que las modificaciones a ese servicio son más profundas y permitirían hacer un cambio más radical en torno a las debilidades que se criticaban. Es más, destaca que el Sernac sea un león con dientes.
Por Kharla Caniupán
Tras la llegada de Harald Beyer, el Centro de Estudios Públicos (CEP) institucionalizó algunas áreas de investigación. En este proceso, Raphael Bergoeing, académico de la Universidad de Chile y ex superintendente de bancos, encontró su espacio como investigador a cargo de temas de competitividad, competencia y crecimiento.
El desafío es grande, comenta Bergoeing, porque seguir avanzando tras alcanzar un ingreso per cápita de US$ 20.000 no es fácil. Es más, considera que Daron Acemoglu –coautor de “Por qué fracasan los países”- y Thomas Piketty – autor de “El Capital en el Siglo XXI”- tocan dos puntos relevantes para el desarrollo que enfrenta el país.
Esto, porque en una primera etapa los mercados se organizaron y se establecieron las regulaciones, que permitieron el desarrollo de la inversión, en un contexto en que la apertura comercial y estabilidad macroeconómica. Ahora, para avanzar y revertir “cierto estancamiento” que muestra la eficiencia, se debe progresar en equidad y competencia. Por esto, puntualiza que tanto el Sernac como la agenda pro competitividad son dos programas claves.
-¿La reforma del Sernac va por buen camino?
-La reforma que Economía está planteando es más potente que la agenda de competitividad. Las dos apuntan en dirección correcta, pero la del Sernac tiene elementos más profundos que permiten hacer un cambio más radical respecto a las debilidades que estábamos observando.
-¿Qué puntos destaca?
-El concepto de “león con dientes” es claro, y va en la dirección correcta. Chile, durante varias décadas puso todo el peso de la responsabilidad en el consumidor. El cambio de 2012 fue importante; le dio más atribuciones al Sernac, pero no las suficientes por miedo a generar un ente regulador demasiado empoderado que terminara desbalanceando las cosas hacia el consumidor.
-¿Por eso el rol tan mediático?
-Honestamente, pienso que a mediano y largo plazo, para cualquier industria, empresa, sector, es peor tener un Sernac con el mandato claro pero sin las atribuciones. Porque sin ellas se generan incentivos perversos, por la obligación que tiene la institución de funcionar a través de los medios para generar la tensión y conseguir la reacción que quiere. En la medida que tienes herramientas para normar, fiscalizar, exigir información consigues un equilibrio más sano, más estable en el tiempo, menos combativo.
– ¿Qué falta?
- Me quedo con una preocupación. Creo que si bien se avanza algo en materia de gobiernos corporativos, no se avanza lo suficiente. La tensión entre interés político e industrial que va a tener siempre una institución como ésta, exige que uno sea particularmente cuidadoso en términos de buscar cierto balance en su gobierno corporativo que lleve a que las decisiones sean más bien colegiadas.
-¿Qué importancia tiene hoy el Sernac?
-Un mal Sernac puede terminar perjudicando a la economía. Pero una economía sin Sernac, a esta altura del partido y con un nivel de desarrollo como el actual, claramente no es posible.
Agenda pro competitividad
Para Bergoeing la agenda complementa el trabajo hecho desde 2002, lo que es positivo. Además, indica que aún falta cosechar frutos, como por ejemplo, los correspondientes a la agenda “pro crecimiento” del último gobierno, que se verán en los próximos años.
-¿Cómo evalúa el foco de la agenda pro competitividad?
-Va en la dirección correcta, complementa lo que se ha hecho en la última década. Esta agenda no pretende elegir ganadores, sino que busca que los sectores que ya se han desarrollado -salmones, agrícola, minería- generen un impacto mayor en lo que los rodea, promoviendo los clusters, que con buenas políticas podría generar un impacto importante en la ganancia de eficiencia.
-¿Cuál es el pero?
-No acota todos los problemas que tenemos. Me preocupa que no haya elementos que perfeccionen la institucionalidad anti monopolio. Se queda corta en ese aspecto
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-¿En qué hay que avanzar?
-En la delación compensada, incrementar las multas a montos suficientes para que sean disuasivas, un registro nacional de infractores, y que existan sanciones penales, entre otras.
-Algunos dicen que el Estado tiene un rol excesivo a la hora de elegir sectores …
-Los comparto. Hay que tener cuidado. Lo que tiene que hacer la agenda de competitividad no es elegir sectores, sino que buscar si hay barreras para que esos sectores se elijan y que sean eficientes de forma que permitan que el país siga avanzando.
-¿De qué forma?
-Promoviendo la competencia a través de leyes que obligan al mercado a funcionar de una manera distinta -por ejemplo, la licitación de nuevos afiliados, los seguros asociados a los créditos hipotecarios- o fortaleciendo a los distintos actores como ocurrió con la ley del consumidor, o reduciendo las barreras de entrada o salida como ocurre con una institucionalidad antimonopolio adecuada, etc.
Regulaciones bancarias
La normativa de liquidez del Banco Central está siendo estudiada por la industria bancaria. Para Bergoeing, «esta es la norma que necesitamos. Una vez que el mercado termine reaccionando a la norma, exigirá que en algunos casos se desarrollen instrumentos que hoy día pueden no estar disponibles (…) y si alguno no se ha desarrollado por barreras regulatorias es responsabilidad de la industria hacer ver esto a la autoridad para que realicen cambios».
Respecto de la norma de la SBIF que establece exigencias a los bancos para utilizar modelos internos, Bergoeing admite que los mayores desafíos estarán «en los más pequeños y bancos como el Estado, que históricamente han tenido un nivel de capitalización menor (…) Si hay algún banco que no está condición de cumplir a largo plazo, tampoco va a poder cumplir con Basilea III».
No existe conflicto de interés en financiamiento
Que la Superintendencia de Bancos (SBIF) sea financiada por los regulados está en la ley, y «no es decisión del gobierno de turno», puntualiza el ex regulador de bancos, Raphael Bergoeing. Agrega que hay una serie de países en los que se usa el mismo modelo. Este mecanismo surgió para compensar el costo fiscal y regulatorio de las las crisis bancarias, por lo que se optó por exigir a la industria que financiara a la entidad, pero no de manera voluntaria, sino que mediante un aporte fijado en la ley, como porcentaje de los activos que manejan.
Bergoeing indica que ese monto actualmente fluctúa cerca de los US$ 73 millones. Sin embargo, sólo la mitad es utilizado por la SBIF, por lo que el resto queda en el Fondo General del presupuesto. En relación a lo anterior, el ex superintendente del sector indica que si bien los bancos entregan financiamiento, «se usan sólo después de que el presupuesto sea aprobado por la Dirección de Presupuesto del Ministerio de Hacienda». Advierte también que «si hubiese un conflicto de interés -que de existir, es potencial, porque nadie lo ha planteado en la práctica- es entre la Dirección de Presupuesto y los bancos», enfatiza.
Soluciones
Bergoeing plantea que si se analiza la forma de financiamiento de la SBIF, también se debe abordar el gobierno corporativo de la entidad.
«Las mejores prácticas internacionales actualmente plantean la conveniencia de avanzar, como está ocurriendo con la SVS, hacia un gobierno corporativo que quede completamente separado del ciclo político. Con un superintendente que no sea nombrado por el presidente de turno, o que si lo es, pueda asumir su cargos una vez que cuente con la validación, sea después del Congreso, o una comisión que sea elegida por un número de años superior o distinta, al menos, al del gobierno».
Esto, indica Bergoeing, lleva a una discusión que está pendiente y que deriva en dos posibilidades: que la SBIF se mueva en la misma dirección que siguió la SVS, o que la entidad reguladora del sector bancario se vaya al Banco Central.
El ex regulador argumenta que muchas de las materias que le preocupan a la SBIF son las mismas que le corresponden a la división financiera del Banco Central.
Así, entre las ventajas está que la SBIF ingresaría «a una institución que ya tiene las competencias. Con esto se enriquece a la superintendencia en vez de achicarla».
El «pero» estaría en el «grado de tensión que podría haber en algún momento, en el corto plazo, entre el interés del Banco Central por la inflación, a través de su tasa de política monetaria, y la preocupación del superintendente por la estabilidad financiera en la banca».