Difícilmente podremos avanzar en cerrar las brechas económicas si no ocurre un cambio en la forma en que valoramos y distribuimos las tareas al interior de la familia.
El Foro Económico Mundial estimó que la brecha de género global se cerraría en 132 años si mantenemos el ritmo actual. ¡132 años para tener las mismas oportunidades. El libro Disparidad bajo la lupa. Una radiografía a las brechas de género en Chile, que publicó recientemente el Centro de Estudios Públicos (del cual soy editora junto con Rodrigo Vergara), entrega no solo un análisis de las brechas, estimando su magnitud en diversos sectores, sino también identifica los factores que generan dichas brechas y entrega un conjunto de propuestas de política pública que permitan avanzar de forma más rápida.
En materia laboral, Chile es una paradoja. A pesar de que tenemos uno de los PIB per cápita más altos de la región y las mujeres tienen, en promedio, más años de educación que las latinoamericanas, nuestro país presenta una de las participaciones laborales femeninas más bajas y una de las brechas salariales más altas de Latinoamérica. Si bien en los últimos 30 años la participación laboral femenina ha aumentado y la brecha salarial disminuido, desde 2015 la brecha en materia de salario se ha mantenido constante. La brecha no explicada por factores observables y que podríamos interpretar como absolutamente arbitraria es de 16%, pero los factores que explican el resto de la brecha son también producto de sesgos, estereotipos y barreras. Estas diferencias económicas son en parte causa de la condición de vulnerabilidad en que se encuentran las mujeres: tienen mayor probabilidad de caer en la pobreza, pensiones más bajas, sufren en mayor proporción formas de exclusión habitacional (allegamiento, hacinamiento, campamentos, etc.) y aquellas con menores ingresos tienen más probabilidad de ser víctimas de violencia intrafamiliar.
Esta desigualdad económica afecta no solo la calidad de vida y las oportunidades de las mujeres, sino la de la sociedad en su conjunto. El Banco Mundial estimó que la desigual participación laboral de las mujeres tiene un costo para el planeta de 160 trillones de dólares. Por otra parte, los datos muestran que la población más vulnerable de Chile son los niños. Mientras el 9% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza, el 18% de los niños se encuentra en esta situación; niños que mayoritariamente viven en hogares monoparentales de jefatura femenina.
¿A qué se debe esta desigualdad económica? Sin duda los factores son múltiples, pero la desigual distribución de las tareas familiares juega un rol fundamental. Las mujeres asumen en mayor proporción las tareas domésticas, la crianza de los hijos y el cuidado de personas dependientes, dejándoles menos tiempo disponible para el trabajo remunerado. En promedio, las mujeres dedican dos horas diarias más que los hombres al cuidado de los niños menores de cuatro años, casi una hora más diaria al cuidado de personas dependientes y dos horas más a tareas domésticas. Si consideramos tanto las horas del trabajo remunerado y no remunerado, las mujeres en promedio trabajan 1,6 horas más al día que los hombres. Esta diferencia aumenta a 2,1 horas para las mujeres que se encuentran en pareja y trabajando remuneradamente. El aporte a la economía de las actividades de cuidado corresponde al 26% del PIB nacional ampliado según estimaciones del Banco Central. La producción del país y, por tanto, la productividad masculina descansa en parte importante en la tarea invisibilizada que realizan las mujeres, sin recibir retribución alguna.
Difícilmente podremos avanzar en cerrar las brechas económicas si no ocurre un cambio en la forma en que valoramos y distribuimos las tareas al interior de la familia. Y este cambio no parece fácil. La encuesta CEP 2022 muestra que todavía sobre el 50% considera que un niño en edad preescolar sufre si su madre trabaja y que la vida familiar se resiente cuando la mujer trabaja tiempo completo, opinión compartida tanto por hombres como por mujeres. La brecha de género no es un problema exclusivo de las mujeres, sino que afecta a toda la sociedad y su solución es tareas de todos.