La Segunda, 24/3/2010
Opinión

Catástrofes, telecomunicaciones y TV digital

Lucas Sierra I..

En mayo de 1960, un terremoto dejó a la luz la necesidad de contar con un sistema de comunicaciones. Hoy ese sistema existe, pero el terremoto de febrero dejó en evidencia que, en caso de catástrofes, debe funcionar mejor.

En junio de 1960, el gobierno de Alessandri formó una Comisión Nacional de Telecomunicaciones, para definir una política. Cuatro años más tarde se creó Entel, empresa estatal que operó una red de telecomunicaciones a lo largo del país, y con el extranjero. Esa reacción fue propia de su época. Una época de “planificaciones globales” y Estado empresario. Una época en que Chile era mucho más pobre. Hoy las telecomunicaciones tienen una cobertura inédita y hay empresas privadas que las proveen. Salvo por el caso de TVN, el Estado es regulador y no empresario de telecomunicaciones. Las propuestas de mejora deben tener presente este escenario.

Las redes de telecomunicaciones pueden clasificarse de distintas formas. Hay redes de uso estatal y otras abiertas al público. Las estatales son civiles (como las del Gobierno) y militares (por ejemplo, las de la Armada). Estas redes no habrían funcionado bien tras el terremoto. La ex Presidenta se quejó de no tener por varias horas información desde las zonas afectadas. Asimismo, la Armada habría mantenido a las costas desinformadas por largo tiempo. Respecto de las redes abiertas al público, hay críticas a la telefonía celular.

Todas las redes de telecomunicaciones deben cumplir dos requisitos básicos: confiabilidad y autonomía energética. La intensidad con que deben cumplirlos en casos de emergencia varía: cabe exigir más a las estatales que a las abiertas. Así, es más reprochable que el Gobierno y las FF.AA. no se hayan comunicado debidamente, ni advertido del maremoto, que el haberse saturado la telefonía celular.

Las mejoras deberían poner el acento en las redes estatales. En catástrofes, la mayor confiabilidad la dan las redes móviles satelitales. Las alámbricas sufren los daños que un terremoto produce en toda estructura física. Y las antenas fijas que no se caen pueden desalinearse con la vibración. Por eso, las redes de emergencia del Estado deben ser satelitales y móviles, con baterías de respaldo alimentadas por energía solar, eólica o una combinación de ambas.

Parece sensato que las redes abiertas al público se diseñen, fundamentalmente, para tiempos de normalidad. Lo contrario implicaría un costo excesivo. Pero también se puede avanzar. En el caso de la telefonía celular, se podría contemplar la posibilidad de degradar la voz para no saturar redes, permitir sólo mensajes de texto, acortar las llamadas o permitir sólo las de emergencia. También se podría exigir más y mejores baterías de respaldo para las antenas.

Por último, está a mano la posibilidad de contar con un eficaz sistema de alerta. El modelo original de la norma de TV digital adoptada por Chile permite mandar alertas a los receptores de TV, aun cuando estén apagados, y a los celulares. Se diseñó en Japón pensando, precisamente, en maremotos. Así, los habitantes de la costa podrían ser alertados por la TV y por sus celulares. Y también las comisarías, retenes, alcaldías de mar y capitanías de puerto, que deberían tener la obligación de mantener sus receptores siempre conectados a baterías de respaldo.

“El modelo de la norma japonesa de TV digital permite mandar alertas a los receptores de TV”.