La forma en los seres vivos se origina en las dimensiones temporales de la ontogenia y la filogenia, utilizando estrategias de tipo determinístico y regulativo. En la ontogenia de los animales, la forma se expresa inicialmente en las células, las que funcionan como unidades morfogenéticas primordiales o ladrillos generadores de forma, y a partir de ellas se transmite a niveles de organización biológica más complejos tales como tejidos y órganos, para finalmente moldear al organismo completo. El proceso generador de forma no sólo depende de la acción de genes y de su interacción con el medio ambiente, sino que además se rige por los principios generales de la física y las matemáticas, una idea inspirada en el legado de Sir D’Arcy Wentworth Thompson en su libro titulado On Growth and Form (1917).