Las noticias perturbadoras que emanan de Chile me llegan en Pollença, un antiguo pueblo al noreste de Mallorca. Fue uno de esos maravillosos lugares que escogió José Donoso para vivir durante su larga estadía en España. En Pollença escribió una buena parte de «El obsceno pájaro de la noche». Felizmente, las noticias llegaban en esa época a la tranquila velocidad de las cartas, lo que liberaba a Donoso del peso de la coyuntura chilena, permitiéndole detenerse en la esencia del país. En «El obsceno pájaro», uno de inconfesables esqueletos, de atormentados monstruos ocultados detrás de apacibles fachadas.
Me pregunto qué pensaría Donoso de las hordas de estudiantes protestando actualmente en las calles. Busco una respuesta en mis recuerdos de «Casa de campo», la novela en que hordas de jóvenes se aprovechan de que los adultos los hayan dejado solos para arrancar las rejas que encierran el parque, y convertirlas en lanzas de guerra. La escena es una poderosa metáfora de rebelión juvenil. Por lo que a Donoso no le sorprendería, creo yo, la furia, la intransigencia, la incontinencia de los estudiantes de hoy. También destacaría, tal vez, algunos esqueletos reales que ellos han descubierto en el closet de los adultos, como el del lucro en algunas universidades.
En Pollença también me llega la encuesta del CEP y, a pesar de lo mal que sale un gobierno que yo apoyo, trae algunas noticias buenas. Porque confirma que, después de todo, vivimos en un país sensato, y que no estamos tan desesperados como algunos nos quisieran ver. Más del 80 por ciento de los encuestados se declara satisfecho con la relación que tiene con su pareja, sus hijos y sus amistades. Un 77 por ciento está satisfecho con su «vida en general» (en 1995 era el 62 por ciento). Casi un 70 por ciento se siente satisfecho con el lugar donde vive, y con su trabajo.
Éste no es el Chile de los noticieros, con sus tragedias, sus calamidades, sus catástrofes diarias. Debido a ellos, muchos chilenos, a pesar de sentirse bien, suponen que los demás están mal. Si no, ¿cómo se explica que un 50 por ciento se siente satisfecho con su situación financiera, pero sólo el 22 por ciento cree que la situación económica del país es «buena o muy buena»? Tampoco es el Chile de la clase política, de la cual los chilenos se sienten cada vez más distantes. Sólo una minoría se identifica con las coaliciones de partidos, o con las categorías, como izquierda, derecha o centro, que éstos manejan. Los políticos no han sabido interpretar a una ciudadanía cada vez más independiente, cada vez más reacia a ser reducida a esquemas simplificadores.
Los políticos, cuando se sienten rechazados por la gente, por instinto recurren a lo que más les nace hacer: tratar de complacerla. Por eso propenden ahora al populismo, denostando a los tecnócratas y clamando por más «política». Lo que no se les ocurre es que, para no ser rechazados, tendrían que probar algo realmente distinto; tendrían que reinventarse. En Chile, la demanda por populismo es a toda vista muy baja, y el repudio a los «tecnócratas», una excentricidad de los políticos poco compartida por los ciudadanos.
Por cierto en Pollença hablo con cautela de Chile. Dada la vertiginosa semana vivida en tantos países, nuestras preocupaciones les podrían parecer algo ensimismadas y desubicadas, como si viviéramos en otro planeta. En cuanto a los estudiantes, que, tras arrancar las rejas del parque, portan lanzas para librar una batalla de todo o nada, me preguntan en Pollença si no son hijos de una bonanza de cobre que de un día para otro se podría acabar. ¿O será, me preguntan, que en el internet que usan para reunirse, no ven las noticias internacionales?