El Mercurio, 14/1/2012
Opinión

«Columnita»

Lucas Sierra I..

El vocero de Gobierno lo descartó como una «columnita» más. Pero el editorial del domingo pasado del «Financial Times» -no un pasquín de izquierda, precisamente- sobre la situación política de Chile y el papel del Gobierno en ella, fue demoledor. Y los hechos políticos de esta semana sólo lo confirmaron.

El cambio de «dictadura» a «régimen» en los textos escolares -un cambio tan simbólico como innecesario-, es interpretado por el editorial como sintomático de Chile: un atleta económico, pero un lisiado político. Crudo disparo de síntesis anglosajona.

Luego, el editorial se dirige al Gobierno. Define al Presidente como un liberal en economía y un desideologizado en política. Esto último, sugiere, podría haber servido para parchar las grietas que aún dividen a la sociedad chilena a más de 20 años de haber recuperado la democracia. Pero, con decepción, el editorial reconoce que no ha sido así y que, por el contrario, la polarización ha aumentado bajo este gobierno.

En lugar de haberse transformado en un activo político, ese bajo compromiso ideológico ha devenido en punto ciego. Incluso desde una óptica puramente administrativa, el editorial acusa una creciente pérdida de control del Presidente sobre su equipo.

Y entonces la UDI entra en escena. El partido más grande de Chile, del cual el Presidente es un «rehén». Tanto más cuanto más caen los índices de aprobación presidencial. ¿La salida? Concentrarse en la reforma política. Para esto, concluye el editorial con otro balazo de síntesis anglosajona: Chile necesita un hombre de Estado y no un gerente debilitado.

Al día siguiente de publicada esa «columnita», se informó que la UDI le cerró la puerta al Presidente para la reforma política. Y sobre la reforma tributaria ya no se sabe si habrá, si no habrá, y, de haberla, si será para subir o bajar impuestos.

¿Dónde está el hombre de Estado? El bajo compromiso ideológico del Presidente le está pasando la cuenta. ¿Qué piensa él, primero que nadie, sobre el binominal y sus conocidas alternativas? ¿Qué piensa él, un economista bien formado, sobre la actual estructura y carga tributaria?

Porque no parece un buen camino, para iniciar reformas así de importantes y controvertidas, pedir que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo antes. Esto es apostar al inmovilismo. El hombre de Estado (o la mujer, claro está), define ciertas convicciones mínimas y abre el debate. Para que los acuerdos se construyan en el camino. Para eso es la deliberación en democracia.

Pero esas convicciones no se ven, generándose un vacío que es llenado por el oportunismo incombustible y cortoplacista de la UDI, y por el miedo a la extinción de algunas especies en RN.

La negativa a la reforma política es suicida, sobre todo hoy, con inscripción automática. Todos han sido sentados a la mesa. No se les puede seguir ofreciendo el mismo y aburrido menú binominal.

Pero la reforma parece cada vez más difícil, porque la aparente falta de convicciones del Presidente, unida a su baja popularidad, han hecho brotar una vez más el mal endémico de nuestro presidencialismo: un Presidente débil porque no tiene mecanismos institucionales para ordenar su propia coalición.

Como su popularidad es baja, los parlamentarios preocupados de su propia reelección tienen todos los incentivos para desmarcarse. Esto puede llegar al punto de no querer sacarse la foto de campaña con el Presidente. Como en el presidencialismo la suerte de los parlamentarios no está unida a la del gobierno, no siempre conviene ser leal. Y así está la cosa: un desorden más intenso que el usual en RN y un discolaje miope, insufrible, en la UDI.

Por esto el «Financial Times» no se equivoca: en su análisis subyace el problema endémico del presidencialismo chileno. El Presidente podrá ser rehén de la UDI porque antes ha sido secuestrado por el demonio del presidencialismo.

¿Columnita? Quizás ésta que usted lee ahora, porque es evidente que esa otra no.