El Mercurio, lunes 4 de octubre de 2004.
Opinión

Concesiones de TV

Lucas Sierra I..

La compra de Chilevisión esconde un fantasma del pasado.

El usualmente calmo mercado de la propiedad televisiva parece agitado. Se ha hecho una oferta por Chilevisión, cuyo controlador, el grupo extranjero Claxson, habría aceptado. Sería la segunda vez que este canal, uno de los cuatro canales «históricos», cambia de manos. Los otros tres no lo han hecho nunca. El cambio, sin embargo, no parece fácil. Nadie tiene la plena propiedad de Chilevisión: Claxson tiene su usufructo, mientras la nuda propiedad sigue siendo de la Universidad de Chile. Para complicar las cosas, el usufructo termina el año 2018, pero la concesión de la universidad es indefinida. Esto refleja la peculiar historia de la televisión chilena, que mañana cumple 47 años.

El 5 de octubre de 1957, desde la Universidad Católica de Valparaíso se transmitieron imágenes y sonidos que fueron captados por un receptor frente a la plaza Victoria. Las universidades Católica y de Chile siguieron en Santiago. En 1960, las tres universidades transmitían televisión, y en 1969 se unió TVN. El grupo de los canales históricos quedó conformado.

El origen universitario de la televisión es una rareza chilena. A diferencia del mito que suele oírse, poco tuvo que ver con ese origen el idealismo cultural. Más tuvo que ver una desafortunada combinación de factores: el modelo político instaurado a partir de 1932 (el llamado «Estado de compromiso»), la estrategia de «sustitución de importaciones» adoptada para el desarrollo económico, y ciertas características de la ley de telecomunicaciones de la época.

En el «Estado de compromiso», las universidades tenían un peso político importante, que les ayudó a posicionarse en la naciente industria. Además, fueron exceptuadas de las restricciones arancelarias que se impusieron para «sustituir» importaciones, por lo que pudieron importar la tecnología necesaria. Por último, las telecomunicaciones se regían por una ley de 1958 que, siguiendo una antigua tradición, entregaba al Gobierno una facultad absoluta para dar o negar concesiones.

Así, Jorge Alessandri y Eduardo Frei pudieron rechazar todas las solicitudes de concesión que presentaron chilenos y extranjeros. El primero, por conservador y receloso de los medios de comunicación; el segundo, porque su interés era un canal de gobierno. Sólo pudieron florecer los tres canales universitarios, tolerados por la fuerza de los hechos, y TVN. Este restrictivo esquema significó que la televisión llegara tarde a Chile, y facilitó la entronización de un oligopolio legal que duró hasta 1989.

Desde ese año hay libre entrada al negocio televisivo, pero el pasado oligopólico está vivo en la excepcional situación en que siguen los canales históricos. Se aprecia en el carácter y duración de sus concesiones: provienen de un acto legislativo y duran indefinidamente. Hoy, en cambio, las concesiones se entregan por actos administrativos y duran 25 años.

No se ven razones para esta diferencia, que parece un privilegio injustificado. Y, como lo enseña la compra de Chilevisión, tales privilegios son siempre refractarios a la fluidez institucional y la libre circulación de la riqueza.