La Segunda
Opinión
Constitución

Conciencia de lo que está en juego

María José Abud S..

Conciencia de lo que está en juego

El mundo político tiene una oportunidad única no solo de reivindicarse, sino también de enmendar este desolador escenario cruzado por el pesimismo y la desconfianza.

La demanda ciudadana por una nueva constitución se ha desacelerado. Las últimas encuestas muestran que las preocupaciones han transitado legítimamente a la situación económica y a los desafíos en seguridad, revelando, asimismo, que la ciudadanía tiene poca confianza en que se llegue a un acuerdo constitucional antes de fin de año. Luego de la frustración que nos provocó la Convención, la cual destacó por sus excesos e irresponsabilidades, hemos caído en una mezcla de falta de interés y desesperanza. Este clima ciudadano es de suyo peligroso, pues tenemos una constitución deslegitimada, tanto políticamente como en su contenido. Por ello es urgente contar con una nueva carta fundamental que, entre otras cosas, reforme nuestro sistema político y entregue un marco para transitar hacia un Estado social.

Llevamos casi tres meses de una negociación que, a pesar de las palabras de buena crianza previas al 4 de septiembre, se ha caracterizado por una escasez transversal de entusiasmo. Si bien el compromiso de contar con una nueva constitución continúa vigente, el debate ha carecido de sentido de urgencia y acercamiento de posturas. Pareciera ser que tanto el oficialismo como las principales fuerzas de oposición tienen fuertes temores electorales en caso de que se acuerde un órgano 100% electo. Estamos, así, frente a un baile de máscaras en que lo que se dice en privado está muy lejos de concretarse en declaraciones públicas, y en que los intereses sectoriales están por sobre los colectivos.

Al parecer no existe suficiente conciencia de lo que está realmente en juego. Según la última encuesta CEP, la confianza en los partidos políticos y en el Congreso es de un 4% y un 10%, respectivamente. Solo un 9% de los chilenos cree que es posible confiar en las personas y un 52% considera que la situación que atraviesa el país es negativa. El mundo político tiene una oportunidad única no solo de reivindicarse, sino también de enmendar este desolador escenario cruzado por el pesimismo y la desconfianza.

Es ese mismo mundo el que debería comenzar a resolver de una buena vez el problema constituyente y constitucional que venimos arrastrando incluso con anterioridad al estallido social, demostrando que es posible llegar a soluciones por la vía de los grandes acuerdos políticos, tal como ocurrió en noviembre de 2019. Si se llega a buen puerto, estaremos frente a uno de los acuerdos más trascendentales desde el retorno a la democracia. Esto comprobaría que los partidos políticos sí son capaces de formular agendas que vayan más allá de la coyuntura. Ello, por supuesto, puede tener costos en lo inmediato; sin embargo, es un desafío ineludible para salir de la crisis institucional y política en que nos encontramos.