Ex-Ante
Opinión
Salud

Crisis de las isapres: No estoy loco

Sebastián Izquierdo R..

Crisis de las isapres: No estoy loco

Es cierto que urge una reforma estructural y una modernización a Fonasa. Lamentablemente, un cambio al sistema no resuelve el problema si todo cae antes. Lo que hoy necesitamos es que se impulsen medidas regulatorias ágiles.

¿Qué pasa si mi isapre quiebra? Es la pregunta que hoy ronda en los más de tres millones de beneficiarios, que ven con terror enfrentarse a un problema de salud en este contexto de profunda incertidumbre. Después de la delincuencia, la salud es el problema al que la ciudadanía pide que el Estado dedique su mayor esfuerzo en resolver (CEP, 2023). No es extrañar que sea así si consideramos que ha sido un anhelo histórico, el cual se profundizó tras la llegada del COVID-19.

Han sido tiempos difíciles para las isapres. Los ingresos aportados por las cotizaciones (única fuente de financiamiento de las aseguradoras) no han sido suficientes para solventar una serie de factores que han implicado un fuerte crecimiento en sus costos operacionales. Dentro de ellos, un explosivo aumento en el gasto en licencias médicas y en las prestaciones bonificadas post pandemia, que se debe también a la mayor frecuencia de enfermedades crónica y al envejecimiento de la población. A lo anterior se suman las masivas judicializaciones de los asegurados frente al aumento en el precio base de los planes de salud, los cuales después de haberse mantenido congelados por casi dos años producto de la pandemia, y tras haberse aprobado la ley N°21.350 –que buscó darle objetividad y transparencia a las alzas de precio base de los planes-, llevó sorpresivamente en agosto del año pasado a que la Corte Suprema dejara sin efecto el alza general, exigiendo que el nuevo reajuste de precio se realizara con una mayor especificidad.

Este cóctel se complejizó aún más tras el nuevo dictamen del máximo tribunal del 30 de noviembre recién pasado, el cual reconoce la posibilidad de las isapres de que el precio del plan cuente con una tabla de factores, para que puedan fijar los precios de reconociendo indirectamente el riesgo de la población distinguiendo siete tramos de edad y sin realizar diferencia por sexo, ordenando así que toda la cartera de afiliados deba transitar a dicha Tabla Única de Factores (además de no poder cobrar por menores de dos años edad). Lo anterior implicaría que deben compensar a los asegurados cuyo plan (aplicando la citada tabla) resulte más barato que el cobrado.

Desde la industria prevén que este último fallo implicaría desembolsar cuantiosos recursos, en un contexto de fragilidad en el que los efectos pueden ser sistémicos para toda la red. Un escenario de crisis en este panorama sería desastroso, ya que Fonasa está lejos de ser capaz de absorber más adeptos, pues hoy se encuentra colapsado. Si no pregúnteles a las personas que están detrás de más de 3 millones de consultas para ver un especialista, en listas de espera que tardan 399 días. Justamente aquí se encuentra el meollo del asunto. ¿Qué pasará con el 42,5% de los cotizantes de las isapres que se encuentran cautivos por alguna enfermedad? Lo que está claro es que, con las condiciones actuales, no podrán acceder a un seguro complementario, ni tampoco recibir continuidad oportuna a sus tratamientos. Por otra parte, las clínicas también se verán afectadas, pues desaparecerá su principal fuente de financiamiento, con graves efectos en los servicios que brindan a más de 10 millones de personas (muchas de ellas del propio Fonasa). Todo esto podría desencadenar una crisis sanitaria, social y política importante. Incluso, algunas ex autoridades han advertido que esto puede producir un estallido social de la clase media. Nada más sistémico que un derrumbe de fichas de dominó.

En este complejo escenario, las agonizantes isapres esperan impacientes a las definiciones que debe dar la Superintendencia para la implementación del fallo, pues en su interpretación se juega la viabilidad financiera y operativa de estas. Poca esperanza se ve en ese camino, pues el Gobierno sueña con traspasar a todos a Fonasa y eliminar por secretaría las isapres, dando así cumplimiento al anuncio del director del director del organismo público, quien sostuvo 6 meses atrás que “la idea es que (las isapres) desaparezcan del mapa de la seguridad social”. El tiempo corre a favor de quienes quieren ver caer el sistema y, precisamente, frente a la inacción del Ejecutivo, el Poder Legislativo sacó una carta bajo la manga: enviar un proyecto de reforma constitucional, que busca, a través de una interpretación, brindar mayor gradualidad y ciertos resguardos a la aplicación del reciente pronunciamiento de la Corte Suprema, en pos de darle sostenibilidad a las isapres y evitar el colapso del sistema público.

Es cierto que urge una reforma estructural y una modernización a Fonasa. Ahora bien, las voluntades política han escaseado y, lamentablemente, un cambio al sistema no resuelve el problema si todo cae antes. Lo que hoy necesitamos es que se impulsen medidas regulatorias ágiles y con la prontitud que esta crisis requiere. Para esto se debe dejar de lado todo anhelo ideológico y se tiene que poner al centro el bienestar de la población.

Darle sostenibilidad operativa y financiera al aseguramiento privado en salud es el primer paso para hacerse cargo de la necesidad de reformar el sistema de isapres en el mediano plazo, para llegar a una reforma que permita avanzar hacia un régimen de salud que entregue un acceso oportuno, sostenible y equitativo, sin entregar el monopolio de la administración de las cotizaciones a un ente estatal, y que permita que nuevas administradoras privadas de seguridad social en salud y públicas convivan en la administración de los recursos, tal como nos reveló los recientes resultados de la encuesta CEP (60% de la población prefiere que existan actores privados y estatales a la vez). El cronómetro está corriendo, y como dijo la semana pasada el superintendente de Salud al referirse a la implementación del fallo: “Sería una locura (dejar caer a las isapres) y yo no estoy loco”.