La Tercera, domingo 5 de noviembre de 2006.
Opinión

Crónica de un estancamiento negado

Alexander Galetovic, Raphael Bergoeing Vela.

A mucha gente le asombra que el crecimiento actual sea magro, justo cuando el mundo está creciendo como nunca y el precio del cobre anda por los cielos. A nosotros nos asombra que tanta gente crea que el problema comenzó este año. Porque estamos creciendo lento desde 1998, aunque sólo ahora nos estamos preguntando por qué.

La historia reciente se puede dividir en dos periodos. Entre 1986 y 1997 la economía chilena creció 7,6% cada año y el PIB per cápita, que creció 6%, se duplicó. No es una exageración decir que fue nuestro período de oro, pues en 12 años avanzamos lo que nos tomaba más de 60 a las tasas previas a las reformas. Lamentablemente, en 1998 el crecimiento cayó, inicialmente por la crisis asiática. Pero si bien se dijo que la caída era transitoria -de hecho, en 1999 Lavín y Lagos prometieron crecer al 7%- unca nos recuperamos. Así, entre 1998 y 2006 habremos crecido sólo 3,7% al año (2,4% per cápita).

Esos son los hechos. La pregunta es por qué nos demorado ocho años en darnos cuenta que tenemos un problema. Seguramente hay más de una razón, pero una fundamental es que el gobierno del Presidente Lagos decidió negar que la economía crecía mal. Al principio la excusa fue que el mundo estaba creciendo más lentamente. Pero ya en 2003 Harald Beyer señalaba en una columna que Chile había caído fuertemente en el ranking de crecimiento. Hoy sabemos que la brecha de crecimiento cayó: durante el periodo de oro Chile creció 4,8 puntos más rápido que el mundo; después de 1998 el mundo siguió creciendo igual, pero la brecha cayó a sólo 0,8 puntos (ver el gráfico).

Sea como fuere, hacia 2004 el gobierno reconoció que ya no volveríamos a crecer al 7%. Uno hubiera esperado entonces una franca discusión sobre qué hacer. Pero en vez de eso ocurrió algo sorprendente: el gobierno sostuvo que lo estaba haciendo muy bien y que podíamos alcanzar el desarrollo en 15 años. ¿Cómo? Existe una forma de medir el PIB que se llama a “paridad de poder de compra’’ o PPC. En esencia, consiste en valorar lo producido en Chile a los precios de países desarrollados. Y como allí los servicios son más caros, nuestro PIB per cápita en PPC es más alto, unos US$12.000. Y así se mataban dos pájaros de un tiro. Nuestro nivel de vida era mucho mejor de lo que suponíamos y el desarrollo estaba muy cerca (el per cápita de un país desarrollado modesto es cerca de US$ 18.000).

Pero tal evaluación se sustentaba en dos errores. Uno es que el PIB a PPC, si bien apropiado para comparar niveles de producción, no es un buen indicador del nivel de vida de la mayoría. No hay espacio para explicarlo, pero es como decirle a la señora Juanita que debiera estar feliz con su sueldo de secretaria porque en Estados Unidos le pagarían cuatro o cinco veces más (los servicios son más caros) y tendría auto. El otro error era decir que como nuestro PIB per cápita ya era US$12.000, creciendo al 6% al año, nos demoraríamos 15 en ser como Portugal o Grecia, los países desarrollados más modestos. Pero eso es mezclar peras con manzanas. Porque si se quiere proyectar con el crecimiento del Banco Central, hay que usar como punto inicial el PIB per cápita real en pesos, transformado a dólares. Alternativamente, si se toma como punto inicial el PIB per cápita a PPC, habría que usar una tasa de crecimiento en PPC, la que, todo lo demás constante, es siempre más baja (*).

¿Y qué dice el gobierno actual? Negar el problema sigue siendo, en lo fundamental, su política. Porque ahora ocurre que crecer apenas 3,5% per cápita no es malo. Después de todo, dicen, es mucho más que lo histórico y, en todo caso, el periodo de oro fue resultado de reformas macro evidentes y ya no queda mucho por hacer. Incluso se ha comenzado a decir que con el nivel de desarrollo que ya hemos alcanzado no podemos crecer sostenidamente más que 5,5%.

Nuevamente, los datos no apoyan al discurso. En 1997, antes del inicio de la crisis asiática, el PIB per cápita de 48 países superaba al chileno. De ellos, 21 crecieron más rápido que nosotros desde 1998. Irlanda, la estrella, creció 7,9% al año, pese a que ya en 1980 su PIB per cápita se empinaba por sobre los US$20.000. Y, por supuesto, varias experiencias puntuales exitosas durante los últimos 60 años, sobre todo en Asia, también indican que podríamos crecer durante periodos prolongados incluso más que el 7,6% del periodo de oro.

Pero para que eso ocurra es necesario hacer la pega. Por ejemplo, flexibilizar el mercado laboral; o modernizar al Estado aplicando, por fin, la reforma de la gerencia pública, cambiando su régimen de gestión y disminuyendo la maraña regulatoria. Y, por supuesto, mejorar el ambiente para los negocios. Por ejemplo, dos ranking internacionales recientes indican que en contratación y despido de trabajadores Chile se ubica 62 entre 125 países y en la categoría “trámites necesarios para cerrar un negocio” nos ubicamos en el lugar 107 entre 175 países. Además, empezar un negocio formal toma seis meses y cuesta mucho más de lo que puede pagar un empresario pequeño. Y así se puede seguir con las reformas ambientales, las urbanas, tributarias, de la regulación de servicios públicos y tantas más.

El trabajo por delante es enorme y variado. Pero, precisamente por eso uno puede seguir optimista a pesar del contumaz conservadurismo oficial -con tantas oportunidades bastaría simplemente con hacer la pega-. Además, ahora hay plata, hay más gente capaz y ya lo hicimos una vez. Sólo falta un gobierno que lo entienda y sepa cómo hacerlo de nuevo.

Alexander Galetovic es profesor en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Los Andes e investigador del Centro de Estudios Públicos.
Raphael Bergoeing es profesor en el Departamento de Economía de la Universidad de Chile y Economista Jefe de Banchile Inversiones.

(*) Una demostración se encuentra en Daniel Nuxoll, “Differences in Relative Prices and International Differences in Growth Rates”, American Economic Review, vol. 84, pp. 1423-36, 1994.