El analista cree que el gobierno falla en dejarle los temas políticos a la oposición; plantea que reformar el binominal es urgente y adelanta que frente a un empate entre Allamand y Longueira, Golborne puede ser una solución que deje a todos contentos.
Por Antonieta de la Fuente.
Decenas de fotografías, cientos de publicaciones de arte, política, economía, historia y diseño en estanterías de suelo a techo, espejos, cuadros, papeles murales con estampados, esculturas, alfombras multicolores y varios libros abiertos o con marcadores, repartidos sobre mesas, veladores, arrimos y sofás. El despacho de David Gallagher en su departamento de Américo Vespucio Norte habla por sí solo. No podía ser de otra manera para este intelectual liberal, consejero del Centro de Estudios Públicos (CEP), asesor financiero internacional y socio fundador del banco de inversiones Asset Chile. La multiplicidad de mundos en que se mueve Gallagher impresiona. Y por lo mismo, su completo análisis sobre la actualidad política y económica siempre nutre el debate y da de qué hablar.
No está pesimista frente a la situación política que vive Chile, pero tampoco derrocha optimismo. Pero cree que, en general, “el gobierno es muchísimo mejor de lo que la gente cree” y que “probablemente va a ser bien recordado”.
Donde sí arremete con fuerza es en el estilo de gobernar. “La centroderecha comete un error cada vez que se usa esa retórica que sugiere que los problemas políticos sólo le interesan a la élite política y que ellos están por los problemas de la gente… la famosa frase de Lavín” y agrega que “en el tema del binominal se perdió una oportunidad”.
-¿Cree que el alza en la popularidad del gobierno en las encuestas está marcando un punto de inflexión y que puede empezar a repuntar hacia delante?
-Depende de lo que haga el gobierno, porque tiene su propensión a meter autogoles. El gobierno en estos momentos está actuando bastante bien, creo yo, y debería haber un punto de inflexión. Aquí hay varios temas. Si miras la evolución de la popularidad de Bachelet, ella tenía una tasa de rechazo mayor que la de aprobación; por lo menos, en la encuesta CEP a sólo 18 meses de terminar su mandato. Comenzó a dispararse como a fines del penúltimo año y ya el último año se consolidó su popularidad, pero fue muy impopular en la primera mitad de su gobierno.
-¿Qué incidió en ese repunte?
-Creo que cambió su política comunicacional y ahí se posicionó como más jefa de Estado que como jefa de gobierno. Dejó a Andrés Velasco haciendo las veces de primer ministro y lo hacía muy bien. Es curioso, dado este diagnóstico de que la Concertación tiene que estar más de izquierda. Porque la popularidad de Bachelet se dispara cuando sale Andrade y, en vez de existir este empate entre Andrade y Velasco, queda Velasco solo. Lo que significa que la sensatez y la economía de mercado en Chile son más populares de lo que la gente cree. Los primeros dos años son difíciles para los presidentes porque el recién electo levanta enormes expectativas. Más aún si, como fue el caso de Piñera, el presidente alimenta esas expectativas de forma desmesurada con una sobreventa de sus capacidades. Todas estas expectativas se topan con el hecho real que es muy difícil gobernar. Los países son muy complejos, entonces los gobiernos después de una luna de miel, y pasa en muchos países, caen en popularidad.
-¿El incierto panorama económico puede repercutir en la popularidad del gobierno hacia adelante?
-En el gobierno de la Bachelet, la popularidad del manejo económico como el de la presidenta se disparó con la crisis. En el fondo subió el desempleo, el crecimiento estaba en cero e incluso un poco negativo. Se pasaba por una crisis y es verdad que eso dio el pretexto para que el gobierno diera mucho bono y esos bonos son bastante potentes en materia de popularidad. Pero parece que el crecimiento económico, el ritmo del crecimiento económico mismo, no está tan relacionado como uno pensaría que debería estar con la aprobación del manejo económico. Yo creo que lo que importa es que la gente sienta que el gobierno está manejando bien la crisis. El hecho que haya crisis no va a significar que el gobierno se vuelva más impopular, todo lo contrario. Eso es lo que pasó con Bachelet.
-¿Cree, como plantean algunos, que los principales enemigos del gobierno están en su propio bando?
-Hay veces en que la UDI está alineada y que RN está más desalineado, y a veces es al revés. Los dos partidos, como todos los políticos en Chile, tienen sus arranques populistas. En materia de impuestos a los combustibles la UDI es el partido más populista con esta obsesión en este tema. Con el salario mínimo ha sido RN el más populista.
-¿Qué le pareció la actitud de Carlos Larraín la semana pasada, cuando abandonó La Moneda en la discusión del salario mínimo?
-Estimo mucho a Carlos Larraín. Creo que su lenguaje a través de los últimos dos o tres años es divertido de oír, pero de verdad se esta comportando como niño chico. Se está auto-saboteando, creo yo. No puede un jefe de partido enganchar con un diputado como lo hizo él y además faltarle el respeto al presidente de la república. En Chile la presidencia como institución republicana es algo que valoramos mucho y no puede un senador picarse de esa forma e irse y hacer un desaire al presidente. Pero los gobiernos con sus coaliciones siempre tienen problemas. En Chile en vez de tener bipartidismo, como en otros países que tienen sistemas electorales mayoritarios, tenemos “bi-coalicionismo”, y está claro que siempre va a haber díscolos y rebeldes. Imagínate qué va a hacer un gobierno mañana de Michelle Bachelet con la coalición, si es que se puede llamar coalición, que tiene o tenía, si uno observa lo que es la Concertación en estos momentos.
-Hay gente que dice que incluso que cuando Bachelet decida finalmente ser candidata, podría presentar ese tipo de problemas. ¿Lo ve así?
-Creo que si. Si uno examina el fenómeno de Bachelet, su popularidad arranca bastante tarde. Se consolida sólo en su último año de gobierno, no antes, y de ahí se va del país. Se convierte en un mito. Y bueno, volver a Chile, enfrentarse con la realidad del país y tener que comentar todos los temas, deber estar rodeada de gente tan impopular como son los prohombres de siempre de la Concertación, va a ser una prueba dura. Puede ser que esta popularidad que tiene desde su último año en Chile, tenga mucho de espuma, mucho de burbuja, y que se desplome en el momento que vuelva.
-¿Y cree que Andrés Velasco tenga oportunidad?
-Es bien político Velasco, no hay duda. Bueno, yo le tengo mucha simpatía. Encuentro que sería un lujo como presidente, pero lo veo muy difícil porque los anticuerpos que provoca en los partidos de la Concertación son feroces y creo que es muy cuesta arriba para él, a menos que no vuelva Michelle Bachelet. Y ahí la carrera de la centroizquierda está muy abierta. Si ella no vuelve puede pasar cualquier cosa. Ahí habrá cuatro o cinco candidatos, entre ellos Andrés Velasco, Lagos Weber, Orrego. Esos son los tres principales. No veo a la Ximena Rincón, puede ser que arranque, pero no lo veo.
-¿Velasco dio en el clavo con las acusaciones a Girardi? ¿Fue una buena estrategia?
-Sin duda. Tocó un tema que obviamente tuvo muchas respuestas en el mundo político, tuvo apoyo. Expresó lo que mucha gente siente de la política. En política siempre es rentable confirmarle a la gente sospechas viscerales que tiene y que se diga, todo el mundo lo sabe, pero que se diga abiertamente que hay clientelismo. La gente lo aprecia y Velasco se anotó un punto. Nunca puede ser nocivo para la política diagnosticar uno de sus defectos, lo que es nocivo es tratar de ocultarlos.
-En una entrevista en Revista Capital, Velasco dijo que estas malas prácticas se han incrementado en el actual gobierno, específicamente en el sistema de Alta Dirección Pública…
-No me he metido mucho en ese tema, pero he oído esa acusación. No me cabe duda que las malas prácticas no son sólo de la Concertación. Son de ambos lados. La Concertación estuvo 20 años y por acumulación hay probabilidad de que sean más agudas en la Concertación que en la Alianza. Pero que en la Alianza hay malas prácticas, las debe haber.
“El binominal no da más”
-¿Cree que hay un desencanto con la manera cómo se desarrolla la política en Chile?
– La política se ha desprestigiado. Y eso es bastante peligroso. Yo lo atribuyo a que es un fenómeno mundial y la gente se ha vuelto más escéptica con la política. Tiene que ver con falta de liderazgo y en Chile tiene que ver con un tema puntual, que es que el sistema que tenemos para elegir a nuestro Congreso no es sostenible. El sistema binominal, por mucho que creo que haya servido al país durante sus primeros 20 años, no da más. Uno se da cuenta de lo poco realista que es el sistema binominal para un país que quiere que su política tenga legitimidad, cuando uno trata de explicarle a un extranjero de que en realidad las elecciones en Chile tienen que ver con una competencia entre dos personas de una misma alianza… es algo muy extraño. Los partidos políticos en Chile también necesitan democratizarse. Algunos tienen barreras de entrada, otros tienen elecciones internas poco transparentes. Los políticos están jugando con fuego y yo creo que no se dan cuenta.
-¿Cuáles son las razones profundas que no permiten cambiar este sistema?
-Cualquier cambio es una amenaza para la permanencia en los actuales cargos. El sistema binominal ha logrado apernar a todo un grupo de personas que parecen inamovibles. Por ejemplo, el consejo de la UDI, del fin de semana pasado. ¡Son las mismas personas que estaban ahí como cuando estaba vivo Jaime Guzmán! No conozco ningún país donde tú puedas ver a los mismos personajes alternándose como presidente del partido o como parte de la mesa. Por mucho que uno los aprecie como personas. El mismo Jovino Novoa, el mismo Longueira… son exactamente la misma gente. El PPD ha tenido un poquito más de cambio, pero la verdad es que el PPD se fue al chancho.
-¿Al chancho en que sentido?
-Cuando se formó como partido instrumental como le llamaba Lagos, era un partido liberal de centro, de centro laico, una alternativa a la Democracia Cristiana para quienes querían estar en el centro de la política chilena sin tener una dimensión confesional. Había gente de todos los ámbitos que entraba al PPD. Pero ahora Girardi se ha enamorado de estos movimientos ciudadanos y quiere estar con ellos, quiere estar a la moda con este proyecto de gran coalición con los movimientos ciudadanos. Por otro lado, está esta idea, absolutamente errónea creo yo, de que la derrota de la Concertación o de Frei en las elecciones, se debió a que no estaban suficientemente conectados con la izquierda y que se perdió por ese lado la elección. Creo que es todo lo opuesto. La campaña de Frei fue mala porque era demasiado izquierdista, había un diagnóstico de que el país estaba agotado con el modelo económico y creo que no era el caso. Era todo lo contrario. El PPD se ha convertido en un partido que aspira a disolver a la Concertación, que tiene una aspiración casi chavista, de ese tipo de izquierda. Hay gente tremendamente valiosa que está ahí, yo estoy hablando obviamente de la corriente de Giradi. Pero no entiendo cómo gente como Lagos Weber o la Carolina Tohá aguantan.
“Longueira y Allamand son funcionales a Golborne”
-Usted ha criticado abiertamente el manejo comunicacional de Piñera. ¿Ve algún cambio?
– Mis críticas en torno al tema comunicacional las hice antes de la llegada de Andrés Chadwick. Creo que la llegada de Andrés Chadwick cambió eso bastante. Ha sido un vocero bastante exitoso. Pero está un poco solo, se enfermó, tuvo que volver volando porque no puede ni enfermarse. Pero sí ha mejorado.
-¿Donde cree que están los mayores errores del gobierno?
-El gobierno ha tenido un muy buen desempeño macroeconómico. Felipe Larraín es un muy buen ministro de Hacienda. Las medidas sociales uno las puede discutir si son las mejores o no. El ingreso ético familiar me gusta, encuentro que es una mezcla de subsidio con incentivo. El postnatal no sé si es bueno o malo, no soy experto ahí. La obligatoriedad es muy discutible. Y con la eliminación del 7% de la cotización de salud de los jubilados, Andrés Velasco siempre trató de poner un muro de contención y no sé si es necesario. No sé si es la mejor medida pero tampoco es el fin del mundo. En general, el gobierno es muchísimo mejor de lo que la gente cree. Y probablemente va a ser bien recordado, pero hay un tema de estilo que a la gente le molesta, que saca ronchas a veces.
-¿Cuál es ese estilo?
-Donde creo que el gobierno, en parte por la UDI, viene de atrás, es en reformas políticas. Se las da en bandeja a la Concertación. El mismo tema del binominal. Creo que se perdió una oportunidad cuando Escalona se acercó al gobierno. Girardi le aserruchó el piso a Escalona, eso es parte del problema, pero también el gobierno, al negarse a incluir el sistema binominal en el paquete de cosas que se iba a discutir, cometió un error, pero un error al cual le obligó la UDI. No es tan fácil criticar sólo al gobierno. Pero cederle las iniciativas políticas a la oposición es un error.
-Bajo la premisa de que el gobierno podría comenzar a repuntar en su popularidad, ¿ve posible que el próximo gobierno sea de derecha?
-Es posible, no veo por qué no. Las elecciones municipales darán un indicio. Probablemente a la centroderecha no le va a ir mal. La Concertación misma está bien desprestigiada, le va mal en las encuestas. Este es un país en que la mayoría de la gente es moderada y la gran mayoría de la gente quiere que el país siga prosperando. A la gente le gustan los mall, el consumo, es básicamente aspiracional, quiere mejorar, que le vaya bien y no hay una demanda en el país por un vuelco a la izquierda. Si la Concertación tiene el diagnóstico de que tiene que volcarse a la izquierda, creo que eso le dará unos puntos de ventaja a la centroderecha.
-¿A quién ve con más posibilidades dentro de la derecha para suceder a Piñera?
-Las encuestas indican que el que tiene más posibilidades es Golborne. Una de las cosas que lo benefician, en circunstancias que Allamand y Longueira estén empatados, es que Golborne es una solución en que tanto RN como la UDI pueden quedar satisfechos. No gana ninguno de los dos. Entonces, en eso, Longueira y Allamand son funcionales a Golborne. Es curioso. En estos temas, cuando la gente se empieza realmente a concentrar, cambian. Pero estamos suficientemente lejos y nada está probado. Todavía pueden pasar muchas cosas.
¿Nubes negras o blancas en 2013?
-¿Cómo ve el panorama económico hacia el próximo año?
-Es muy difícil predecir cómo va a venir. Creo que en este minuto es correcto que una empresa sea cautelosa y se prepare para un potencial 2013, si no negro, más difícil en términos de obtener créditos que este año. Europa vive un suspenso diario. La semana pasada todos estaban optimistas, esta semana un poco menos y esa montaña rusa va a seguir por mucho tiempo. En Estados Unidos las cifras han sido decepcionantes últimamente, pero no está tan mal. Va a tener un segundo semestre mediocre, pero un 2013 mejor.
-¿Un menor crecimiento en China puede ser un factor de cuidado para Chile?
-La gran incógnita es China, y Chile depende muchísimo de China. Ahí mi sensación es que nadie sabe. Las noticias que salen de China no son tan buenas. China, durante la crisis del 2008 optó por un gigantesco programa de inversiones. Llegó a invertir casi el 50% del PIB, y obviamente muchas de esas inversiones son ineficientes. Son inversiones financiadas por decreto, por los bancos estatales chinos y por definición los balances de éstos no deben estar tan sanos. Ahora China está tratando de fomentar más el consumo, por lo que podría haber menos énfasis en la inversión, lo que sería malo para los metales. Bueno para los granos, para Argentina, pero malo para el cobre y para Chile.
-Durante la crisis del 2008, Chile se mantuvo más bien blindado. ¿Estaremos igual de blindados esta vez?
-Por más blindados que hubiésemos estado, tuvimos un año de estancamiento. Pero afortunadamente se cerró el financiamiento externo y las empresas chilenas pudieron sustituirlo con financiamiento interno. Con un mercado de capitales doméstico, bastante profundo, las empresas pudieron en 2009 emitir bonos que sustituyeran el crédito externo. Eso debería pasar otra vez. Hay bastante liquidez en el mercado doméstico y en el mundo en general, por cierto. Pero lo bancos europeos, y en cierto sentido los norteamericanos, están todos relacionados, están en un programa de reducción de activos. Eso no ayuda y eso significa problemas en el mundo del crédito para lo que queda de este año y probablemente para el próximo. Ninguna economía está blindada, pero sí se han restituido bastante las reservas en los fondos externos y hay dinero para paliar una crisis, no para evitarla. Pero creo que podemos pensar en los próximos 18 meses con cierta tranquilidad.
-¿Ve una amenaza que el modelo de bienestar Europeo pueda cambiar con la actual crisis?
-Europa tiene un problema estructural. Pero eso no significa que un modelo con un fuerte componente de seguridad social se vaya a desmontar. Lo que sí necesita Europa son cambios estructurales que van a requerir dos o tres años de sacrificio. Eso es imposible de evitar. Europa ha ido acumulando a través de los años un problema estructural,en el sentido de que casi todos los países de Europa, producto de la globalización, del surgimiento de China y de la India y, producto de cambios tecnológicos, se volvieron menos competitivos. Como consecuencia, muchos empleos que había se volvieron inviables. Los gobiernos, en vez de reestructurar y hacer reingeniería de las economías, recapacitar a su mano de obra, prefirieron, para reelegirse, recurrir al subsidio y a la repartija.Estados Unidos también. Mucho de la crisis subprime fue de populismo, de querer que la gente tenga viviendas más baratas, en vez de concentrarse en mejorar la competitividad, el principal desafío tanto en Estados Unidos como en Europa. Hay modelos en Europa que son muy interesantes, como el de Suecia, que está creciendo 5 % al año y que ha hecho una reestructuración profunda. La misma Alemania hizo profundas reformas al mercado laboral, que fue flexibilizado. En Gran Bretaña, el gobierno conservador impuso unos recortes fiscales brutales para reposicionar la economía y eso es lo que tiene que hacer toda Europa. Tengo fe en Europa, creo que es un continente capaz de mostrar una nueva ola de dinamismo, pero está claro que tiene que reestructurarse y renovarse. Lo que están tratando de hacer Monti en Italia y Rajoy en España.
-Pero claramente las nuevas generaciones europeas no verán los mismos beneficios que tuvieron sus padres. ¿Hay riesgo de que eso pueda desencadenar conflictos sociales de magnitud?
-Todos podemos pintar un escenario pesimista y ultra pesimista. Apocalíptico, incluso. Que la gente no aguante la reestructuración, se vuelque a movimientos extremistas, a más populismo, hasta a un Hitler por aquí, un Mussolini por acá, con ataques a los inmigrantes, matanzas… No creo que eso pase. Se han aprendido lecciones terribles del pasado. Y la moderación que se produjo en la segunda elección griega fue muy elocuente en ese sentido. Ese escenario apocalíptico me lo puedo imaginar, pero no creo que pueda ocurrir.