El Mercurio, lunes 22 de octubre de 2007.
Opinión

Desagradable

Lucas Sierra I..

Hace algunos años leí en un diario una columna de opinión que aludía a la DC como «el partido desagradable». En estos días, tras darse a conocer las conclusiones de su congreso ideológico, ese epíteto ha vuelto con una fuerza renovada a mi memoria.

Desagrada la forma de las conclusiones. De un congreso ideológico cabe esperar un conjunto de principios generales, dispuestos con alguna intención de coherencia, de los que puedan desprenderse propuestas específicas. Aquí, en cambio, nos encontramos con una metralla abigarrada de opiniones, que van desde la supuesta necesidad de erigir un «Ministerio de la Familia» hasta la opción por un estándar técnico para la TV digital. Entremedio, el surtido más numeroso y diverso de afirmaciones, sin un horizonte que les dé un sentido de conjunto.

Si esa forma de propuesta ideológica desagrada, más lo hace su fondo. Por lo pronto, la persistencia de ese tono mesiánico que le transmitieron a la DC sus progenitores falangistas y socialcristianos hace medio siglo. El mismo que se expresó en una cierta estética fascistoide, en la «Patria Joven» a paso de marcha, en la promesa de una «Revolución en Libertad» y en la certeza de que iban a gobernar 30 años. Hoy vuelven a señalar la tierra prometida, fechándola el 2027, y ofrecen liderar nuestro destino hacia ella.

Muchos de los pasos propuestos para alcanzar ese destino son más que desagradables: son incorrectos e irresponsables. Por ejemplo, la hiperinflación de los derechos. Se propone consagrar constitucionalmente derechos «económicos y sociales». Hasta se ofrece un derecho «a la ciudad». ¿Los jueces exigiendo a las empresas un determinado número de contrataciones, fijando sueldos éticos o diseñando la política habitacional? Es incorrecto transformar la política en derecho. Viniendo de un partido político es, además, suicida.

Y eso de que la economía de libre mercado es la causante de la pobreza, aunque no la «social» de mercado, como se precisó después. Es muy confuso, porque en Chile no hay un puro «laissez faire». Hay una regulación económica que se acerca a lo que podría entenderse como economía social de mercado y que, bajo la Concertación, ha venido disminuyendo sostenidamente la pobreza. ¿Qué se ataca, entonces, de modo tan irresponsable? ¿Por qué no, en cambio, defender esta mezcla de democracia y crecimiento? ¿Cuál es el complejo?

Junto con alejarse del programa con que la Concertación llegó al gobierno, estas conclusiones ideológicas DC parecen poco más que un guiño populista. Qué partido desagradable.