La Tercera, 17 de abril de 2014
Opinión

Disyuntiva en educación

Sylvia Eyzaguirre T..

El programa de educación del gobierno comprende reformas e iniciativas que llevadas a cabo con seriedad implican más recursos que los comprometidos durante los primeros años con la reforma tributaria. La pregunta que asalta entonces es dónde pondrá los énfasis la actual administración, dado que durante los primeros años los recursos no alcanzarán para financiar la totalidad del programa.

Desde un punto de vista técnico, la pregunta no presenta mayores dificultades. Existe amplio consenso en que urge invertir en los primeros años de vida, pues es ahí donde comienzan a producirse las desigualdades, y que a medida que pasa el tiempo son más difíciles de revertir. Los avances científicos revelan que ya a los 18 meses de vida comienzan a manifestarse diferencias en el nivel de desarrollo de los niños y que uno de los factores que más influyen en éstas es el contexto familiar. Los resultados del Simce de 2º básico son un llamado de alerta, pues nos muestran que a los ocho años nuestros niños tienen diferencias en comprensión lectora importantes y que el factor determinante es el nivel socioeconómico de las familias.

Si queremos un país más justo, con igualdad de oportunidades, evitando que la cuna sea determinante en la trayectoria futura de las personas, entonces la respuesta es clara: los énfasis deben estar en la educación parvularia y escolar, y a saber, no en cualquier aspecto, sino en aquellos que la evidencia reconoce como críticos para la calidad y equidad del sistema, como son la calidad de los docentes y educadores de párvulo, la calidad de los directores de los establecimientos educacionales con las atribuciones necesarias para liderar de forma efectiva los proyectos educativos, un sistema de administración de la educación pública eficiente, con más autonomía para las escuelas, sin difusión de responsabilidades entre los diferentes actores y sin los conflictos de intereses políticos que todavía persisten en el sistema municipal, y un amplio acceso a la educación parvularia, especialmente para quienes provienen de familias más vulnerables. No debemos olvidar que todavía nuestra cobertura en educación parvularia y el gasto público en educación escolar es sustantivamente menor que el del promedio de los países de la Ocde.

Lamentablemente, la fuerza política de los grupos de interés es inversamente proporcional a las urgencias de cada grupo. Desde un punto de vista político, es más rentable satisfacer las demandas de los grupos de presión -como son los estudiantes universitarios-, que las de los párvulos y niños de básica, que no salen a la calle a marchar por sus derechos y, por ende, no representan un foco de conflicto.

He ahí la disyuntiva: ¿Priorizará el actual gobierno las políticas que tienen mayor impacto en equidad y calidad, como son las enfocadas en la educación parvularia y escolar, o aquellas con mayor impacto político, como son las relativas a la educación superior? La Presidenta Bachelet acierta cuando dice que el principal enemigo de Chile es la desigualdad. Ella tiene el liderazgo y apoyo ciudadano para poner los énfasis donde más se requieren. Ahora falta ver si sus palabras se materializarán en hechos.