Hasta ahora usar las dos caras del dios Jano ha apaciguado a la fortuna. Pero la diosa fortuna es impaciente. Maquiavelo la compara con uno de esos ríos torrenciales que se enfurecen. Por eso llama a “tomar precauciones mediante diques y espigones”.
En el análisis político citamos, una y otra vez, a la diosa fortuna. Para Maquiavelo, la mitad del destino en política depende de ella. La otra mitad, del político. En esas aguas turbulentas el desafío del político es seducir a la caprichosa diosa fortuna. Y en la tradición del republicanismo clásico es la virtud la llamada a controlar a la diosa fortuna. Sin embargo, los primeros meses del Presidente Boric recuerdan al dios Jano.
Las monedas y esculturas romanas muestran al dios Jano con sus dos caras. Pero el dios de las dos caras también se relaciona con las puertas y el tiempo. Por ejemplo, las puertas de cada año se abren en enero (Januarius, en honor a su nombre). Y así como cada comienzo tiene su cierre, cada cierre es también un nuevo comienzo.
La ceremonia de cierre de la Convención Constitucional fue una solemne oda al dios Jano. El Presidente Boric hizo su entrada por la puerta del antiguo Congreso. Su llegada —más tarde de lo esperado— no fue recibida con tantos vítores ni algarabía. Fue una bienvenida más bien sobria. Lo que cambió el microclima fue su llamado a debatir la propuesta sin “falsedades, distorsiones o interpretaciones catastrofistas ajenas a la realidad”. Muchos convencionales estallaron en aplausos.
Entonces apareció la otra cara del dios Jano. El siguiente mensaje fue contundente y claro: “este proyecto de Constitución y el plebiscito… no es ni debe ser un juicio al Gobierno”. Esta vez no hubo aplausos. Pero estas palabras también pueden leerse como dos nuevas caras de Jano. Por un lado, buscan proteger al Gobierno del resultado del plebiscito de salida. Por otro, protegerían la propuesta constitucional de un gobierno con aprobación a la baja.
El Presidente Boric entró por esa puerta para cerrar el trabajo de la Convención. Y al salir, se abrió el inicio de la campaña. En los tiempos de paz, las puertas del templo de Jano permanecían cerradas. Y si estaban abiertas, significaba que Roma estaba en guerra. Por eso Plutarco también describió a Jano como el dios del orden civil y social, una especie de guardián. Tal vez ese ha sido el juego del Presidente Boric: abrir y cerrar las puertas mostrando dos caras para calmar a la diosa fortuna.
El Gobierno abrazó con entusiasmo el trabajo de la Convención Constitucional. Pero la euforia inicial se ha apagado. Lo cierto es que la carga se puso pesada. Atrás quedó esa frase que surgió al fragor del triunfo (“cualquier resultado será mejor que una Constitución escrita por cuatro generales”). Y atrás también quedaron las palabras del ministro Jackson planteando que “hay cosas de nuestro programa que no se podrían ejecutar con la Constitución actual”. Inmediatamente fueron desmentidas. Por si fuera poco, The Economist acaba de calificar la propuesta como un “confuso desorden” y llama a rechazar.
El Presidente lidera una compleja coalición de gobierno entre el Frente Amplio y el Partido Comunista. Bien sabemos que el gran problema del Frente Amplio es que abriga una cultura asambleísta, un agregado de posiciones identitarias vestidas de colectivismo, y un voluntarismo que a ratos confunde la realidad con los deseos y anhelos de cada uno. Y también sabemos que el Partido Comunista se juega “la batalla de las batallas” en este plebiscito. Al final, el poder tiene su precio (el dios Jano también era considerado el dios del dinero).
Hasta ahora usar las dos caras del dios Jano ha apaciguado a la fortuna. Pero la diosa fortuna es impaciente. Maquiavelo la compara con uno de esos ríos torrenciales que se enfurecen. Por eso llama a “tomar precauciones mediante diques y espigones”. Ante cualquier escenario, el Presidente, después del 4 de septiembre, deberá mostrar una sola cara. Es la cara de la virtud que tanto ansía la diosa fortuna. Y que exigirá la república.