La Segunda
Opinión

Dylan, narrador omnisciente

Juan Luis Ossa S..

Dylan, narrador omnisciente

Cada vez que Bob Dylan dice o hace algo, los tabloides de la cultura se paralizan. Para qué decir si ese algo es una nueva canción. Ha ocurrido a lo largo de sus seis décadas de carrera y seguramente seguirá sucediendo hasta el día que apague la guitarra, deje el lápiz de lado y cierre con llave su incalculable producción.

Dylan es, hoy más que nunca, un extraordinario escritor de canciones, antes que un músico sobresaliente. Para evitar una posible arremetida de sus fanáticos, aclaro que me siento parte de ese grupo y que lo considero uno de los artistas más sobresalientes y talentosos del siglo XX. Pero ello no tanto por su creatividad musical, la que me parece menos evidente, por ejemplo, que la de la última etapa de los Beatles. La genialidad de Dylan descansa, más bien, en su capacidad de contar historias (reales y ficticias) con una profundidad pocas veces reconocible en otros creadores. Una profundidad que, dicho sea de paso, fue correctamente reconocida por el Nobel hace unos años, muy a pesar de lo que sostuvieran algunos escritores “tradicionales” sorprendidos de que el premio recayera en un artista popular.

Su canción aparecida recientemente, “Murder Most Foul”, muestra que lo mejor de su repertorio actual surge cuando se instala como narrador omnisciente y relata lo mucho que ha visto pasar. Omnisciente pues, al menos en esta composición, Dylan no es el protagonista de los eventos que describe, sino personajes tan distintos como JF Kennedy, Marilyn Monroe, Lindsey Buckingham, Stevie Nicks y Nat King Cole. Además de esta enumeración de celebridades, Dylan se refiere a algunas canciones señeras del cancionero anglosajón. Ahí están “Another One Bites the Dust” de Queen, “Only the Good Die Young” de Billy Joel y “Don’t Let Me Be Misunderstood” interpretada por Nina Simone.

“Murder…” dura diecisiete minutos y recorre escenarios, contextos, idas y vueltas de una generación marcada por Vietnam, Mayo del 68, Watergate y un largo etcétera. Entra así en la célebre lista de largas e imperecederas canciones como “A Hard Rain’s a-Gonna Fall”, “Visions of Johanna” y “Hurricane”. Y también, por supuesto, “Desolation Row”, ese magnífico viaje por personajes bíblicos, históricos y de fantasía y que ahora, cincuenta y cinco años después, suena como una suerte de preludio de “Murder Must Foul”.

Oír a Dylan leer/cantar este poema es una bocanada de aire fresco en estos días de pandemia. Nos recuerda que el presente es indisociable del pasado y que bien vale la pena tomar un descanso de las noticias -malas, buenas, medianas- que recorren nuestro día a día. Hay que agradecerle, una vez más, su incansable trabajo artístico y por no rendirse ante la palabrería fácil y condescendiente.