¿Qué quiso comunicarnos el gobierno con la agresividad con que rechazó Dominga? Porque esté uno de acuerdo o no con el proyecto, es difícil entender la cruda operación que se montó para suprimirlo. Operación de esas que hacen pensar más en mafias que en gobiernos republicanos. Convocar a última hora del viernes 18 una reunión para el lunes 21 a las 7.30 de la mañana. Distribuir documentos claves el domingo 20 en la noche. Denegarle al ministro de Economía su modesto pedido de 72 horas para analizarlos. Explicaciones del ministro de Medio Ambiente de por qué se rechazó que carecen de la más mínima credibilidad, no se sabe si por ignorancia o por estrategia: la de dar razones ridículas para mostrar quién manda. Todo esto tras haberle hecho creer a la empresa que se iba a aprobar. ¿Para que, confiados, no invocaran silencio administrativo?
Se ha dicho que quedó demostrado lo dividido que estaba el gobierno entre aquellos pocos ministros que todavía se preocupaban del crecimiento, y aquellos a quienes les da lo mismo. Pero lo que ocurrió fue peor. Se orquestó una fulminante agresión contra los ministros económicos. No tenían otra alternativa que irse, decisión en que merecen el más cálido apoyo. Todo esto es muy grave al estar el país en un cuarto año de estancamiento. ¿Quién va a querer invertir ahora cuando parece que al gobierno no solo no le interesa la inversión, sino que se da el gusto de sacrificarla por razones ideológicas? ¿Será para apuntar a un legado equiparable al de Allende, el de haberse atrevido a ignorar la razón económica?
En todo esto uno se hace preguntas inquietantes. ¿Dominga fue rechazado en sus méritos o porque al gobierno no le gustan sus dueños actuales o pasados? ¿O fue porque el gobierno, sumándose al Frente Amplio, cuyo éxito tanto le molesta, está ahora en contra de la «economía extractiva», como si al suprimirla brotara espontáneamente otra mejor? ¿O fue porque está por llegar Leonardo DiCaprio? Cierto que los artistas de Hollywood son caros, pero prescindir para complacerlos de 2.500 millones de dólares de inversión es un exceso. Para qué hablar del séquito de inversiones adicionales que se habrían dado si Dominga hubiera sido aprobada.
Más preguntas. ¿Quién de sus opositores en el gobierno leyó la copiosa documentación del proyecto? ¿Por ejemplo, el visto bueno de tantas autoridades técnicas pertinentes, o el programa de mitigación de clase mundial que se acordó? Más aún, ¿dónde y por qué se origina esta forma tan agresiva de actuar? Cuando la Presidenta dice que para ella es importante el crecimiento, ¿lo cree o lo dice como táctica? ¿Es casual que se rechazó Dominga cuando ella estaba por emprender su gira por Honduras, Barbados y Santa Lucía? ¿Quisieron aprovechar su ausencia para darle este golpe letal a la inversión? ¿O fue ella quien dio la instrucción? Parece más plausible lo segundo, ya que como dijo Lagos, es raro que en un sistema presidencialista los ministros se manden solos.
En todo caso Bachelet ha ido aclarando las cosas desde que volvió del Caribe. Con sus discursos, sus tweets y las risotadas con el ministro Mena el martes. Todo indica que en este vuelco anti-inversión manda ella, con fuerte apoyo del equipo de La Moneda, para qué hablar de Girardi. Por cierto ¿qué papel tuvo en esto él? ¿Cuál es el poder real de este ubicuo senador? ¿Por qué dicen algunos que es hasta peligroso preguntarlo?
Uno siempre ha querido darle el beneficio de la duda a la Presidenta, por su gobierno anterior, y por aquellos buenos ministros que tenía. Pero con lo de Dominga ha cruzado una línea roja. La ida de Valdés y de Céspedes demuestra la enormidad de ese hecho.
Última pregunta: ¿qué hace allí todavía la DC?