El Mercurio, viernes 14 de abril de 2006.
Opinión

El arte de renacer

David Gallagher.

La idea de que uno pueda reinventarse o renacer cala muy hondo en la cultura norteamericana. Entre los evangélicos es central el concepto de que el pecador nazca de nuevo al convertirse. También lo es en terapias para rehabilitar a drogadictos: éstos resucitan a una vida nueva para que mueran las conductas que envenenaban a la anterior. Al empresario joven que falla y quiebra, se le da una nueva oportunidad. También al criminal que denuncia a sus colegas: a él se le fabrica no sólo una nueva identidad sino a veces incluso una nueva cara.

El tema del criminal que se reinventa es tratado con maestría por David Cronenberg en su nueva película, ‘Una historia violenta’. Partimos viendo a Tom Stall como lo ven su familia y amigos en el idílico pueblito de Millbrook, Indiana. Como un ejemplar marido y padre, y como dueño de un bar-restorán donde sirven una rica torta de cereza, y donde todo Millbrook se reúne.

Pero como Hitchcock, ese maestro de ambientes idílicos invadidos por la maldad, Cronenberg nos da una primera premonición de que algo desagradable podría pasar. Sarah, la hija de Tom, una niñita de precioso pelo rubio, se despierta gritando: ha soñado con monstruos La familia le asegura que los monstruos no existen. Pero uno siente que sí van a aparecer en Millbrook.

Primero, irrumpen unos asaltantes en el local de Tom. Este los despacha con una destreza en el uso de los golpes y de las armas que nadie en Millbrook le imaginaba. Convertido en héroe nacional, Tom despierta la curiosidad de Carl Fogerty. Vestido de negro, con anteojos negros, Fogerty llega a Millbrook en un ominoso Cadillac negro, y con inconfundible índole asesina, acusa a Tom de ser Joey Cusack, un gángster de Pennsylvania.

Tom por un tiempo niega que lo es. No puede creer que el gángster que él era haya resucitado. Como le dice con genuina ingenuidad a Edie, su mujer, él, antes de reinventarse en Millbrook, había pasado dos años en el desierto matando a Joey. Su error sin duda fue no cambiarse la cara.

Tom se ve obligado a matar a Joey de nuevo. Para hacerlo mata a Fogerty, y a docenas de personas en Pennsylvania. Cuando ya no queda testigo de su pasado, vuelve a Millbrook, y se reincorpora a su familia. Una vez más para Tom hay borrón y cuenta nueva. Una vez más se le abre la puerta a la bondad y la inocencia: gracias, desde luego, a los cadáveres que ha dejado en el camino.

“Una historia violenta” pertenece a toda una tradición de películas norteamericanas. Una vida idílica, de gente buena y tierna, en un pueblo chico, o en un suburbio perfecto, una vida idílica que de improviso se derrumba, abriéndose a la podredumbre o a la violencia, porque había esqueletos en el closet, porque alguien tenía un pasado turbio, porque nacieron, sin que nadie los pudiera contener, demonios de diversa índole, los demonios de la codicia, los demonios del apetito sexual, los demonios de la barbarie, que siempre está al acecho de la civilización, sobretodo cuando ésta reniega demasiado de ella, procura pretender que no existe, procura olvidarse que toda civilización tiene su origen en actos bárbaros, que nadie es inmune al pecado original de la barbarie.

Se ha dicho que “Una historia violenta” es una metáfora de Estados Unidos. ¿De la forma en que allí convive la violencia con la utopía de la tranquilidad? ¿De la capacidad que tienen de lavarse el cerebro y creer que siempre son los buenos, porque el eje del mal está en otra parte? Pero Cronenberg acota que él está pensando en cualquier sociedad. ¿Acaso en Chile somos inmunes a querer echarle tierra a crueldades del pasado?