El Mercurio, 14 de diciembre de 2012
Opinión

El decir de la gente

David Gallagher.

Si en 2012 hubo un gran protagonista en Chile, de esos que a fin de año aparecen en las tapas de las revistas, fue la gente, o la ciudadanía, como prefieren algunos. Desmintiendo a los encuestadores, y a los políticos y analistas que recurren a frases como «la inmensa mayoría de los chilenos» para sustentar ideas propias, la gente nos deparó unas contundentes sorpresas, sobre todo el 28 de octubre.

Lo más probable es que el 2013 no sea distinto. En realidad promete ser uno de los años más impredecibles, e interesantes, que jamás hayamos vivido, uno en que estarán siempre a prueba las opiniones de los «entendidos». Opiniones convertidas casi en lugares comunes, como que el Gobierno ya está «muerto», con Piñera de «pato cojo», y que Bachelet sí o sí saldrá reelecta.

Empecemos con Piñera. En general, lo del pato cojo tiene mucho de mito, de esos en que se llega a creer de tanto repetirlos. La expresión se usa en Estados Unidos para describir los últimos dos meses de un período presidencial, cuando ya hay otro Presidente electo. En Chile serían, entonces, nada más que los tres meses entre la elección presidencial y la transmisión de mando. Ningún Presidente tiene por qué convertirse en pato cojo antes de eso, y ninguno lo ha hecho, desde 1990. Menos lo hará Piñera. Basta verlo analizando el litigio de La Haya para apreciar lo lejos que está de perder el mando, sobre todo porque en 2013 se debería ver más aprecio de la gente por su gobierno.

En cuanto a la reelección de Bachelet, cabe decir que lo probable es que ocurra, pero cabe decirlo con humildad, porque es la gente la que lo decidirá, suponiendo que ella sí sea candidata. En este momento la gente la tiene en las nubes. Pero según las encuestas del CEP, su tasa de aprobación superó la de rechazo recién en diciembre de 2008: el equivalente para Piñera de ahora mismo. De allí se disparó, y se ha mantenido altísima. Pero, ¿qué pasará cuando aterrice en el país? ¿Cuánto de su popularidad emana de una mera idea que tiene la gente de ella, una que se mantiene intacta justamente porque no está? ¿Cómo será verla en carne y hueso, obligada a emitir opiniones sobre temas que nos dividen? ¿Logrará vencer la renuencia a volver al pasado que hay en un país que a todas luces está volcado al futuro? ¿Esa renuencia que fue fatal para Frei en 2009? ¿Podrá ella interpretar los profundos cambios que ha habido en Chile? Si baja en popularidad, ¿le quedará lo suficiente para ganar? Son preguntas que uno se hace ante una opinión pública que sabemos es cambiante.

Otra aseveración de los «entendidos» es que la nueva Bachelet acogería el «giro a la izquierda» anhelado por algunos en la Concertación y el PC: la nueva Bachelet sería mucho más de izquierda que antes, dicen. Si eso fuera verdad, creo que ella terminaría desentonando con un país que a todas luces es moderado. Pero Bachelet siempre fue una mujer sensata, y no veo por qué no lo sería ahora. Confío en que su supuesto giro a la izquierda no sea más que un afán -interesado- de sus adversarios de centroderecha y de quienes, dentro de la Concertación y el PC, buscan el «derrumbe del modelo».

Desde luego, si Bachelet no volviera, todo cambiaría. Dependería de la gente, como todo en política, pero allí sí podría despegar la atractiva candidatura de Andrés Velasco. En cuanto a la centroderecha, no depende de una Dea ex machina como Bachelet, pero es prematuro hacer vaticinios: faltan más de seis meses para las primarias. En cualquier país el votante optimiza el tiempo disponible para informarse, y en Chile, por razones obvias, la gente no se concentra en política entre diciembre y marzo. Es en el otoño que empezará de verdad a correr ese año político que promete ser tan interesante y sorpresivo.