La Tercera
Opinión

El dedo en la boca

Sylvia Eyzaguirre T..

El dedo en la boca

Quienes están en contra del actual sistema de pensiones han sido hábiles en instalar la idea de que las AFP son las culpables de nuestras bajas pensiones.

El Congreso y los partidos políticos son las dos instituciones con la peor evaluación ciudadana. ¿Sorprendente? En absoluto; basta mirar lo que ha sucedido con la aprobación de legislar sobre el retiro voluntario de nuestros ahorros previsionales. Durante el estallido social el problema de las bajas pensiones se posicionó como el principal problema de los chilenos, así lo refleja la encuesta CEP de diciembre. ¿Cómo se entiende que después de dos años debatiendo sobre cómo mejorar las pensiones hoy se apruebe echar mano precisamente a nuestros ahorros previsionales?

Es difícil comprender esta medida, pues agrava aún más el problema de las pensiones y no resuelve las necesidades de la clase media para enfrentar la crisis económica. Esta medida no favorece a los trabajadores informales ni independientes, que son los más afectados por la crisis, y el monto a retirar será para la gran mayoría bajo, no permitiendo cubrir las reales necesidades de las familias (menos de 400 mil pesos para la mayoría). Además, en el caso que no se obligue a devolver el dinero las pensiones serán aún más bajas, y en el caso de que deban retornarse el préstamo sería usurero, pues la tasa de interés es cercana a UF+5% anual (promedio de las utilidades que nos reportan las AFP). Por último, si el Estado repone nuestro dinero a UF+4% anual, este perdería plata por las puras, pues puede endeudarse a UF+0%.

Una mala medida nunca lo es en sí misma, sino respecto de las alternativas. De ahí la necesidad de comparar esta medida con la propuesta del gobierno. Para la mayoría de las personas es mejor alternativa la del gobierno, que ofrece una combinación de crédito con subsidio. Esta propuesta favorece a más personas, pues también ayuda a los independientes. El monto de la ayuda es significativamente mayor que el 10% de los ahorros para más del 80% de los cotizantes. El dinero prestado se empieza a pagar después de un año, es contingente en el ingreso, es decir, si no tengo ingresos no pago nada; tiene una tasa de 0% subsidiada por el Estado; si después de cuatro años no logra pagar se condona la deuda y funciona como subsidio, y no disminuye la pensión futura.

¿Por qué entonces los parlamentarios incitan a la gente a tomar una decisión que los perjudica? Para algunos, la motivación es la popularidad que goza esta medida. Para otros, la motivación es ideológica: terminar con las AFP. Esto último en sí mismo es legítimo, lo que es inaceptable es utilizar la desesperación de la gente y su desinformación para lograrlo.

Quienes están en contra del actual sistema de pensiones han sido hábiles en instalar la idea de que las AFP son las culpables de nuestras bajas pensiones. Rinde políticamente ofrecer a la ciudadanía un chivo expiatorio para descargar sus frustraciones. El problema es que una vez asesinado el chivo nos damos cuenta que no era la causa de nuestros problemas.

¡Que no le metan el dedo en la boca! Las AFP no son el problema de nuestras bajas pensiones. Pueden terminar con las AFP reemplazándolas por una única institución estatal y no mejorarán en nada nuestras pensiones. Pueden terminar con la capitalización individual para pasar a un sistema de reparto y tampoco incrementará en nada el fondo de ahorro acumulado para las pensiones. El sistema de reparto lo que hace es sacarle a unos para pasarle a otros.

Un sistema más solidario personalmente me gusta, aunque tampoco goza de popularidad, pero perfectamente se puede hacer con o sin las AFP. ¿Qué incrementaría el fondo de pensiones? Retrasar la edad de jubilación, aumentar el porcentaje de la cotización, evitar las lagunas, incrementar los salarios y aumentar los trabajos formales. Pero de esto ninguna palabra, es más fácil incendiar el mono de paja. No se trata aquí de una defensa de las AFP, tampoco de la capitalización individual, de lo que se trata es de defender los intereses de las personas, los que claramente hoy no son prioridad en el Congreso.