El Mercurio, 22 de marzo de 2013
Opinión

El mérito de una buena economía

David Gallagher.

A este gobierno le ha ido muy bien económicamente. Uno puede criticar su desempeño en algunos temas microeconómicos, como el de energía, pero las cifras macroeconómicas son inmejorables. Un crecimiento cerca del 6%, en promedio. Salarios reales en alza, pero en forma sostenible, al ritmo de la productividad. Un desempleo de solo 6%, y una inflación en 2012 del 1,5%. Todo con cuentas fiscales ordenadas. ¿Qué más podríamos desear?

Uno se hace la pregunta porque en este país en que abundan los aguafiestas y los chaqueteros, este excelente desempeño despierta poco entusiasmo en la mayoría de los analistas profesionales, que, según su color político, exigen medidas más de derecha o más de izquierda, o advierten, con severidad, que estamos peligrosamente recalentados, dados frívolamente a una burbuja inmobiliaria o de consumo. Reconocen -era que no- que a la economía le ha ido bien, pero con cierto desgano, porque según ellos, eso se debe a factores exógenos: a una inercia positiva que venía de antes, a favorables términos de intercambio, a un boom en la minería, a un alto precio del cobre que nos habría engrosado las arcas fiscales, o, simplemente, a que a todo el mundo emergente le va bien.

Es cierto que el 2010 hubo un fuerte componente de recuperación. No es sorprendente, después de un año, el 2009, en que la economía se contrajo en 1%, a pesar de un aumento del 17% en el gasto fiscal. En cuanto a las otras supuestas razones exógenas, el ministro de Hacienda ha estado mostrando, en intervenciones en la Sofofa y en Icare, que tienen mucho de mito. Los términos de intercambio mejoraron fuertemente el 2010, pero ello fue principalmente recuperación de la caída 2008-2009. Desde entonces han sufrido un deterioro. El crecimiento del PIB minero ha sido menor al crecimiento del PIB, e incluso negativo en 2011. Solo a fines del 2012 empieza a crecer al ritmo del resto del PIB. En cuanto al precio del cobre y su incidencia en los ingresos fiscales, el ministro ha exhibido unas cifras lapidarias, que, entre otras cosas, ayudan a tranquilizar a aquellos, entre los cuales me he encontrado yo, que se preocupan de qué pasaría en el país si el precio del cobre se desplomara. El tema es que si bien el precio ha estado alto, los costos de producir cobre han subido mucho, por lo que los márgenes de las mineras han bajado, y con ellos han disminuido los impuestos que pagan. Increíblemente, los ingresos fiscales asociados a la minería, que estaban en 8,4% del PIB en 2006, bajaron a 4,2% del PIB en 2011, y a 3,1% en 2012. Felizmente los ingresos no mineros han subido, de manera que ahora representan el 86% de los ingresos fiscales totales, frente a un 65% en 2006. O sea, si el Gobierno ha mantenido las cuentas fiscales ordenadas, con fondos soberanos restituidos a sus niveles de 2008, no es gracias al cobre, como anda diciendo tanta gente. Es más bien a pesar de que los ingresos fiscales de la minería han bajado relativamente, y gracias a que el crecimiento económico ha permitido compensar la caída de los ingresos mineros.

Finalmente, es absurdo decir que nos ha ido bien porque les ha ido bien a todos los países emergentes. Es cierto que les va bien a países emergentes bien manejados, como Perú. Pero no hay que ir a Argentina o Venezuela para constatar que a algunos no les va tan bien. Colombia se ha desacelerado, y Brasil, con una Dilma más socialista que Lula, creció solo 2,9% el 2011, y un magro 0,9% en 2012.

Una gracia del crecimiento que se ha dado en Chile es que se ha logrado con aumentos moderados del gasto público, que ahora se expande menos que el PIB. Por otro lado ha subido fuertemente la tasa de inversión. No querer otorgarle méritos al Gobierno por logros tan excepcionales es de una mezquindad difícil de entender.