El Mercurio, 29 de septiembre de 2017
Opinión

El moderado centro

David Gallagher.

Por eso tratan de levantar temas que polarizan, como el de la Comisión Valech, con su doble propósito de dañar a la derecha y de injuriar a ese adalid de la decencia y la moderación que es Ricardo Lagos…

Hay un mito que circula de que Piñera se habría «derechizado». ¿Quién lo originó? Algunos dicen que los UDI más duros, porque quisieran verlo derechizado por razones ideológicas. Puede ser, pero yo creo que lo fraguó más bien la izquierda, porque a ella le convendría esa supuesta derechización.

Hablo de aquella izquierda que renegó de la Concertación para conformar la Nueva Mayoría. Aquella que diagnosticó que las demandas de los que marchaban en 2011 eran mayoritarias, y que en Chile había un malestar que solo se podía apaciguar removiendo patines. Aquella que después, cuando entendió que esas ideas no eran mayoritarias, pensó que el problema no era su diagnóstico, sino la tozudez de los chilenos, a quienes había que reeducar.

El problema es que para reeducarnos, la izquierda tiene que estar en el poder, y para eso, en una democracia -la representativa, claro, no la «popular»-, tiene que seguir ganando elecciones. Y la izquierda no las puede ganar actualmente, a menos que Piñera se «derechice». Porque si se derechizara, el centro quedaría abandonado no solo, como lo está, por la izquierda, sino también por él; y la mayoría de los votantes, que en Chile son de centro, se quedarían en la casa para no validar una elección librada entre dos extremos, que cualquiera de los dos podría ganar. En términos franceses, la izquierda chilena, que se parece hoy día a la de Mélenchon, quisiera que Piñera fuera como Le Pen. Solo allí tendría la posibilidad de ganarle. Por eso nos tratan de convencer de que Chile está muy «polarizado». Sería ideal para ellos que lo estuviera. Por eso tratan de levantar temas que polarizan, como el de la Comisión Valech, con su doble propósito de dañar a la derecha y de injuriar a ese adalid de la decencia y la moderación que es Ricardo Lagos.

El problema para los Mélenchon chilenos es que hay un abismo entre Piñera y Le Pen; incluso entre José Antonio Kast y Le Pen. En realidad Le Pen se parece más a Guillier y Sánchez en sus arremetidas antiliberales. El hecho es que Piñera como candidato es lo más cerca que hay en Chile al centro; a nada menos que ese centro que la izquierda abandonó con desprecio cuando renegó de la Concertación.

En buena hora para él, porque todo indica que una amplia mayoría de chilenos está en ese centro no polarizado. En la última encuesta Cadem, en una escala de 1 a 10, en que 1 es izquierda y 10 derecha, el promedio de los chilenos está en un 5,4; y en el eje valórico, en que liberal es 1 y conservador 10, el promedio está en 5,2. Imposible un electorado más moderado. La tarea de Piñera es más bien la de demostrarles a los chilenos lo sintonizado que está con ellos en esa postura, porque la Cadem sí indica que él es percibido como sustancialmente más de derecha y más conservador que el promedio. ¡El mito de la derechización algún efecto ha tenido!

En todo caso está claro que se da una oportunidad estelar para que florezca en el próximo período un gran gobierno de centro, un gobierno posideológico que una a la gente en vez de sumirla en conflictos agrios, uno en que todos los chilenos tengamos cabida, uno en que nos sintamos cómodos liberales y socialdemócratas si somos capaces de deponer demandas maximalistas, uno en que las reformas sean graduales, prudentes y consensuadas. Un gobierno que nos recuerde además que es inmoral pedirle el voto a la ciudadanía para después gobernar con descuidada improvisación. Porque hacer las cosas bien, con buena gestión, es el deber moral del buen gobernante. Hacerlas bien desde por lo demás un Estado reformado que no sea un botín para los partidos, y que sirva con eficacia a los ciudadanos en vez de empantanarlos en laberintos burocráticos. Un Estado que nos despierte orgullo y confianza.