Entrevista al economista, Sebastián Edwards.
El académico de la Universidad de California afirma que “la probabilidad de una Constitución que le dé la espalda a un sistema capitalista moderno es mucho más elevada”.
“Estoy muy preocupado y pesimista”. Esa esa una de las reflexiones que hace el economista y académico de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Sebastián Edwards. Dice que su pesimismo es “diferente” a otros pesimismos, ya que lo que le preocupa es el contenido de “esta Constitución maximalista y las implicancias que ella tenga, tanto para la democracia como para el futuro económico y social de Chile”.
Puntualiza que la reacción de los inversionistas extranjeros dependerá de los discursos de los ganadores en los próximos días. “Si los discursos son extremos, podemos esperar una reacción negativa. No estoy hablando de un desbande, pero sí de una reconsideración de su actitud con respecto a Chile”.
¿Cuál es su primera lectura de los resultados de estas elecciones, partiendo por la de constituyentes?
El colapso de la ex Concertación es muy profundo y cambia completamente el escenario político sobre el cual se operaba hasta ahora. Para ese conglomerado la situación es de crisis profunda, y en los próximos tres o cuatro días deben repensar completamente su estrategia presidencial. Como se ven las cosas, en la primera vuelta cualquiera de los candidatos de la ex Concertación saldría tercero o cuarto.
En su columna previa a los resultados de la elección usted planteó que “lo más probable es que la convención quede atrapada en una discusión bizantina, en la que los datos duros, la lógica, y las lecciones de otros países no serán importantes para la elaboración del texto”. ¿Se acrecentó o cambió esa visión?
Todavía percibo un escenario de trabas y desacuerdos. El dominio de la izquierda más radical sugiere un escenario con una Constitución maximalista. La pregunta esencial es qué rol va a jugar el centro luego de sus escuálidos resultados. ¿Se animarán a aliarse con la derecha en algunos puntos esenciales? No lo sé; no creo que alguien sepa la respuesta, ni siquiera los propios y propias convencionales electos por el centro.
Los resquemores que había desde el sector privado y desde los economistas era que salieron electos representantes de posturas más radicalizadas. ¿Ahora qué análisis hace, considerando que la centroderecha estuvo lejos del 30% de los votos?
La probabilidad de una Constitución que le dé la espalda a un sistema capitalista moderno es mucho más elevada. Como preocupaciones concretas están la autonomía del Banco Central, el sistema impositivo, los derechos de propiedad, especialmente de recursos naturales. Otras áreas que probablemente cambiarán en la base son el sistema de pensiones y los derechos sociales. El sector privado tiene muchas razones para estar preocupado.
¿Eso quiere decir que aumentó su pesimismo?
-Estoy muy preocupado y pesimista. Es un pesimismo algo diferente. Lo que me preocupa ahora es el contenido de esta Constitución maximalista y las implicancias que ella tenga, tanto para la democracia como para el futuro económico y social de Chile.
En ese sentido, ¿cuál es la perspectiva que tiene respecto de cómo continuará el debate económico en el país?
Creo que será una continuación del debate que ha habido hasta ahora, donde las fuerzas de la izquierda más radical plantearán la necesidad de que Chile cambie su matriz productiva hacia una donde las exportaciones tengan mayor valor agregado y mayor grado de elaboración. El problema con esa posición, es que dentro de su simpleza ignora factores esenciales sobre el sistema económico mundial. La otra discusión será sobre el sistema de impuestos. Aquí mi posición ha sido desde hace mucho tiempo que Chile necesita un aumento importante de la recaudación. Pero la pregunta es cómo hacerlo, y esa es una pregunta técnica y compleja.
¿Con esta conformación de la Convención ve que Chile seguirá avanzando hacia el desarrollo, o bien el país se quedará, como usted ha dicho, entre Ecuador y Costa Rica?
Habrá que ver los detalles del texto constitucional, pero todo indica que va a ser una Constitución maximalista, que no va a contribuir a generar un sistema económico moderno. Una pregunta que amarra a la contingencia con el texto constitucional es qué va a pasar en los próximos meses con el nivel de violencia. Por ahora, reafirmo mi análisis anterior. Chile va camino de regreso a sus orígenes, lo que es estar en la mitad del grupo de países latinoamericanos, entre Ecuador y Costa Rica.
¿Cómo cree que serán leídos por los inversionistas extranjeros estos resultados? ¿Puede afectar el flujo de recursos hacia el país?
Los inversionistas extranjeros estarán preocupados y alertas. Su perspectiva de corto plazo va a depender de los discursos de los ganadores en los próximos días, y de la seriedad, o falta de ella, que manifiesten con respecto a problemas y políticas complejas como el royalty y los derechos de propiedad ya adquiridos. Si los discursos son extremos, podemos esperar una reacción negativa. No estoy hablando de un desbande, pero si de una reconsideración de su actitud con respecto a Chile. Lo que está claro es que la inversión extranjera será en el próximo año o años mucho menor de lo que hubiera sido si se mantuviera una trayectoria orgánica del sistema político.
En líneas generales, más allá del tema económico propiamente tal, ¿puede haber un buen debate en otras materias, dada la conformación de la Convención?
Al margen del tema económico, una cuestión que podría ser positiva es que el nuevo texto establezca un principio para crear una verdadera descentralización del país. Si esto se hace bien, sería un aporte positivo. Una interrogante nada de trivial tiene que ver con el rol que se les asignará a instancias más directas de democracia, lo que ha sido uno de los principios del asambleísmo estudiantil. En mi opinión, introducir ese tipo de principios en la Constitución sería extremadamente negativo para el funcionamiento verdaderamente democrático del país. La historia del mundo moderno es muy clara al respecto: el asambleísmo genera un sistema donde los que hablan más fuerte, los dementes, los menos tímidos, tienen un poder exagerado.