Con Piñera de candidato, y Alvear retirada, Bachelet está obligada a hacer fuertes concesiones a la DC y a volcarse hacia el centro.
El sistema binominal, en el caso de la Alianza, tiende a provocar que en cada distrito gane el candidato más de derecha, porque lo esencial es asegurarse los votos duros, y los blandos rara vez los exceden. Por eso, la UDI juega al sistema binominal con tanta eficacia. Pero la UDI, sin RN e independientes, no tiene ninguna posibilidad de ganar una elección presidencial. A veces parecen no darse cuenta de esa porfiada limitación y, por eso, en vez de cimentar su alianza con RN, tratan de doblegar a ese partido. Al hacerlo, le hacen daño a la derecha, y le cortan las alas a Lavín cuando procura acercarse al centro.
La aparición de Piñera como candidato contribuye a contrarrestar estos afanes hegemónicos. De partida, le devuelve el alma al cuerpo a RN y refuerza sus pretensiones parlamentarias, prometiendo más equilibrio dentro de la Alianza. En general, abre ventanas en la derecha, haciendo posible que se vuelquen a ella personas para quienes era prohibitiva una Alianza demasiado dominada por la UDI. Con Piñera, la Alianza da cabida a personas proclives a una derecha más abierta de mente, más moderna, menos comprometida con el pasado y menos obligada a un puñado de personeros con excesivo poder fáctico, como los que se intuyen en torno al cerrado círculo de los samuráis. Una derecha que, además, no procure ganar elecciones a toda costa y que, por tanto, no comprometa sus principios de racionalidad económica al punto hasta de arriesgar el modelo. Una derecha que, finalmente, no tema la competencia interna, acogiendo no sólo a vasallos, sino también a gente de espíritu libre: una derecha capaz de sumar en vez de restar.
Sé que al atribuirle tantos efectos positivos al Piñerazo puedo pecar de ingenuo. Mi optimismo está sujeto a muchos factores. A que no se produzca una guerra de fin del mundo entre la UDI y RN. A que en la UDI sigan el caballeroso ejemplo de Lavín, reconociendo que Piñera y RN refuerzan su causa. A que en RN también sean caballerosos. A que el mismo Piñera contribuya a elevar el tono del debate, saliendo del área chica de las descalificaciones. A que Piñera confronte el populismo que hemos visto hasta ahora en la campaña con la seriedad económica que se espera de quien tiene un doctorado en Harvard. Con el retiro de Soledad Alvear, Piñera tiene una oportunidad de posicionarse como el candidato con la seriedad, la inteligencia y la capacidad de gestión para suceder a Lagos.
Un problema que tiene Piñera es que, en una primera vuelta, la dinámica puede ser similar a la del sistema binominal: Lavín se gana el voto duro de la Alianza, y Piñera no logra que el voto blando y los votos de los DC descontentos lo excedan. Lavín es el que pasa a la segunda vuelta. Eso, en todo caso, sería un muy buen desenlace para la Alianza. Si quiere evitarlo, Piñera tendrá que convencerles a los votantes de la derecha dura de que sólo él le puede ganar a la Bachelet.
En fin, la incursión de Piñera ha contribuido a que haya más competencia en una contienda cuyo contenido en materia de ideas era miserable. Ha contribuido también a que la Concertación pueda recuperar equilibrios que podrían haberse perdido. Con Piñera de candidato, y Alvear retirada, Bachelet está obligada a hacer fuertes concesiones a la DC y a volcarse hacia el centro. Sin la DC, Bachelet no podría nunca llegar a La Moneda. La presencia de Piñera le ahorra a la DC tener que recordárselo. Claro que si el PPD-PS aun así no lo entiende, y si la UDI libra una guerra contra RN, podríamos ver en Chile el eventual renacimiento de los tres tercios, con un bloque DC-RN en el centro.