t13.cl/blog, 22 de diciembre de 2014
Opinión

Entre Delfos y el Banco Central

Raphael Bergoeing Vela.

Más de 2.700 años atrás, en Grecia, al pie del monte Parnaso y en medio de las montañas de la Fócida, funcionaba el oráculo de Delfos, el primer servicio institucionalizado de proyecciones. Las profecías eran astutamente reveladas: mediante un lenguaje ambiguo y confuso se anunciaba al que consultaba lo que éste quería escuchar.

Poco ha cambiado desde entonces. Cada día accedemos a nuevas proyecciones económicas, generalmente fraseadas en forma condicional, con oscuro significado e imposibles de ser contrastadas con la realidad.

Los cuánto, cuándo y cómo no abundan. Así la cosa, poco contribuyen a la toma de decisiones. Y es que hacer proyecciones seriamente es una tarea ingrata.

Para mostrar las dificultades del negocio prospectivo, utilicemos la experiencia reciente del Banco Central, una de las pocas instituciones en Chile que construye proyecciones con los más altos estándares técnicos.

Comparemos sus predicciones punto para algunas variables clave con las cifras efectivamente observadas. Es trivial encontrar diferencias enormes entre ambas. Por ejemplo, en marzo pasado, el Informe de Política Monetaria (IPoM), que el Banco Central publica trimestralmente, estimó para este año un crecimiento en torno a 3,5% y una inflación en 3%. En su IPoM de diciembre, publicado la semana pasada, tuvo que ajustar estas estimaciones de crecimiento e inflación a 1,7% y 4,8%, respectivamente.

Por cierto, otras proyecciones han terminado siendo más atinadas. De hecho, cada vez que la variable proyectada no cambió significativamente entre un año y otro, el Banco Central acertó. La razón es obvia: cuando el comportamiento de las variables económicas se repite, las proyecciones aciertan; pero cuando las variaciones alcanzan magnitudes inusuales, estas tienden a fracasar. Porque las proyecciones económicas nos hablan más del pasado que del futuro.

Así, una proyección, para que informe, debe explicitar el grado de incertidumbre que la acompaña. Esta incertidumbre se representa a través de un intervalo de confianza.

Por lo general, sin embargo, los medios de comunicación sólo publican el valor central de ese intervalo; algunas veces por simplicidad, típicamente porque el analista consultado no proporciona el rango.

Para ilustrar este concepto, usemos nuevamente al Banco Central. De acuerdo a sus IPoM, las proyecciones económicas son mucho menos precisas que lo que la discusión de coyuntura sugiere. Según sus modelos, la desviación probable entre el centro del rango estimado y los valores observados es amplia.

En el caso de la inflación el Banco predice hoy que, con un 90% de probabilidad, ésta se ubicará durante los próximos 18 meses entre -1% y 5%. Y en el caso del crecimiento, nuevamente con una confianza del 90%, la autoridad espera que la economía se expanda entre -0,5% y 7,5% durante el año 2015.

Evidentemente estos intervalos son más amplios que lo que el mercado está dispuesto a aceptar; pero este bajo nivel de certeza es lo que, dado el estado del arte, nuestra profesión puede ofrecer.

¿Significa esto que podemos liberarnos de las proyecciones? No mientras los agentes económicos deban planear sus estrategias en un entorno dinámico e incierto. Sí es necesario entender qué puede y qué no puede ser predicho, así como sus ventajas y limitaciones.

Termino con un mensaje: sólo a través del análisis económico podemos explicar las causas y los efectos de los escenarios de riesgo enfrentados. Pero el énfasis hacia proyecciones libres de análisis sugiere que, en el terreno de los pronósticos, aún tenemos mucho por avanzar.

El Banco Central entiende esto perfectamente; no estoy seguro que la mayoría de los inversionistas privados que consumen estas proyecciones también lo entiendan. Mientras esto no suceda, nuestra economía transitará más cerca del monte Parnaso que de Agustinas 1180.