El Mercurio, 24 de junio de 2016
Opinión

Esas cosas que nos hacen

David Gallagher.

Me impresiona la proliferación que se está dando en el mundo de teorías de conspiración.

Me impresiona la proliferación que se está dando en el mundo de teorías de conspiración. Me encontré con un microcosmo de ellas en una reciente reunión internacional en Italia. Ciertos temas como Trump, Isis, Putin y Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea, que se decide mientras escribo) se repetían una y otra vez, desde ángulos furiosamente paranoicos, y contradictorios entre sí, en gente que suele ser sofisticada.

Algunos norteamericanos sostenían, por ejemplo, que el artífice de Brexit era Putin, porque quería que se fragmentara Europa. Pero un italiano insistió que era más bien la CIA, que quería que Estados Unidos tuviera un monopolio del poder. Una rusa me explicó que la política exterior de Estados Unidos es manejada en las sombras por Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski (¡de 93 y 88 años!), y que ellos buscan el desmembramiento de Rusia. «Felizmente Putin nunca lo va a a permitir», remató. Un empresario austríaco me explicó que Europa era gobernada por un puñado de masones cuyo fin era subvertir los valores cristianos. Con su relativismo disolvente, les abrían el camino a fuerzas invasoras, como las del jihad y las de los comunistas. Un alemán acotó que el comunismo ya estaba en el poder.

Otras teorías de conspiración apuntaban a un supuesto afán de dominio de Alemania, o a la insoportable burocracia no electa de Bruselas, compuesta de gente tan desconocida que no saben ni ellos mismos quiénes son, pero que controla las vidas de todo el mundo, prescribiendo hasta qué quesos podemos comer. Aquí los británicos presentes se volvían especialmente vehementes. No solo los pro-Brexit se quejan de los burócratas de Bruselas. En realidad pocos los defienden en Europa. Muchos italianos en la reunión querían que Brexit ganara para «darle una lección» a Bruselas y para tener un precedente para un eventual Italexit. Pero los que se robaron la película en cuanto a paranoia fueron los norteamericanos. Increíble el odio, el prejuicio ciego con que discuten las elecciones que vienen. Según quién hablaba, no había en el mundo designios tan oscuros y nefastos como los de Trump o de Hillary.

Claro que había gente sensata y los energúmenos no desplegaban todas sus teorías en público: se desahogaban en privado. Por eso al hacer una lista de las ideas más descabelladas que oí distorsiono un poco la reunión. Pero la lista sirve para ilustrar algo muy real: un abandono de la racionalidad en la política europea y americana que creíamos propio de América Latina. En Gran Bretaña en el debate sobre Brexit, basta que un «experto», o una institución que reúna a «expertos», como el FMI, la OCDE o el Banco de Inglaterra, diga algo, para que la gente piense lo contrario. Porque la peor conspiración de todas es, supuestamente, la de los «expertos», la de las élites que posan como iluminadas, y que se reúnen a puertas cerradas para embaucarnos y hacer lo que solo a ellos les conviene.

Curioso que en esta era de empoderamiento ciudadano, la gente se sienta tan manipulada, tan indefensa frente a supuestos designios de esas élites. Ha cundido una extraña cultura de víctima, de pasividad enrabiada en que la gente se cree engañada y oprimida por conspiradores ocultos. De allí el éxito de populistas de extrema derecha o izquierda, como Trump, Pablo Iglesias, los Brexit y los 5 Estrellas en Italia: todos pretenden corregir los abusos de los conspiradores.

En el mundo hay una ola populista portentosa y solo se replegará cuando los mismos populistas gobiernen y -libres de «expertos»- provoquen serios daños a sus países. En Chile algo sabemos de eso. Hemos estado en la vanguardia en materia de gobiernos inexpertos. Ojalá estemos entre los primeros en venir de vuelta.