En su primera entrevista tras haber asumido el cargo en el CEP a inicios de año, el economista aborda las reformas del Gobierno, el rol de la oposición, la carrera presidencial y el factor económico.
Soledad Vial
“Quería ser empresario, pero pensé en algo chico, nunca pensé que tendría la carrera que tuve. No vengo de una familia con medios, vivíamos en una casa chiquita en Ñuñoa. Mi papá era hijo de inmigrante catalán, tuvo una situación bien apretada; hizo montones de sacrificios, pero nos puso en un colegio mucho más allá de sus medios, como el Grange, porque consideraba que su mayor herencia era que aprendiéramos inglés. Y fue muy clave, en verdad. He sido una persona tremendamente afortunada, con una beca pude ir a estudiar a Stanford y llegué a esa universidad con 12 premios Nobel, Milton Friedman, entre ellos, y vi que independiente de sus medios, la gente podía tener educación relativamente parecida, y si quería que le fuera bien en la vida, tenía un empleo y trabajaba. Me marcó mucho, me sentí muy afortunado. Cuando volví, hice clases en la Universidad Católica, fue una forma de devolver la mano”.
La otra fue el CEP, el think tank al que Eliodoro Matte, su antiguo profesor, lo invitó en 1986. Mucho antes que Juan Obach (67) se convirtiera en un empresario exitoso en compañías como Iansa, Masisa, que vendieron a comienzos del 2000. Junto a su histórico socio Félix Bacigalupo, hoy les dedica cincuenta por ciento de su tiempo a diversos emprendimientos en Chile, Brasil, Argentina y Perú; a una empresa de packaging y papel; la Inmobiliaria Sienna, con el grupo Marinovic; Cristales Lirquén, y Agrofruta, y la otra mitad a la presidencia del CEP, que asumió a comienzos de año.
No tuvo “argumentos” para negarse cuando el comité ejecutivo se lo ofreció, confiesa, aunque le haga el quite al primer plano. “Mi corazón ‘público’ siempre ha estado en el CEP”, recalca en la luminosa casona de Providencia, donde funciona el centro de estudios que se ha jugado por una “economía social de mercado, abierta, competitiva para Chile, porque soy un convencido de que sin crecimiento no se sale de la pobreza y, entonces, ¿de qué justicia hablamos?”.
Seguidor de la revista The Economist y de las ideas liberales de su fundador James Wilson, allí mismo leyó hace unos días un artículo sobre la crisis de influencia que viven los centros de estudio en el mundo, incluso los más prestigiados. Lo conversó con filósofos, académicos y políticos, durante la semana que acaba de pasar en Europa junto al director ejecutivo del CEP, Leonidas Montes, visitando diversos think tanks.
—¿Cómo se sigue siendo influyente en un mundo bajo sospecha?
—La revista The Economist dice que una de las razones principales es la pérdida de independencia, cuando un think tank se enfoca en defender a un grupo o un partido político pierde su relevancia y la fuerza de su mensaje. Desde su fundación, Arturo Fontaine y Eliodoro Matte cuidaron mucho la libertad e independencia de sus investigaciones y de su financiamiento. Nadie puede influir; las mismas encuestas lo demuestran, y no ha sido fácil.
—¿Por qué?
—Porque hemos mostrado una realidad que los políticos decían que no existía, desde “el Sí y el No”, la evolución de la religión, o la última que muestra que no hay malestar, que la gente está contenta con su vida, con lo conseguido, pero tiene miedo de perderlo. Son una radiografía de la sociedad chilena, de cómo ha evolucionado en los últimos 30 años. Lo mismo con los personajes políticos que se eligen bajo ciertos estándares.
—Habrá muchas presiones para poner o sacar personajes desde que la famosa foto del tanque catapultara a Michelle Bachelet a La Moneda.
—Ni el presidente del CEP ni ningún empresario participamos del comité de opinión pública que se encarga de la encuesta y que lo componen académicos de renombre. Yo mismo sé los resultados el día que se publican. Si alguien me llama, me encojo de hombros, no puedo agregar ni cambiar a nadie. La credibilidad es nuestro gran valor. Por eso, aquí vienen a conversar, debatir, gente desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Nadie dice “no voy al CEP porque se cocinan las cosas”.
—¿Afectó ese prestigio que Eliodoro Matte debiera dejar la presidencia por la colusión en su empresa?
—Eliodoro fue de una generosidad tremenda al renunciar sin que nadie se lo pidiera, porque pensó que podría afectar a la institución. Harald Beyer asumió la dirección, nadie duda de su independencia y capacidad técnica, se reformuló el gobierno corporativo, se amplió el consejo directivo con académicos tan independientes y prestigiosos como Sol Serrano y Sebastián Edwards. Tenemos un endowment que da estabilidad e independencia a nuestro financiamiento; la institución se despersonalizó totalmente.
“El Frente Amplio hizo un gran daño”
—Pareciera que la dinámica política ha querido separarse de los técnicos, ¿cómo se logra influir en políticas públicas?
—Trabajando con una rigurosidad más fuerte que nunca, con comisiones amplias de expertos, empresarios y también actores como ONGs de todos los pensamientos. Hacemos 70 seminarios al año que trasmitimos por streaming, Twitter, Facebook, tenemos que ser un lugar interesante para la juventud, y vienen muchos jóvenes.
—En el gobierno anterior hubo una mirada crítica a la “era Concertación”, ¿cree que se está revalorizando el aporte técnico a la política?
—El Frente Amplio hizo un gran daño. A todos los partícipes de la Concertación los obligó a renegar de su obra, que le hizo un bien gigantesco al país, especialmente el Presidente Lagos. Hoy se están dando cuenta del error y Beatriz Sánchez está hablando de la importancia del crecimiento económico, están cambiando el switch, porque su discurso no puede estar desconectado de las necesidades de la gente. Hay que revalorizar la actividad política y convencerlos de volver a los grandes acuerdos que dan crecimiento y paz social.
—¿Qué banderas debe seguir defendiendo el CEP?
—Noto que las universidades se han alejado del tema público y los centros de estudio se han debilitado por dificultades para financiarse o porque son muy partidistas. El CEP tiene un rol importante que jugar, busca ser un lugar de encuentro donde discutir asuntos de interés público desde distintos puntos de vista y con rigor académico. Acaba de salir el libro “Cómo mueren las democracias”, Levitsky y Ziblatt dicen que uno de los factores que debilitan la democracia y allanan el camino al populismo es la polarización de la élite política. Nuestra élite política está hoy tremendamente encrespada, desde la teoría del malestar que instaló la Nueva Mayoría, y las encuestas del CEP muestran sistemáticamente que la gente está contenta de lo que ha logrado con su esfuerzo y el crecimiento económico, pero sienten la pobreza muy cerca. Lo vi en mi casa, mi mamá hacía tortillas de arroz, porque había que aprovechar todo. El que más lo ha sabido leer es el rector Carlos Peña. Es una tremenda irresponsabilidad cuando se dice que el crecimiento económico ya no importa, todavía tenemos 1,5 millones de personas que viven en la pobreza, y puede que esta clase media llegue a la vejez, y con las actuales jubilaciones, vuelva a ser pobre.
—¿Cuán cerca está Chile del populismo?
—Todavía estamos lejos, pero tenemos un caso muy cerca. Cuando fui la primera vez a Argentina en los 70, dije este es un país desarrollado, cuando volví como empresario en los 90, seguía siendo infinitamente más desarrollado que Chile, y mire dónde está hoy. Veo gérmenes de populismo en los extremos, en el Frente Amplio, en José Antonio Kast. Cuando la política se polariza, se deja de llegar a acuerdos y de responder a las necesidades de los ciudadanos. Eso genera un clima político propicio para demagogos populistas de izquierda o de derecha, como Bolsonaro en Brasil, en Argentina, en Venezuela, en Italia, o Marie Le Pen en Francia. El populismo se combate con ideas, con propuestas públicas bien pensadas, coherentes y consistentes.
—Algunos critican a Joaquín Lavín como un “populista de derecha”. Estuvo hace poco acá, ¿qué opinión se formó usted de él?
—Me formé una tremenda opinión, es muy responsable y hoy está preocupado de ser un buen alcalde. Pasa tres horas en el Twitter intentando ver qué necesita la gente.
—¿Esa “política spot” no es un populismo moderno? Las buenas políticas no son siempre populares.
—Lavín es un alcalde, su función es solucionar los problemas de la comunidad y los sabe leer muy bien. Me preocupa la polarización de la clase política frente a los ciudadanos que lo que quieren es vivir en un país en paz, que les dé condiciones para que les vaya bien, que les asegure su vejez, que sus hijos lleguen a su casa sin que los asalten; son preocupaciones importantes. Es lo que las encuestas les están mostrando a los políticos, es el grito de la gente y es importante que lo gritemos.
—Y este gobierno, ¿es efectivamente de centroderecha o es una Concertación recargada que gobierna con ideas de izquierda, como dice José Antonio Kast?
—Estoy completamente en desacuerdo con José Antonio Kast. Este es un gobierno de centroderecha en su pensamiento y en su actuar, pero gobernar es un arte difícil de lo posible, y a veces hay que transar una reforma tributaria que no es perfecta, pero reponer la integración disminuye el daño que se causó a la inversión y al crecimiento.
—Los empresarios reclaman que Piñera no bajó los impuestos como prometió, ¿usted cree que faltó a su compromiso?
—El Presidente Piñera tiene que gobernar con una oposición que ha intentado bloquear las leyes antes que las presente, es muy fácil criticar, pero el conductor tiene la responsabilidad de que el país funcione. Fue extraordinario crecer al 4% el primer año de este gobierno, cuando hice el presupuesto de mi empresa en Brasil, estimamos un crecimiento del 4% y vamos en un -2%, cinco puntos menos, para qué decir en Argentina.
—Como candidato, Piñera criticó el bajo crecimiento de Bachelet, prometió un promedio de 4% y los analistas incluso hablan de menos de 3% para este año.
—El gobierno anterior creció al 1,7% y este año, en el peor escenario, creceremos entre 2,7% y 3%. Nadie imaginó esta locura de la guerra comercial de Trump. El cobre, la celulosa han caído muchísimo en los últimos meses.
—¿No era la oportunidad de bajar impuestos? Se ve complejo hacerlo en el futuro con los gastos que se siguen comprometiendo.
—No estaba la posibilidad, por eso es muy importante que existan instituciones como el CEP, para que desde un punto de vista no sesgado puedan seguir intentando convencernos de que si nos quedamos con impuestos más altos que todos los países, los empresarios finalmente invertirán allá.
—Algunos plantean no insistir en el cambio tributario, que es poco el avance y muchos los riesgos de la negociación en el Congreso.
—El acuerdo alcanzado no es ideal, pero reintegra el sistema y representa un mucho mejor equilibrio. Lo más fundamental es no quedarnos pegados en este debate y aprobar esta reforma. La economía funciona por expectativas, y si todos estamos negativos, termina siendo una profecía autocumplida. Para que el país vuelva a tomar la senda del crecimiento, el resultado de algunas reformas no se va a ver en este gobierno, será en el próximo, pero hay que hacerlas.
—El mundo empresarial también está molesto con el Gobierno por ceder en que un ente estatal administre la cotización adicional del 4% y no les dé posibilidades a las AFP, ¿traiciona eso sus principios?
—No hacer una reforma de pensiones es no entender nada de lo que le preocupa a la mitad de la población chilena que está en esta clase media emergente, que ve que logró salir de la pobreza y que ahora se va a jubilar y va a volver a ser pobre. El ministro Larraín y el Presidente Piñera saben que el que mejor administra ese 4% son las AFP, pero si para poder mejorar las pensiones de los chilenos hay que ceder algo, es más importante lograr un acuerdo. No es una solución perfecta, pero peor sería volver al sistema de reparto, como proponen algunas fuerzas políticas. Las AFP se mantienen y siguen siendo los principales actores del mercado financiero. No ver la urgencia política de las pensiones, el pánico del 40% de los chilenos de volver a ser pobre, me parece miope, y es no tener ninguna sensibilidad política. Sería una vergüenza.
—Legislar en la medida de lo posible, como diría Aylwin…
—El Presidente Aylwin debe haber tomado muchas medidas en contra de su estómago, pero dejó un país en paz, con compatriotas que salían de la pobreza y podían desarrollarse en las artes, en la cultura, en el medio ambiente. Pero cuando no hay plata para comer… nuestra principal tarea es volver a crecer, salir de esta pelea polarizada.
—Usted se siente “orgulloso de ser empresario”, ¿cree que van en vías de recuperar el prestigio que perdieron con los casos de colusión y corrupción?
—Me siento muy orgulloso de ser empresario, me ha tocado pelear en buena ley, a veces me ha ido bien y a veces mal, pero en eso se ha creado riqueza y progreso para el país. Siempre puede haber alguien que actúe mal, en la iglesia, entre los jueces, en la política, entre los doctores, en cada actividad. Lo importante es que Chile es capaz de juzgar eso, de multarlo, y el castigo social es muy fuerte.
—¿Qué esperan los chilenos de sus empresarios?
—El chileno espera que gane plata el empresario que tuvo una buena idea, la desarrolló bien y no lo hizo con malas artes.
—¿Cómo evita el CEP ser visto como un club de grandes empresarios que defiende sus intereses?
—Mi función es defender la independencia total, el pluralismo y las convicciones de este centro, por eso estamos haciendo un nuevo trabajo sobre la modernización del Estado en conjunto con Espacio Público, Chile XXI y Libertad y Desarrollo, que presentó el senador socialista Carlos Montes. El CEP es un lugar donde se discuten todas las ideas en buena lid, no hay cartas marcadas. El año pasado trajimos al filósofo alemán Peter Sloterdijk, cuyas ideas han generado un gran debate en Europa; ahora invitamos al coreano Ha-Joon Chang, quien es bastante crítico del capitalismo y ha sido gran inspirador del Frente Amplio, y también a Roger Scruton, el filósofo conservador más respetado actualmente en el mundo. Es importante mostrar todas las ideas, discutirlas; lo peor que puede pasar en un país es que no se converse, es el mejor camino para terminar en un populismo.
—¿Qué nuevos temas tienen en carpeta?
—Estamos armando una mesa de trabajo con expertos transversales para hacer propuestas que promuevan una ley de filantropía y conservación, que permita las donaciones para mejorar la administración y financiamiento de las áreas protegidas y promueva la participación en la conservación de nuestro patrimonio natural. El calentamiento global, la contaminación y la sobreexplotación amenazan fuertemente nuestros frágiles ecosistemas y es fundamental contar con herramientas institucionales para protegerlos. La secretaria ejecutiva será Sylvia Eyzaguirre, participará también Kristine Tompkins y la presidirá el empresario Jorge Matetic, quien quiere donar una importante cantidad de tierras en la Patagonia para un parque. Esto será el turismo del futuro y si hacemos bien este trabajo, esto puede ser una fuente de riqueza como hace años fueron los salmones. A fines de agosto también publicaremos un trabajo, coordinado por Rodrigo Vergara e Isabel Aninat, que investiga la última ola migratoria desde sus múltiples efectos sobre la educación, economía, pensiones, ciudades, porque hoy los inmigrantes representan casi el 9% de la fuerza laboral chilena.