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Fake news

Sylvia Eyzaguirre T..

Fake news

La verdad es que no se requieren fake news para votar Rechazo o Apruebo; ambas alternativas son legítimas (aunque le pese a Atria) y existen muy buenas razones para votar por ambas.

Se ha vuelto un lugar común en la campaña del Apruebo decir que la campaña del Rechazo se basa en fake news, es decir, en mentirle a la gente. Se argumenta, que el éxito del Rechazo solo sería posible gracias a esta campaña de desinformación. El propio ex convencional Fernando Atria así lo sugirió el 24 de agosto en el programa “Tú Decides” de Canal 13: “El acuerdo tiene varias partes (…) primero tiene un conjunto de aclaraciones que no cambia la Constitución solo aclara cuestiones. Y ¿por qué las aclara? (…) No era necesario por un defecto del texto, era necesario porque estamos enfrentados a la misma campaña que ya hemos visto ocurrir en el Reino Unido cuando fue el Brexit, en Estados unidos cuando fue la elección de Trump, en Brasil con Bolsonaro, en Colombia para el plebiscito de paz, y es una campaña de desinformación y de tergiversación del contenido de la Constitución que, como en esas elecciones que he mencionado, puede tener efectos electorales”. ¿Me pregunto si para Atria las críticas a la propuesta constitucional de economistas de centroizquierda como Rodrigo Valdés, Óscar Landerretche y Manuel Marfán también son parte de la campaña del terror? Se podría argumentar que al carecer de conocimientos constitucionales erran en sus apreciaciones. Pero ¿qué pasa entonces con las críticas de abogados como Antonio Bascuñán, Jorge Correa Sutil y Felipe Harboe? ¿También son parte de la campaña de tergiversación? ¿Y qué pasa con las críticas de Ricardo Lagos o con las profundas críticas de quienes votan Apruebo como Sergio Bitar o José Miguel Insulza?

Si le ponemos coto a nuestro ego y paños fríos a las pasiones veremos que tergiversaciones hay de lado y lado. Sin embargo, más allá de algunas mentiras por aquí y por allá, la verdad es que no se requieren fake news para votar Rechazo o Apruebo; ambas alternativas son legítimas (aunque le pese a Atria) y existen muy buenas razones para votar por ambas. Ahora bien, lo que muestran las encuestas es que a la gran mayoría de los chilenos no les gusta la propuesta constitucional y eso es una realidad que deben hacerse cargo con más humildad los convencionales. De hecho, distintas encuestas coinciden en que solo el 11% estaría por aprobar sin reformar; la gran mayoría de quienes votarían Apruebo les gustaría que se reformara la actual propuesta. Esto no es producto de una campaña exitosísima de la ultra derecha, como nos quiere hacer creer Atria y compañía, sino gracias a los propios convencionales. Ellos y no otros han sido la mejor campaña para el Rechazo, así lo muestran las encuestas. Basta recordar lo que sucedió el día de la inauguración de la Convención, cuando los propios convencionales dejaron llorando al coro de niños que intentaba cantar el himno nacional, o el convencional votando desde la ducha, la enfermedad trucha de Rojas Vade o las destempladas declaraciones de Stingo, entre tantos otros acontecimientos bochornosos. En segundo lugar, otro aspecto con alto rechazo ciudadano es la definición del Estado de Chile como plurinacional, definición que por cierto Atria defiende. No hay que ser de derecha para estar en contra del Estado plurinacional; de hecho, la encuesta CEP muestra que la mayoría de los mapuche tampoco está de acuerdo con esta definición de Estado.

Debe ser muy frustrante para Atria ver cómo el Rechazo se impone en regiones, en los sectores rurales, en los sectores más pobres y finalmente en la mayoría de la ciudadanía, cuando él sabe que “esta es la Constitución que Chile necesita”. Pero más frustrante es para los chilenos que votamos Apruebo saber que la Convención se farreó la oportunidad de construir una Constitución que fuera de verdad la casa de todos, que llamara a la unidad y no a la división, lo que ya es un hecho. Patético e indignante resulta ver cómo los mismos que se pegaron la farra ahora con arrogancia le echan la culpa a las famosas fake news en vez de asumir sus responsabilidades.