El Mercurio, lunes 21 de junio de 2004.
Opinión

Familias

Lucas Sierra I..

Un reciente fallo se esfuerza en negar la complejidad de las familias. Por prejuicio.

Las familias, sabemos, son complejas. Hay familias conformadas por un padre y una madre casados que viven con sus hijos; hay hijos que viven con padres que no están casados; hay hijos que viven con uno de sus padres; hijos que viven con uno de sus padres, más la pareja de éste; a veces se suman los hijos propios de esa pareja y los nuevos comunes; hay hijos que son criados por hermanosmayores, por abuelos, por otros parientes lejanos, por padrinos; en fin, la lista de combinaciones es larga. Y todas serán familias: basta que sus miembros así lo sientan recíprocamente.

La complejidad se da también en la forma más arquetípica: padre y madre casados que viven con sus hijos. A la hora de las experiencias, la forma no siempre dice mucho. Puede haber experiencias muy distintas entre dos familias arquetípicas, y también entre dos o más miembros de una misma. Tras el típico retrato de familia suelen desplegarse mundos insondables, muchas veces sorprendentes.

Un cuento espléndido de Jorge Edwards ilustra esto con una historia en el extremo. Es «El orden de las familias»: contra un fondo de normalidad, el padre cae en un progresivo extravío mental, la madre pierde toda dignidad en medio de la decadencia, y entre hermano y hermana hay algo incestuoso, tan sutil como perturbador. Las familias, todas las familias, son tan complejas como sus miembros.

La Corte Suprema, sin embargo, ha negado esta evidente realidad. El voto de mayoría que negó a una madre lesbiana la tuición de sus hijas dictaminó que la Corte de Temuco, al confirmar el fallo original que le había dado la tuición, cometió «falta o abuso grave», pues habría desconocido «el derecho preferente de las menores a vivir y desarrollarse en el seno de una familia estructurada normalmente y apreciada en el medio social, según el modelo tradicional que le es propio».

¿Cuál es el modelo tradicional de familia normal? Difícil saberlo. Tal vez los jueces pensaban en la forma arquetípica de padres casados e hijos. Pero ella no se puede aplicar aquí: si hay un juicio de tuición, ya no hay convivencia. Si ése es el modelo, se ha quebrado con la separación y, más aún, con la disputa por los hijos.

¿Hay otro modelo «tradicional» y «normal» para los casos de quiebre? Lo único que hay es el mandato de la ley: la tuición, por regla general, es de la madre.

Para eludir este mandato, el voto de mayoría debió fabricar la «causa calificada» que la ley exige para cambiar la tuición al padre, basándose sólo en testigos aportados por este último. De paso, ignoró un cúmulo de informes periciales y la opinión de las propias hijas, quienes dijeron varias veces al tribunal y a peritos querer vivir con su madre, incluso cuando ya vivían con su padre.

A esto subyace un prejuicio discriminatorio y ciego a la complejidad de las familias. Para disimularlo, se invoca un supuesto modelo tradicional de familia estructurada normalmente, del todo inaplicable al caso.

Si se recurre al sistema interamericano de derechos humanos, es muy probable que el Estado chileno se vea, otra vez, en la incómoda necesidad de dar explicaciones por los fallos de sus jueces.