El Mercurio, 22 de febrero de 2013
Opinión

Febrero en Nueva York

David Gallagher.

Al comienzo de mi semana en Nueva York, me tocó una tormenta de nieve, de esas que paralizan las actividades cotidianas. Recomendaban quedarse adentro esa noche, pero decidí ir a un cine cercano a ver la notoria » Zero Dark Thirty «, de Kathryn Bigelow. Estrenada en Chile ayer como «La noche más oscura», es la película en que una tal Maya (Jessica Chastain) da con el escondite de Osama Bin Laden.

«ZDT», como le dicen en Nueva York, estaría basada en una historia real: habría una mujer así en la CIA, una que encontró a Bin Laden y que, dada su profesión, no podrá aparecer nunca en público. Un sacrificio no menor si fue en la vida real como Maya, una mujer muy bonita y muy joven, que en la película vale más que todos los hombres de Al Qaeda, más que todos esos asesinos barbudos juntos, porque ella los derrota sola, ella gana sola la madre de todas las batallas en la guerra contra el terror.

¿Pero cómo lo hace? La verdad es que Maya se nutre de pistas dadas por prisioneros sometidos a torturas, a las que ella misma asiste, en unas sórdidas cárceles secretas, los llamados «puntos negros» de la CIA. Estas torturas brutales -aunque no tanto como las de la DINA- las administran justo a tiempo, porque cuando asume la Presidencia Obama, son interrumpidas. Si las elecciones hubieran sido solo un poco antes, no habrían logrado torturar lo suficiente para encontrar a Bin Laden. Es lo que nos insinúa Bigelow.

La gente sale muy contenta de la película, y si es por su técnica, o por la actuación de Chastain, tiene razón. Lo que me parece interesante, mientras trato de avanzar en la noche sobre una densa capa de nieve, es que a todas luces le parezca justificado torturar, si es para lograr un resultado «patriótico» como es la eliminación de Bin Laden. La relatividad moral no es, por lo visto, exclusividad de nadie. Será interesante ver si «ZDT» es coronada en los Oscar.

Las tormentas de nieve son incómodas, pero el día después, la nieve recién caída, iluminada por el sol, es una fiesta. Se llena Central Park de gente alegre, como si la moviera un llamado atávico a celebrar. Por eso mismo, tomo la ruta del parque para ir a Broadway, donde veré a Scarlett Johansson actuando de Maggie, en «El gato sobre un tejado», de Tennessee Williams. Interesante que una actriz de cine tan exitosa quiera someterse en vivo, noche tras noche, a uno de los papeles más arduos del teatro americano: en el primer acto, ella, la «gata», habla casi sin parar durante una hora o más. Le dice su suegro Big Daddy a Maggie que su voz suena como si estuviera «corriendo escalera arriba en un incendio». Es una buena descripción de la voz con que actúa Johansson, lo que no es una crítica: en el tórrido sur de Tennessee Williams, los personajes viven en un permanente estado de pánico, que es lo que ella transmite. Ahora solo falta ver a Jessica Chastain de Maggie. Pero esta chica del año no se ha quedado atrás: Chastain también actuaba, hace poco, en Broadway, en «La heredera», una obra adaptada de una novela de Henry James.

Otro gran evento este mes en Nueva York: el medio siglo que cumple el «New York Review of Books», la eximia revista que exhibe cada dos semanas lo mejor de la intelectualidad de habla inglesa. Durante todo este tiempo su editor ha sido Bob Silvers. El la fundó, en febrero de 1963, y a sus 83 años, no tiene planes para retirarse. No es de extrañarse que la revista, siempre actual, y siempre preocupada de los derechos humanos, lleve este mes un ensayo de Steve Coll sobre «ZDT». Coll objeta que la película pose como documental, pero a la vez invente hechos, con el pretexto de que es una ficción. Agrega un dato interesante: según las encuestas, casi la mitad de los americanos aprueba la tortura en la lucha contra el terrorismo.