El Mercurio, 23 de diciembre de 2016
Opinión
Educación

Fin de los Liceos de Excelencia

Sylvia Eyzaguirre T..

La Ley de Inclusión termina con los Liceos de Excelencia. Estos establecimientos escolares buscan desarrollar al máximo las potencialidades de niños y jóvenes altamente talentosos en las esferas de las artes, el deporte y la academia.

¿Qué ocurrirá cuando estos liceos no puedan seleccionar por talento o mérito? ¿No afectará el acceso de los alumnos de liceos municipales a las universidades más selectivas?

Los Liceos de Excelencia deportivos y artísticos cumplen un rol cultural y social fundamental. Estos establecimientos proveen al país de artistas y deportistas que nutren nuestra vida cultural, y ofrecen a jóvenes talentosos la posibilidad de desarrollar al máximo sus capacidades, especialmente a aquellos de familias que no tienen los recursos económicos para costear este tipo de formación.

Los Liceos de Excelencia Académica también cumplen un rol social importante, especialmente en un sistema de ingreso selectivo a la educación superior. Estos establecimientos ofrecen una formación exigente en el plano académico a jóvenes con talento o mérito, especialmente a quienes no tienen los recursos económicos para costear un colegio particular pagado. Los Liceos de Excelencia logran romper la barrera socioeconómica, mejorando las oportunidades de acceso de alumnos vulnerables a las universidades más selectivas del país.

Entre los alumnos seleccionados en 2015 en la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile, solo el 18% provenía de un liceo municipal; de estos, el 73% provino de un Liceo Municipal de Excelencia Académica.

¿Qué ocurrirá cuando estos liceos no puedan seleccionar por talento o mérito? ¿No afectará el acceso de los alumnos de liceos municipales a las universidades más selectivas? ¿Quiénes reemplazarán a estos estudiantes: alumnos más o menos vulnerables? ¿Qué repercusión tendrá dicha eliminación para la educación pública?

Los argumentos en contra de estos liceos son principalmente tres. El primero afirma que estos liceos no agregan valor, pues sus buenos resultados en el ingreso a la educación superior se deben exclusivamente a la selección que realizan. El mérito sería exclusivo del alumno, independiente del contexto escolar. En segundo lugar, se argumenta que estos liceos son segregados, pues seleccionan alumnos de nivel socioeconómico alto. Así, lo que explicaría los buenos resultados no sería el mérito de los alumnos ni la calidad de la formación, sino únicamente el alto capital cultural de los alumnos. La meritocracia no sería sino un espejismo.

Sin embargo, la escasa evidencia disponible sugiere más bien lo contrario. Distintos estudios encuentran que asistir a un Liceo de Excelencia Académica tiene un efecto positivo en el rendimiento académico y en el acceso a la educación superior; efecto que no se explica exclusivamente por el hecho de seleccionar alumnos de alto rendimiento. Por otra parte, los buenos resultados en la PSU tampoco se explican por el nivel socioeconómico de los estudiantes.

En lo que respecta a la segregación escolar, más del 70% de los alumnos de los liceos emblemáticos proviene de una familia con un ingreso familiar promedio menor a $576.000 mensuales, pero logran reunir a estudiantes del 20% más pobre con estudiantes del 20% más rico, a jóvenes que provienen de colegios particulares pagados con otros provenientes de escuelas públicas gratuitas; un fenómeno poco frecuente en nuestro sistema escolar. Si bien algunos Liceos de Excelencia matriculan un bajo porcentaje de alumnos de los quintiles más pobres, ello no es razón para eliminar estos establecimientos, sino para mejorar su sistema de admisión.

El tercer argumento en contra considera que la escuela, en cuanto lugar donde se forman ciudadanos, debe ser un espacio de encuentro, donde niños y jóvenes de diferentes culturas, religiones, niveles socioeconómicos y talentos aprenden a convivir. Es legítimo creer que no es deseable durante la vida escolar separar a los jóvenes en función de sus talentos. Sin embargo, también es legítima la postura contraria: creer que es beneficioso, tanto para el individuo como para la sociedad, la posibilidad de especializarse de forma temprana, desarrollando los talentos en su máximo potencial.

La eliminación de los Liceos de Excelencia no solo debe responder a las convicciones de un grupo determinado, sino que también debe hacerse cargo de los perjuicios sociales que dicha medida puede conllevar. Considerando nuestra inequidad escolar, que el sistema de ingreso a la educación superior es selectivo, la falta de oportunidades escolares de calidad que ofrece el sector subvencionado por el Estado, el debilitamiento de la educación pública y la evidencia disponible sobre la función social que cumplen estos liceos, cabe preguntarse si no estamos a tiempo de enmendar el rumbo.