Sumando el aumento en el salario real con el aumento en el empleo, el ingreso laboral de los hogares acumuló un incremento de 20% en estos años.
Los indicadores macroeconómicos demuestran que Chile es más rico. Pero, ¿quién se está quedando con la nueva riqueza? Algunos asignan la respuesta a la desigualdad en la distribución del ingreso. Ascanio Cavallo afirmó que «no son pocos» los empresarios que «mantienen a más del 50% de los chilenos con contratos temporales y precarios». Cree que los empresarios se han coordinado para bajar los salarios y así se han apropiado de una porción excesiva de la nueva riqueza. ¿Cuál es el sustento empírico?
El «ingreso nacional real disponible» mide el ingreso total de los chilenos. Hasta 2003 el ingreso nacional creció lentamente, llegando ese año a 48,5 billones de pesos. A partir de 2004, el precio del cobre empezó a aumentar y se verifica un auge. Para el año terminado en junio de 2007, el ingreso nacional real disponible fue de 64,2 billones de pesos, en moneda de 2003, es decir, había subido un enorme 32%. ¿Quién captó el incremento de 15,7 billones de pesos anuales?
El trabajo captó poco, sumando el ingreso de los asalariados con el de los independientes. El índice de remuneraciones reales subió apenas 1,8% anual en 2003-2007. El número de ocupados aumentó en 11,4% acumulado. El mayor número de ocupados por hogar elevó el ingreso familiar. Sumando el aumento en el salario real con el aumento en el empleo, el ingreso laboral de los hogares acumuló un incremento de 20% en estos años. Si bien esta cifra es buena, es inferior al 32%. Estimo que el trabajo captó a lo más 4,4 billones de pesos del incremento total. ¿Quién tiene los otros 11,3 billones?
El Estado captó 9,4 billones. En efecto, los ingresos fiscales totales, ajustados por IPC, aumentaron de 10,7 a 20,1 billones de pesos entre los períodos citados. El fisco captó un enorme 60% del incremento total. Por diferencia, las empresas captaron 1,9 billón. Como esto es sólo el 43% del incremento que obtuvo el trabajo, el capital redujo su participación en el ingreso nacional.
El Estado está hoy en posición de aplicar un shock de equidad, administrando estos enormes dineros en beneficio de los trabajadores. Éstos ya reciben 4,4 billones de inmediato, a lo cual se suma el flujo anual equivalente a los 9,4 billones de pesos por cada año de auge. Esto suma el 88% del incremento de ingreso nacional. A la vuelta de algunos años, la participación de los trabajadores en el consumo material podrá haber aumentado en forma sostenible.
Eso depende de que el Estado administre bien esta riqueza. Los políticos chilenos que han respaldado el ahorro en el exterior de estos sorpresivos ingresos, para evitar una caída del dólar que reduciría el empleo y el crecimiento, han hecho un aporte heroico, pero no lo han explicado bien a los trabajadores. Esos políticos saben que lo más conveniente para los trabajadores es gastar sólo los intereses de dichos ahorros, que son permanentes y sostenibles, en mejorar la calidad de la educación para siempre. Pero esos políticos no han logrado explicar lo que hacen. Se han dejado criticar por quienes, sin base alguna, quieren creer que se agudizó la desigualdad capital-trabajo. El hecho es que esa desigualdad está en retirada.
La distribución del ingreso empeora cuando los empleados ya privilegiados, como los subcontratistas de Codelco, algunos gremios de la salud y otros, se apropian de una porción excesiva del ingreso fiscal. Como eso pone trabas a que el Estado pague una educación de calidad para todos, tolerar esto es una falencia ética. Cuando esos gremios presionan por medio de la violencia, hay una segunda falencia ética. Que los empleadores que puedan agreguen alguna donación al salario y paguen salarios superiores a la productividad también es cuestionable. Su obligación ética es dirigir sus donaciones a quien más las necesite, no a privilegiados empleados de empresas grandes o medianas.
Falta que los partidos superen otra prueba más: deben ser capaces de competir por votos ofreciendo aquellos proyectos que más benefician a los trabajadores, aunque sean de largo plazo, en vez de estar ofreciendo dádivas fiscales de una sola vez, que tendrían catastróficos efectos macroeconómicos para los propios trabajadores. Éste es el verdadero riesgo de Chile.