El Mercurio, lunes 24 de julio de 2006.
Opinión

Fuerzas vivas

Lucas Sierra I..

Una vieja idea une y confunde a los senadores.

Leo las noticias y me entero con asombro de una decisión de la Cámara Alta. El senador Frei propuso pedir al Gobierno la creación de un «Consejo Económico y Social». Senadores de todos los partidos suscribieron la propuesta, y fue aprobada unánimemente por la sala. La idea es contribuir al «diálogo social», dándoles poderes a las organizaciones «más representativas» de las «principales actividades económicas y laborales». Esta noticia me catapultó al pasado. Hace 22 años, en 1984, Pinochet anunció lo mismo: un «Consejo Económico y Social» de carácter consultivo, formado por los «cuerpos intermedios» relevantes. De nuevo lo mismo, pensé. Otra vez el corporativismo.

El corporativismo -esa forma de entender la sociedad como un cuerpo orgánico- es antiguo. Ha estado en la política chilena desde los años 20. Luego tuvo influencia en la fundación de la DC, en la gestación de la Constitución que hoy nos rige, y en la fundación de RN y la UDI. Y, a juzgar por el reciente acuerdo del Senado, sigue palpitando. Es lamentable.

El corporativismo es una idea refractaria al mercado y al liberalismo político, pues éstos exigen una idea de la sociedad que no es orgánica, sino asociativa. Antes que un «cuerpo» con «órganos», la sociedad se entiende mejor como un conjunto de individuos que celebran pactos.

No sé qué irá a hacer el Gobierno con esta petición del Senado. Ojalá, nada. Ojalá resista la tentación de ver en ella el estilo «ciudadano» que ha venido pregonando. De seguro, un Consejo Económico y Social tendrá poco y nada de ciudadano, y mucho de ciertos grupos organizados, que querrán ver en sus propios intereses sectoriales el interés general de los ciudadanos.

Un Consejo Económico y Social, además, significará una regresión para el sistema político, cuya tarea es, precisamente, filtrar los intereses sectoriales, universalizándolos en el interés general de los ciudadanos. El corporativismo es una forma de despolitización y un debilitamiento de la democracia representativa. Por esto, suele ser fomentado por las dictaduras, que invocan las «fuerzas vivas» de la sociedad, mientras abominan de la política democrática.

Es difícil, por esto, entender la razón de los senadores para tomar un acuerdo tan unánime como autodestructivo. Y justo ahora, cuando lo que pasa en algunos países de la región hace sentir con más fuerza la necesidad de contar con un sistema político eficaz y sofisticado, con partidos políticos fuertes y profesionales, antes que con fuerzas sociales demasiado vivas.