El Mercurio, 11 de enero de 2013
Opinión

Hacia liderazgos personalistas

David Gallagher.

A primera vista, hay una buena noticia para el Gobierno en la última encuesta del CEP: la gente ve el futuro económico con más optimismo. Pero enseguida descubrimos que nada menos que un 52 por ciento «desaprueba» el manejo económico de «Sebastián Piñera y su equipo económico». ¿Por qué esta aparente contradicción?

Una explicación que se oye es que los chilenos ahora piensan que los altibajos de la economía dependen no de las políticas públicas, sino que de la economía internacional, para no decir la china. Pero esta explicación sería más convincente si la evaluación del Gobierno en este tema fuera más neutra. El feroz rechazo que provoca demuestra que hay un profundo prejuicio contra el Presidente y el Gobierno, como si produjeran tirria. Es un problema afectivo. En algún momento posterior al eufórico rescate de los 33, se dio ese fenómeno complejo y misterioso que es el desamor. Cuando se da en una pareja, el cuerpo que antes era deseado no logra sino irritar, tanto más si procura agradar. Es desgraciadamente lo que les pasa al Presidente y al Gobierno con la gente hoy. Pero como veremos más adelante, no les pasa solo a ellos.

Según algunos, el problema no es del Gobierno, sino que del Presidente como individuo. El manejo económico es mal evaluado, dicen, porque la pregunta del CEP se refiere a «Sebastián Piñera y su equipo económico», y la gente reacciona en negativo porque es el Presidente el que les produce alergia. ¿No es que son muy bien evaluados los ministros? Bueno, lo eran, pero en encuestas que ya no aparecen. En la del CEP, solo Lavín y Matthei tienen mejor evaluación que Piñera, y por muy poco. Otros ministros acompañan a políticos como Andrade, Gómez, Teillier o Quintana en los puestos más bajos del ranking . En cuanto a las tareas que les corresponden a diversos ministerios, solo el 17 por ciento aprueba su desempeño en medio ambiente; en salud y transporte el porcentaje baja al 15, en pobreza al 11, y en delincuencia a un exiguo 7.

En suma, no hay evidencia de que el Gobierno o los ministros estén mejor evaluados que el Presidente. Lo que sí ocurre es otra cosa. La impopularidad del Presidente y su gobierno se extiende a la clase política en general. En realidad las dos grandes coaliciones, y la oposición, son bastante más impopulares. Por otro lado hemos visto en encuestas anteriores una caída notable en el prestigio de las instituciones. La conclusión, entonces, es que en el país el ambiente es negativo no solo para el Gobierno, sino que para cualquier autoridad.

Es en ese contexto que se debería analizar la inmensa popularidad de Michelle Bachelet. Se ha dicho que ella es popular por una suerte de «efecto espejo», porque es para la gente todo lo que Piñera no es. Quizás. Pero si hay «efecto espejo», es, me parece, en relación a toda la clase política. Bachelet fue, como presidenta, muy diestra en posicionarse por encima de la política. En la Concertación, muchos la criticaban, en esa época -en los pasillos-, por hacerse popular a costa de los partidos. Ahora claro que ni en los pasillos la critican, porque ella es la única esperanza de acceder al poder de aquellos con que ella ha querido diferenciarse.

En muchos países se da de vez en cuando un sentimiento tipo «que se vayan todos», uno que favorece a liderazgos personalistas, y algo de eso hay en Chile, agravado por el poco representativo binominal. No es casual que en la CEP saliera tan bien parado, también, Marco Enríquez-Ominami. Este sentimiento perjudica a Piñera, al Gobierno, a la clase política, y a las autoridades en general. Favorece a Bachelet, en la medida que, al prolongar su ya notable ausencia, logre mantener intacta su postura de estar por encima de los políticos que la apoyan.