Piñera debería tomar más riesgos. Por ejemplo, explicarle al paíslos temas microeconómicos que tendremos que enfrentar.
La principal noticia de la encuesta del CEP, aparte de la popularidad del Presidente Lagos, es la persistente fortaleza de Michelle Bachelet y de la Concertación, y la porfiada caída de Lavín a través del tiempo.
Esta caída es desafortunada. Lavín es un hombre bueno e inteligente, y sería un buen Presidente. Pero sus dificultades no me sorprenden. Fue un error tener a un solo candidato en la derecha. Un error sobre todo para Lavín, porque no hay nada peor que años de sobreexposición. Lavín, con el tiempo, adquirió un segundo problema, uno que no tenía en 1999, cuando parecía apolítico: el de ser identificado cada vez más con la UDI. Éste es un gran partido, pero descansa en la derecha dura. Gracias a ella, juega como astro al sistema binominal. Pero tiene poca vocación para apelar al centro y, por tanto, poca posibilidad de llegar a ser mayoría en el país. En 1999 no hubo elecciones parlamentarias, por lo que Lavín podía aparecer como de derecha independiente. No había el peligro de que lo asociaran con la estridencia que algunos miembros de la UDI adoptan cuando están en campaña, recorriendo el país «con las caras pintadas», como dicen ellos mismos con orgullo. Ésta es una actitud que complace a la minoría que les asegura sus escaños en el Congreso. Pero es rechazada por una mayoría de chilenos, que prefiere una campaña propositiva y optimista a una negativa y destructiva. ¡Chile no es Estados Unidos!
Por eso mismo, es sano para la derecha que Piñera esté también de candidato. Él es propositivo por naturaleza, y su partido, RN, a pesar de la incompetencia que exhibe en materia de organización, tiene una visión más amplia de la derecha que la UDI. Si bien el 14 por ciento de adhesión a Piñera es decepcionante, cabe esperar una segunda encuesta para llegar a un veredicto definitivo. Mientras tanto, la fuerte subida de RN, del ocho al 13 por ciento, en relación con una UDI que baja del 15 al 11 por ciento, es muy significativa. Aun cuando la elección presidencial parezca casi perdida para la derecha, la candidatura de Piñera debería ayudar a que la Alianza tenga un respetable desempeño parlamentario. Es, además, importante que la derecha multiplique sus opciones de liderazgo, si es que ha de tener alguna posibilidad de gobernar en 2010 o 2014. Por eso mismo, Piñera debería tomar más riesgos. Por ejemplo, explicarle al país los temas microeconómicos que tendremos que enfrentar, si hemos de entrar en una nueva etapa de desarrollo. Los políticos subestiman la capacidad de la gente de entender temas complejos, cuando son explicados en un lenguaje accesible y cuando son encuadrados en un relato capaz de encantar al país. Es allí donde Piñera puede diferenciarse.
La derecha necesita ideas nuevas y creativas. Algunas han salido de los Talleres Bicentenario. Pero la realidad es que, en general, frente a una Concertación moderna y liberal, la derecha parece pasmada. Es increíble, por ejemplo, que en su arremetida, hecha con más ruido que análisis, contra Codelco, los candidatos de derecha no promuevan la idea de cotizar acciones de esa empresa en bolsa. A diferencia de conservadores exitosos, como John Howard en Australia, la derecha chilena parece no atreverse a ofrecer a la gente una modernización y liberalización más profunda que la de la Concertación, aprovechando que en la izquierda estos temas tienen sus límites. Allí está el desafío de Piñera. Porque si la derecha no se pone a hacer propuestas novedosas y profundas, el electorado tiene pocos incentivos para correr el riesgo de un cambio, en un país que está bien.