OPINIÓN / La Tercera
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Homeschool

Sylvia Eyzaguirre T..

Homeschool

La pandemia nos pilla de sorpresa y, por lo tanto, estamos obligados a improvisar. Este tiempo es una oportunidad para los colegios y sus educadores para detenerse y reflexionar sobre la esencia del proceso educativo.

La pandemia ha trastornado completamente nuestras vidas. Bajo el supuesto de que el distanciamiento logrará salvar vidas hemos obedecido a nuestras autoridades encerrándonos en nuestras casas y asumiendo el monstruoso costo económico que esta cuarentena nos provocará. Estos costos los asumimos porque entendemos que nada es más importante que la vida. De ahí la necesidad de estimar cuántas vidas costará la crisis económica mundial que se avecina, pues lo que no sería lógico ni ético es que finalmente terminen muriendo más personas como consecuencia de la crisis económica que de la pandemia.

Este escenario catastrófico nos ha obligado a todos a priorizar lo que es importante y dejar postergado lo que no lo es. Y esto también corre para la educación escolar. En estas dos semanas me ha tocado de cerca ver niños lidiando con eternas guías de matemática, lenguaje u otras asignaturas, que solo ejercitan el pensamiento mecánico; profesores haciendo malabares para salvar el año escolar intentado “pasar” la materia que corresponde, y padres colapsados tratando de ayudar a sus hijos con los estudios, el teletrabajo y las actividades domésticas.

Esta no es la realidad de todas las familias, pero ¿tiene sentido vivir así esta cuarentena? No solo resulta imposible en las actuales circunstancias cumplir con el programa escolar tradicional, sino que, además, pierde sentido. La pandemia nos pilla de sorpresa y, por lo tanto, estamos obligados a improvisar. Este tiempo es una oportunidad para los colegios y sus educadores para detenerse y reflexionar sobre la esencia del proceso educativo. Este proceso debería llevar a reconocer los conocimientos y las habilidades que son fundamentales para la vida. Saberlas de antemano de memoria no es lo mismo que descubrir su sentido. En el primer caso somos capaces de reconocer cómo las actuales actividades educativas aportan al desarrollo de esa lista de habilidades, pero solo cuando entendemos su sentido, que se funda en una comprensión del ser humano, somos capaces de adaptarnos a las circunstancias y crear nuevas actividades que potencien dichas habilidades. La cuarentena nos está ofreciendo una oportunidad única para experimentar y ejercitar la creatividad en el área de la educación, y veo con pesar cómo los colegios están dejando pasar esta oportunidad y más bien están enfocados en mejorar el uso de la tecnología para seguir haciendo lo mismo de siempre.

Son tiempos de introspección. El arte en sus diferentes formas no solo permite ejercitar la creatividad, sino también trabajar y expresar las emociones. El pensamiento crítico, que no es otra cosa que aprender a pensar, es más que nunca necesario. Conocer en palabras de Aristóteles no es otra cosa que separar y unir. La capacidad de análisis y síntesis junto con la lógica, conocimientos matemáticos y el rigor del lenguaje son las herramientas del pensar. Este se estimula con la lectura, los documentales, películas, programas de radio, observación del entorno; requiere silencio interno para funcionar, se ejercita a través de la escritura, los experimentos y los inventos, y se perfecciona mediante el diálogo. Su origen está en la curiosidad, sin ella carece de sentido. Por eso el proceso educativo siempre debe apuntar a estimular la curiosidad y no a asfixiarla.

Todavía estamos a tiempo de cambiar el foco y oxigenar la educación de nuestros niños. No es difícil, solo se trata de volver a la esencia de las cosas, volver a lo simple.