La reutilización e integración de datos administrativos puede llevar a un Estado mucho más centrado en los ciudadanos y en los resultados efectivos. Sin embargo, hacerlo requiere un cambio radical. El aparato estatal de Nueva Zelanda ha estado realizando una serie de experimentos adaptativos en la búsqueda del valor sin debilitar la confianza entre el Estado y sus ciudadanos. Algunos han sido exitosos, como la conformación de una infraestructura de datos integrados para usos no personalizados, y otros más inciertos, en particular en el ámbito de los usos personalizados de información. La nueva capacidad de integrar y reutilizar datos para tomar mejores decisiones, así como la posibilidad de monitorearlas desde el nivel central, requieren de un aparato estatal mucho más pequeño, con un mayor foco en la facilitación. La alternativa contraria es convertirse en el «gran hermano», reutilizando e integrando datos a nivel micro para evaluar a todos los ciudadanos sin su consentimiento previo. Esta última alternativa no es aconsejable en tanto afecta la confianza y puede eventualmente alejar de los servicios sociales a las personas más vulnerables que supuestamente se busca apoyar y proteger.