- El cambio más fuerte en política social debiera venir asociado a reformas en la administración de los recursos sociales, principalmente a través de una mayor o efectiva descentralización de los programas. El principal reto consiste entonces en traducir el concepto de habilitación (o falta de habilitación) en gestión de políticas y programas sociales descentralizados.
- El logro de la erradicación de la pobreza en el país pasa por la búsqueda activa de mecanismos que permitan una mayor participación del sector privado, un activo rol de los beneficiarios y una progresiva aceptación de que la tarea de la pobreza es, más que un proyecto del gobierno, un proyecto para el conjunto de la sociedad.
- La diversidad de la pobreza, entendida como requerimientos por diversos tipos de atención en el espacio y en las personas, no se reconoce o hace parte en los programas actuales en vigencia. No sólo se trata de mayores recursos. Se trata también de mayores atribuciones, incluidas las de elaboración de políticas, estrategias y programas sociales definidos localmente. Las diferencias locales van más allá de la caracterización de los déficits materiales o de ingreso.
- La política social requiere de acciones sociales descentralizadas y vinculadas a problemáticas específicas y personales. El acento estratégico debe estar en la persona, en la integralidad y en la habilitación como propósito. Hemos hecho el camino de la cobertura y de la focalización. Ir más allá requiere de nuevas concepciones.
- La gestión del desarrollo social orientada a erradicar la pobreza tiene hoy en las agencias locales un alto componente de administración de programas centrales, con poca disponibilidad para la generación de programas, estrategias y evaluaciones. Las modalidades de diagnóstico están dirigidas en general a registrar carencias, y no así a la comprensión de los procesos (círculos viciosos, patologías culturales o conductuales e impacto del medio, entre otros).