En el CEP estamos conscientes que obviamente hay opiniones distintas respecto de cómo resolver los problemas que aquejan al país. Pero las diferencias de fines no son tan acentuadas. Por ejemplo, compartimos la idea de que Chile necesita generaciones más formadas, con mayores destrezas para aprovechar las oportunidades, no sólo económicas, de la vida. Hay diferencias en la manera de enfrentar estos desafíos, pero creemos que hay grandes espacios para acercar posturas y acotar diferencias. Cualquier propósito político requiere de apoyo ciudadano, pero también de una muy difícil disposición de los medios para lograrlo. La sustentabilidad de las transformaciones se basa en diagnósticos certeros y en políticas adecuadas a los fines.
Los empresarios, cuyas inversiones maduran en plazos largos, sabemos que el país y su desarrollo requieren de instituciones y políticas estables y de calidad. Pero también reconocemos que su diseño exige un análisis cuidadoso de los medios y de las consecuencias indeseadas. Ese análisis es mucho más fructífero si se discuten los diversos estudios e ideas en un clima de confianza, donde el objetivo principal es aprender de nuestras propias experiencias exitosas y fracasadas, como también de las de países exitosos y fracasados.
La desconfianza no surge de las reformas per se. Es indudable que los gobiernos de la Concertación pro- movieron reformas que convivieron perfectamente con la capacidad empresarial de crear riqueza, como ocurre, por lo demás, en los países a los que quisiéramos compararnos.
Las fuentes de desconfianza son de otra naturaleza: la poca calidad y urgencia de las reformas, el escaso tiempo que ha habido para deliberar seriamente en torno a ellas. Las reformas tributaria, educacional y laboral han generado polémica y discusión no sólo por intereses, sino porque nos parece que no ha sido suficientemente meditada la jerarquización de fines, ni tampoco los mejores instrumentos políticos. Hay una percepción de que una inflación de fines no necesariamente ayuda a las próximas generaciones. Una creciente distancia entre ‘nosotros’ y los ‘otros’ genera inevitablemente desconfianza.
En materia constitucional existen estándares chilenos y de los países más exitosos. Partir de un debate sin principios ni fronteras crea necesariamente incertidumbre. Más aún si los contenidos pueden ser dictados por quienes más se movilicen en una sociedad civil crecientemente despolitizada.