- El estudio “Los pobres no pueden esperar…, la desigualdad sí. Los que más importan tienen la palabra”1 , ha suscitado una polémica de interés e implicancias político-económicas. Pero en verdad lo que este artículo hizo no fue más que escuchar la opinión del estrato bajo a través de sus respuestas en las encuestas del CEP y una del PNUD. Al parecer algo de lo dicho por los propios pobres molestó, dolió a algunos. Las críticas vinieron de una publicación de enero del 2001 del Programa de Economía del Trabajo (PET) titulada “La Desigualdad: ¿Vía para superar la Pobreza?”, de Raúl González Meyer, y de cuatro artículos que bajo el título “¿Puede la Desigualdad Esperar?” dedicó la revista Rocinante de marzo al tema. Vicente Espinoza, Francisca Márquez, Raúl González y Gabriel Salazar son los autores de los artículos.
- Pasando por alto el lenguaje irascible y destemplado de alguno de los críticos de Rocinante (“¿Puede la Desigualdad Esperar?”) y las imprecisiones de otros, aquí profundizaremos en las ideas originalmente planteadas en el documento ya citado y revisaremos algunas de las objeciones formuladas.
- Los pobres no pueden esperar, la desigualdad, sí. Ciertamente concordamos con la frase con que titulamos nuestro artículo y por eso la volvemos a utilizar. Es una buena síntesis de la primera urgencia actual. Pero de ella, ciertamente no se deriva que estemos por un país desigual pero sin pobres, como uno de los panelistas mencionó ni tampoco por algo así como “redistribución cero”. Nadie, con una mínima sensibilidad, puede renunciar a tener una sociedad más igualitaria. El punto está en el camino para lograrlo, en las políticas que durante éste se implementen, en la efectividad de éstas. ¿Qué políticas son las que contribuirían a ese objetivo que suponemos común? Eso, a nuestro parecer, debe ser el tema de análisis de los expertos.