La calidad de la educación y el crecimiento económico son factores que están íntimamente ligados. Si invertimos en las personas, se presume que mejorará el capital humano y, por ende, la productividad. Hay evidencia que muestra que, lamentablemente, esto no ha sido así en los últimos años. Incluso más, si realizáramos una gran reforma educacional, recién el 2030 podríamos ver que ésta alcanzaría a todos los egresados del sistema escolar y universitario y los resultados en términos de crecimiento económico sólo se empezarían a notar en 2050, según los resultados preliminares de un estudio del BID realizado por los investigadores Bassi, Rucci y Urzúa (Human Capital and the Economic Development in Latin America: Where are we? Where are we going?, BID, 2014.) Lo anterior significa que no bastan los cambios en educación, porque no es posible esperar el tiempo que éstos se demoran para incrementar la productividad y así acelerar el crecimiento de Chile en un plazo más reducido.
¿Qué tipo de reforma necesitamos para que el mercado laboral se transforme en un motor del desarrollo?
Esa fue la pregunta planteada a Bárbara Figueroa, presidenta de la CUT y directora del Colegio de Profesores; a Alfonso Swett, vicepresidente de la Sofofa (quien dejó el cargo el 26 de marzo de 2014); y a David Bravo, director del Centro de Microdatos de la U. de Chile; en uno de los paneles sobre políticas públicas que realizó el CEP el 21 de septiembre de 2013.