Hay propuestas de reformas políticas y económicas que llevan años dando vueltas, que parecen razonables, para no decir indispensables para el progreso y la estabilidad del país, y que cuentan con un apoyo amplio -por lo menos son pocos los que se oponen visiblemente a ellas-, pero que por alguna razón no logran nunca ser implementadas, debido, cabe concluir, a la acción de algunas poderosas manos invisibles.
Primero, las de reformas políticas: cambio al sistema binominal, inscripción automática, financiamiento público de los partidos. Son reformas que se necesitan para fortalecer nuestra democracia, en que casi todo el mundo parece estar de acuerdo, pero que no llegan a realizarse. Pocos chilenos dudan de que el sistema binominal ya no da para más, por mucho que nos haya dado estabilidad durante la transición. Pero, ¡cómo cuesta modificarlo! La Concertación dice que no pudo por el veto de la derecha. Pero la verdad es que son pocos los parlamentarios de cualquier lado con voluntad para cambiarlo, porque es el sistema que mejor les asegura la reelección. Si fueran sinceros al exigir que se cambie, propondrían sistemas electorales alternativos, cosa que, extrañamente, casi nadie hace. Los parlamentarios tampoco están enamorados de la inscripción automática, porque temen la incertidumbre de un colegio electoral ampliado. En cuanto a que haya financiamiento público para los partidos, para evitar que éstos se debiliten y sean capturados por caudillos, uno diría que cualquier parlamentario estaría a favor. Pero hay partidos más ricos que otros, que juegan a que los más pobres se desmoronen, y hay financistas de partidos que temen perder su ascendencia.
Muchas buenas reformas económicas también se quedan misteriosamente empantanadas. Desde tiempos inmemoriales se ha tenido conciencia de que es muy engorroso incorporar una empresa en Chile. Hace un año el Ministerio de Economía mandó un proyecto de ley al Congreso para reducir drásticamente los trámites, pero el proyecto lleva un año varado en el Senado. Dicen que es por el lobby de aquellos que viven de esos trámites. La oscura mano del lobby ha logrado minar, también, elementos cruciales de la Agenda Impulso Competitivo del mismo Ministerio de Economía. Las cuotas de pesca parece que ya no se van a licitar, y está por verse si se logra introducir más competencia en el cabotaje.
Una reforma económica que parece estar cantada es la de reducir la brecha entre el impuesto de primera categoría y la del global complementario, subiendo el primero y bajando el segundo, para recaudar más y para evitar que los agentes económicos se dediquen improductivamente a arbitrar las dos tasas. Pero la reforma ha enfrentado resistencia ideológica, de sectores de derecha que no quieren subir ningún impuesto, y sectores de izquierda que no quieren bajar ninguno, creyendo, erróneamente, que bajar el global complementario favorece a los más ricos.
Los insondables obstáculos que detienen reformas beneficiosas se extienden a todos los ámbitos. Desde el retorno a la democracia, diversas comisiones han recomendado que se termine con la dispersión que hay en nuestra institucionalidad cultural, donde se entrecruzan y contradicen los esfuerzos de cinco ministerios. En este laberinto de feudos, hay museos, como el de Bellas Artes, que quedan penosamente desfinanciados, y el patrimonio queda olvidado, lo que explica por qué se ha hecho tan poco para restaurar edificios históricos caídos en el terremoto.
Los optimistas dicen que las buenas ideas se defienden solas. En Chile parece ocurrir lo contrario. Pocos las atacan, pero otros pocos logran que no prosperen.