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La gran perdedora es Elisa Loncon

Sebastián Edwards.

La gran perdedora es Elisa Loncon

Aunque la izquierda más dura no lo quiera reconocer, las elecciones del domingo fueron muchas cosas. Y entre ellas, quizás la más importante fue el referendo implícito sobre la Convención. Y en ese referendo, salió claramente reprobada.

Analistas y expertos buscan a perdedores y ganadores de las elecciones del domingo. Los medios tradicionales y las redes sociales están repletos de interpretaciones de todo tipo, algunas sesudas y otras casquivanas. A un nivel simple las respuestas son obvias: los grandes ganadores fueron José Antonio Kast y el “candidato fantasma” Franco Parisi. Los perdedores fueron Yasna Provoste, quien sufrió un tropezón tan vistoso como humillante, y Gabriel Boric, con resultados apenas tibios que dejaron helados a centenares de partidarios reunidos frente a su comando. Nunca se había visto tanta gente con tan poco entusiasmo en un mitín político. Con un discurso encendido, el candidato hizo lo posible por subirles el ánimo y convencerlos de que no todo estaba perdido. Pero su oratoria de líder estudiantil y su gesticulación bien orquestada fueron en vano. El ambiente cabalgaba entre lo lúgubre y lo fantasmal.

En cierto modo, Ximena Rincón también fue una ganadora, aunque el suyo haya sido un triunfo amargo. Las elecciones demostraron que haberla defenestrado en un golpe de fuerza urdido por funcionarios grises y oportunistas fue una pésima idea. Sin duda que la senadora del Maule hubiera tenido muchos mejores resultados que los logrados por la señora Provoste.

En los torneos menores también hubo triunfadores y humillados. Ganaron Rojo Edwards, Macaya y Cruz-Coke; perdieron Silber, Teillier y Oliva.

Pero en el gran esquema de las cosas, los grandes perdedores fueron Elisa Loncon y Jaime Bassa. Lo que más sorprende a observadores extranjeros e imparciales es la desaparición de una gran cantidad de votos que recibió el “Apruebo” en el plebiscito y que favorecieron a la izquierda en la elección de convencionales. Ha sido una especie de acto de magia, el acto de la desaparición de los votantes masivos que la dupla Loncon/Bassa decía representar. En pocos meses se esfumaron la mitad de los votos. Digno de Houdini.

En el plebiscito y en la elección de convencionales la inmensa mayoría del país votó por elaborar un documento que guiara nuestra vida política y social durante los próximos cuarenta años, un documento que resumiera nuestras aspiraciones, y que capturara una visión de país amable, inclusivo y tolerante; un país sin grandes desigualdades, con respeto por el medio ambiente y las disidencias, sin abusos, con reconocimiento de los pueblos originarios; un país en paz, con salud de calidad, con buenas pensiones y con educación inclusiva para todos. Ese voto masivo y contundente fue para que los convencionales prepararan la Carta Magna para una nueva etapa, la de un país cada vez más unido, respetuoso, solidario y digno.

Algunos se refirieron a esta idea como a construir “la casa de todos”.

Pero los líderes de la Convención —la profesora Elisa Loncon y su lugarteniente el abogado Jaime Bassa— decidieron que, dados los resultados electorales de ese momento, en esa casa no cabían todos. Sería una casa de acogida parcial, donde algunos podían hablar y otros no tanto, donde en vez de pensar en una nueva etapa, en un proceso evolutivo y gradual, se buscaba refundar el país de golpe, haciendo tabula rasa de las décadas más fecundas de la historia nacional. En pocas semanas la Convención se transformó en un órgano de discursos radicales, inspirados en escritos progresistas tomados en forma aleatoria (y escasamente digeridos) de pensadores como Ernesto Laclau o Ibram X. Kendi.

Semana a semana el nivel de aprobación de la Convención se fue horadando. Los propios convencionales de izquierda, con su retórica excluyente e intolerante, fueron señalando que su objetivo no era el que se les había encargado. Lo de ellos no era construir la casa de todos. Pero, sin duda, fue la defensa de la violencia como método de lucha política lo que terminó por hundir la reputación de la Convención. La insistencia por indultar a saqueadores y pirómanos, el no denunciar la violencia en La Araucanía, y el no escuchar a todos fue depreciado en forma acelerada.

Aunque la izquierda más dura no lo quiera reconocer, las elecciones del domingo fueron muchas cosas. Y entre ellas, quizás la más importante fue el referendo implícito sobre la Convención. Y en ese referendo, salió claramente reprobada. El domingo votó más de 47% del padrón, cifra muy superior a la votación del 42% en la elección de constituyentes. El mensaje fue claro: la Convención va por mal camino.

Mario Waissbluth ha hecho un pronóstico tan breve como certero: “Si los constituyentes no moderan sus estridencias y redactan una Constitución que tome en cuenta a ambas grandes mayorías electorales, se las van a demoler en el plebiscito de salida y habremos perdido dos años de tiempo y de ilusiones”.