El Mercurio, 18 de mayo de 2012
Opinión

Las crisis de mitad de camino

David Gallagher.

A primera vista, la encuesta del CEP es nefasta para quienes piensan que conviene un segundo gobierno de centroderecha, uno que deje al país con un sólido historial de alternancia. Desde ya es impactante que Michelle Bachelet supere el 50 por ciento en preferencias presidenciales de mención espontánea. Por otro lado, si bien la adhesión a las dos coaliciones es exigua, más gente (22 por ciento) se siente más afín a la Concertación que a la Coalición por el Cambio (14 por ciento). La coalición oficialista sí le gana a la de oposición en «la forma en que está desarrollando su labor», con 18 contra 14 por ciento. Pero en 2010 estaba en 41 por ciento, lo que importa un notable despilfarro de su capital político.

Con todo, se ve una luz de esperanza para el Gobierno si se compara la encuesta actual con las que se hacían a mitad de camino de la Presidencia de Bachelet. Como Piñera, Bachelet tuvo una tasa de aprobación cómodamente positiva en su primer año, el 2006. Pero entre junio del 2007 y junio del 2008, tres encuestas CEP la muestran con una tasa de rechazo mayor que la de aprobación: las líneas solo se vuelven a cruzar -y apenas- en diciembre del 2008, el equivalente para Piñera de diciembre próximo. Lo mismo ocurre con la tasa de aprobación del manejo económico, y las preguntas sobre la percepción que tiene la gente de cómo está, y cómo viene la economía. En todas ellas, la visión de los encuestados es, como ahora, muy negativa entre junio de 2007 y diciembre de 2008. En realidad fue sólo en el 2009, su último año, que se disparó la confianza de la gente en la economía, y con ella la popularidad de Bachelet.

La historia a veces se repite, a veces no. Sería arriesgado suponer, a partir de estos datos, que la tasa de aprobación de Piñera va a superar la de rechazo en la encuesta CEP de fin de año, o que Piñera se va a volver muy popular a mediados del 2013, como ocurrió con Bachelet en 2009. Pero sí se puede aseverar que en Chile, como en muchos otros países, los gobiernos son propensos a sufrir una alta tasa de rechazo a mitad de camino. Le pasó a Obama cuando en 2010 perdió las elecciones al Congreso. Lo que parece ocurrir es lo siguiente. Recién elegido, el gobierno es popular. Es su período de luna de miel con el electorado, más intenso aún si el nuevo gobierno ha surgido desde la oposición. Pero poco a poco la gente entiende que las altísimas expectativas que tenía son incumplibles. La decepción produce bronca, y la gente se vuelve hostil al gobierno. El cambio se da cuando la gente entiende que su bronca era exagerada. Empieza a ver las realizaciones del gobierno, y éste poco a poco recupera su popularidad.

No puedo aseverar que este ciclo es el que se va a dar con Piñera, pero sí que se da a menudo, en Chile y en el mundo. Y hay en la encuesta del CEP algunos indicios interesantes. Entre los encuestados, ahora hay más que creen que la economía está bien, y que va a mejorar, que en la encuesta anterior, y -más interesante- que en las de 2007-2008, antes de que se recuperara Bachelet. Dada la estrecha correlación entre la confianza económica y la tasa de aprobación del Presidente, eso es promisorio para Piñera. Sin duda el camino por recorrer es largo. La tasa de rechazo de Piñera, del 61 por ciento, supera con creces el 44 por ciento al que llegó Bachelet. Por otro lado el Gobierno es propenso a propinarse autogoles, y puede que los siga marcando. Sin embargo, me parecen extremadamente audaces aquellos que sentencian que el Gobierno ya está «muerto». Me recuerdan a los que se preguntaban, a mitad de camino de Lagos, si iba a terminar su mandato, o a los «femicidas» que, hacia 2008, veían «muerta» a Bachelet. En la política, como en el teatro, la última palabra la tienen los que se quedan para el último acto.