El Mercurio, 8/5/2009
Opinión

Las opciones del 2009

David Gallagher.

Eduardo Frei fue un buen Presidente. En los últimos dos años se complicó, pero no se mereció terminar su mandato con una tasa de aprobación tan abismal como la que marcaban las encuestas de la época. Su gobierno, como en general los de la Concertación, hizo progresar al país. ¿Por qué, entonces, no votarían los chilenos por él otra vez? Se me ocurren cinco razones principales: el tiempo dirá si las comparte la mayoría.

Primero, Chile, como todo país «emergente», cambia muy rápido, y después de 16 años (Frei fue elegido en 1993), es casi otro país. Además, el cambio ha sido positivo. Cuando un país está en decadencia, se dan fuertes nostalgias por el pasado. En un país que progresa, volver al pasado no es tan atractivo.

Segundo, la gente valora la democracia porque permite cambios de mando. En Estados Unidos es común que se den cada ocho años. En Gran Bretaña, después de 12 años de gobierno laborista, demasiada gente ya no soporta a Gordon Brown, a pesar de ser él un estadista inteligente y bien intencionado. En Chile, la Concertación está por concluir 20 años en el poder, por una razón anómala: la ruptura de la democracia, que la Concertación restauró con tanta nobleza. Pero la indecente ansiedad con que ella sigue aferrándose al poder vulnera los mismos sentimientos democráticos que ella resucitó.

Tercero, la Concertación perdió su mística. Ya no está unida siquiera. Baste constatar la proliferación de candidatos presidenciales actuales -son cinco- que han emanado de la DC o del PS. Con la Concertación de hoy, es difícil que Frei haga el gobierno razonable que hizo entre 1994 y 2000.

Cuarto, la superioridad moral que ostentaba tras el retorno a la democracia ya no la tiene la Concertación. Al perder su mística, ha caído en ostentosas venalidades, a través de una indecente captura del Estado, y la antigua lógica del «Sí» y del «No» mal se puede desplegar contra un candidato que votó ruidosamente por el «No».

Quinto, y sin desmerecer el talante de estadista que tiene Frei, Piñera es un candidato inusualmente preparado. Una prodigiosa capacidad de análisis le permitió reunir una notable fortuna. En el transcurso del año, los chilenos se darán cuenta, creo yo, del beneficio que habrá para el país cuando Piñera aplique esa capacidad a los asuntos nacionales. Por eso deberían caerles cada vez peor los mezquinos ataques que le hacen a Piñera, no sólo desde la Concertación, sino, y muy penosamente, desde las altas esferas del Gobierno, por haber sido tan exitoso: ataques que suenan cada vez más a pataletas envidiosas y engreídas.

Poco sirve, por cierto, la medida mediática de pretender novedad con un Sebastián Bowen. Su nombramiento me recordó las palabras de un amigo que estuvo casado, por poco tiempo, con una mujer 40 años menor: «Nunca me sentí más viejo», me dijo. Distinto sería si el candidato presidencial fuera una persona como Andrés Velasco. Tal vez lo sea de una Concertación renovada el 2013, si ésta no sufre el sino autodestructivo de las coaliciones que pasan a la oposición tras mucho tiempo en el poder.

Desde luego las ganas de que haya un cambio pueden tomar otros caminos. La candidatura de Marco Enríquez-Ominami estimula a aquellos que buscan un cambio fiestero, simpático, el cambio light que promete una izquierda joven vestida de Armani. Espero que la gente se dé cuenta de que los cambios que el país necesita no son light. Si no queremos ir lentamente a la deriva, necesitamos reformas profundas, realizadas con visión y eficiencia. Son reformas para las cuales la Concertación de hoy no parece tener ni convicción ni voluntad.